jueves, abril 27, 2006

¿Qué me pongo?


Queridos amigos:

habrán de disculparme el retraso de hoy en mi entrega pero ayer me fui a ver el fútbol, no hice ni caso a los quince minutos de partido que vi y, de remate, la prórroga se prolongó hasta casi las dos de la mañana. El gol de oro, sin embargo, ha sido despertarme esta mañana al calor de Beatriz, que es un regalo, un premio que me ha tocado a mí en la lotería, una invitación a la dulce pereza de los cinco minutos más.

Después, el ajetreo del día... En fin, cuando hablé con Hormon Wells de la posibilidad de montar un blog para echar unas risas, jamás pensé que llegaría a ser una obligación... Y no lo es, pero, en cierto modo, no me gusta no escribirlo.

Ayer, suscitado por un comentario del bloggero llamado a sí mismo Ernie, me vi atropellado por un torrente de pensamiento que desató mi lado más atávico, ese que está más aferrado a las costumbres y a la educación recibida en casa, con la que mis padres me han inculcado, con insitencia, la observancia de las formas. Para mí la educación lo es todo, es lo que nos diferencia de los simios, se empeñe nuestra lamentable clase política en lo que se empeñe (¡otra cortina de humo, me temo, que no merece más comentario!). Puede que hoy costumbres como acompañar hasta la puerta de casa a una visita que se despide o no abrir neveras o armarios ajenos o llevar una botella de vino cuando a uno le invitan a cenar puedan parecer ecos de épocas pasadas, vestidas de smoking relucientes con pechera, más demodé que la chistera y el guante blanco, pero esos atavismos, y mil más que practico, forman parte inseparable de mi manera de ejercer la cortesía, que no es otra cosa que mostrar respeto hacia los demás. Las formas son tan importantes como el fondo y eso lo saben todos ustedes, hasta los que se disfrazan de grunge alternativo o van a trabajar ataviados de bañista.

Siempre he creído, en cuanto a la forma de vestir, que la amplia mayoría de las personas, y mucho más quienes se empeñan en negarlo, se viste para los demás. Nadie o casi nadie (aunque estoy dispuesto a hacer excepciones) lleva un atuendo no estudiado, dejado al azar, ni para ir a las dos de la mañana a comprar tabaco. Y si se pone una prenda o se deja de poner, muchas veces influye el qué pensarán de mí... Pregúntense cosas como ¿iré haciendo el ridículo por la calle si me pongo un tocado bananero a lo Carmen Miranda? ¿Asistiría a una entrevista de trabajo vestido de hippy y con alpargatas? ¿Me pondría una camiseta de "Vota a Mariano" para ser recibido por ZP? Creo que no lo harían ninguno de ustedes. ¿Por qué?. Si las formas no importaran, si no supiéramos que constantemente somos juzgados por nuestro aspecto, más de uno de ustedes (¡¡¡¡que lo sé yo!!!!) iría a currar con el salto de cama de su mujer (¡con lo mono que les queda!). ¡Cuántas coletas se han cortado, cuánta melena rebelde ha caído cuando ha llegado el momento de hablar de cosas serias!

Recuerdo a un tipo (recuerdo su cara aunque no su apodo, ya que su nombre nunca lo supe) de la Ciudad de los Periodistas que se hizo bastante famoso en el barrio porque le fueron a buscar para ir de juja y como el hombre ya estaba en la cama, pero le apeteció, se fue de copas en pijama. Se le cruzó el cable y como estaba bastante colgado, lo hizo, pero el efecto de salir de copas en pijama lo tenía previsto (y, si me apuran, hasta planeado), porque a él le daba igual ir en pijama o en vaqueros. Iba a tardar lo mismo.

No hay verdadera dejadez en el estudiado atuendo de un guarro con rastas y gorra jamaicana. Se lo digo yo con mis lamparones, mis bolsillos rotos, mis zapatos sucios, mi camisa torcida y mis cordones desabrochados, que como dejo que me vistan mi mujer, mi madre y mi suegra (y no me niego a casi nada), resulto mucho más alternativo que cualquiera de estos disfrazados. La pompa me la paso por el forro, cuando es exagerada, desproporcionada con respecto a las circunstancias, lo que pasa es que muchos se piensan que ir de pompa es llevar corbata y no, no señor, ir de pompa es adecuar tu indumentaria al contexto.

En una ocasión, que comentaré otro día, andaba yo con mis vaqueros, mi camiseta recuerdo de un viaje ajeno y mis zapatillas, y me vi rodeado de personal latinero, todos alternativos, todos con playeras de colores llamativos a lo ciclista, todos con pantalones de hippy, todos con camisetas molonas, todos con bolso, todos fumaban porros, todos hablaban de "Rayuela" sentados con las piernas cruzadas, todos habían dedicado más de un minuto esa tarde al ¿qué me pongo para ser aceptado?.

-- "Si ésta", le dije a un amigo moderno, "es la verdadera alternativa, creo que aquí el único alternativo soy yo que jamás me quito la chaqueta del traje en las ocasiones en las que, por respeto a los demás, la chaqueta debe permanecer GRAPADA". No es por nada, pero era 11 de septiembre y estábamos celebrando el Año Nuevo etíope en un restaurante colombiano.

Perdonen el rollo de hoy.

X. Bea-Atavismo