Donde hay padrón...
Es curioso, porque yo conozco unos cuantos pueblos de España que estarían encantados con que 200 ó 300 inmigrantes se apuntaran a su padrón municipal. Que se lo digan a todas esas pequeñas poblaciones que se están quedando sin servicios porque no tienen a quién dárselos.
Hay un pueblo, más bien villa, cuyo alcalde está en campaña constante de empadronamiento, tratando de convencer a los madrileños (me incluyo, aunque yo no lo sea y, quizá por eso, no debería estar empadronado aquí) de que nos empadronemos en el pueblo... Porque, ¿qué es un pueblo sin gente que lo mantenga? Lo que tantas veces hemos visto en nuestro país:
Un paisaje fantasmagórico.
La soledad del viento entre las ruinas.
El esqueleto de lo que antaño fueron hogares.
Un paraíso perdido, "porque no hay mayor infierno que lo que antes fue el paraíso".
Seamos serios: el padrón no da derecho a nada. Sólo es un documento contable de las personas que habitan una población y, por tanto, sirve para acreditar los servicios que son necesarios para mantener el estado del bienestar en ella.
Si, pongamos un caso, esa villa castellana consiguiera multiplicar por veinte su población, aunque 5.000 de los nuevos villanos fueran negros (pero negros-betún) y otros 5.000 fueran más de Vic que los salchichones, la Junta no tendría más remedio que montar un hospital público en las inmediaciones, habría que construir escuelas infantiles... Esto generaría puestos de trabajo... Riqueza... En fin... Que la mayor riqueza de un pueblo es que viva gente en él (aunque sean de Ecuador). Las administraciones local, provincial y autonómica tendrían que ponerse a dotar de servicios a esa población.
Por tanto, los aborígenes, los nativos de la villa, no sólo no saldrían perjudicados sino que, gracias a un abundante padrón, tendrían una serie de ventajas que ahora no tienen, por muy de la tierra que sean, por muy pura que sea su sangre (que ya les digo yo que no hay sangre más pura que la mezclada). Y es que donde hay padrón, hay servicios.
Esto no tiene nada que ver con que los habitantes tengan más o menos papeles ni con que uno haya cometido un hurto yendo en Ca Goyito.
Una vez más, el racismo demuestra, además de su característica irracionalidad, que es tonto del culo.
X. Bea-Murguía (hijo y nieto de emigrantes).
Hay un pueblo, más bien villa, cuyo alcalde está en campaña constante de empadronamiento, tratando de convencer a los madrileños (me incluyo, aunque yo no lo sea y, quizá por eso, no debería estar empadronado aquí) de que nos empadronemos en el pueblo... Porque, ¿qué es un pueblo sin gente que lo mantenga? Lo que tantas veces hemos visto en nuestro país:
Un paisaje fantasmagórico.
La soledad del viento entre las ruinas.
El esqueleto de lo que antaño fueron hogares.
Un paraíso perdido, "porque no hay mayor infierno que lo que antes fue el paraíso".
Seamos serios: el padrón no da derecho a nada. Sólo es un documento contable de las personas que habitan una población y, por tanto, sirve para acreditar los servicios que son necesarios para mantener el estado del bienestar en ella.
Si, pongamos un caso, esa villa castellana consiguiera multiplicar por veinte su población, aunque 5.000 de los nuevos villanos fueran negros (pero negros-betún) y otros 5.000 fueran más de Vic que los salchichones, la Junta no tendría más remedio que montar un hospital público en las inmediaciones, habría que construir escuelas infantiles... Esto generaría puestos de trabajo... Riqueza... En fin... Que la mayor riqueza de un pueblo es que viva gente en él (aunque sean de Ecuador). Las administraciones local, provincial y autonómica tendrían que ponerse a dotar de servicios a esa población.
Por tanto, los aborígenes, los nativos de la villa, no sólo no saldrían perjudicados sino que, gracias a un abundante padrón, tendrían una serie de ventajas que ahora no tienen, por muy de la tierra que sean, por muy pura que sea su sangre (que ya les digo yo que no hay sangre más pura que la mezclada). Y es que donde hay padrón, hay servicios.
Esto no tiene nada que ver con que los habitantes tengan más o menos papeles ni con que uno haya cometido un hurto yendo en Ca Goyito.
Una vez más, el racismo demuestra, además de su característica irracionalidad, que es tonto del culo.
X. Bea-Murguía (hijo y nieto de emigrantes).
2 Comments:
Pero el problema no es tanto el hecho de que haya más o menos extranjeros empadronados o no, sino el miedo a que con su presencia "cambien" la convivencia por tensiones culturales. Ese miedo (en su forma de "¡que vienen a comérsenos!") es el que explotan los grupos xenófobos.
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