Puntos filipinos
Queridos amigos:
tenía hoy programado darles mi opinión sobre el famoso carnet de conducir por puntos, pero después de una sesuda reflexión, he llegado a la misma conclusión de siempre: ¿dónde están los que vuelcan coches y queman contenedores? ¿Acaso esta sociedad española de pan y circo sólo se moviliza por el fútbol? ¿Tan culpables nos sentimos del peaje mortal de las carreteras que nos creemos a pies juntillas que nos merecemos los peores castigos?
Iba a lanzar una propuesta a Rubalcaba, aunque él no sea el autor de esta ley le toca como ministro de Interior, para que considere que sería positivo para los españoles de bien dotar a la guardia civil de carretera de una fusta o látigo para propinar ejemplares correctivos físicos a los más temerarios de los conductores (sin menoscabo de la resta de puntos y de la suma de multas, claro, a las que nadie quiere renunciar) o que, en lugar de la cárcel, que es gravoso para las cuentas del Estado, el exceso de velocidad lleve a los que tanta prisa tienen a consumirla en una picota en la plaza del pueblo, donde la gente recta pueda someter al infractor, a ese malnacido que arriesga su vida y la de los demás en su alocada huída hacia el accidente, a insultos, vejaciones, esputos y agresiones. Un auto de fe a tiempo es siempre ejemplarizante y disuasorio.
Por supuesto, el reo en picota tendría prohibido fumar. Entiéndalo. Es por su propio bien. El lobby farmacéutico, además, propondría que fuera obligatorio exponer al castigado a la justicia del sol, previo unte en cara y manos de un ungüento protector cuyas costas corrieran a cargo de la Seguridad Social. No se trata de quemarlo, sino de respetar su derecho inalienable a esquivar las sombras (del mal).
Sin embargo, no voy a escribir sobre este asunto, porque acabaría diciendo que el carnet por puntos no es más que la promoción del negociete de unos cuantos, a costa del martilleo mediático constante y la culpabilización sistemática de las víctimas. Esta estrategia propagandística deleznable fue en un tiempo tradicionalmente usada por los etarras (y antes, por la Inquisición), pero, ahora, quien la emplea sin pudor es el Estado. Cuando ETA, en sus tiempos más duros, se cargaba a alguien rezumaba, como un orinal lleno de mierda, el comentario execrable: "Algo habrá hecho". ¿No recuerdan ustedes, los de cierta edad, cuando a los terroristas les dio por ajusticiar supuestos camellos que corrompían a la juventud vasca? Que le quede claro, cristalino, que si usted se mete un guarrazo en carretera, usted y sólo usted será el culpable. El Estado ya ha sacado el carnet por puntos, mete en la cárcel a los temerarios y los brea a multas: ya más no se puede hacer. Las cosas como son y los puntos, en su sitio: sobre las íes.
Así que, como me caliento mucho, me dan ganas de mandar a tomar por culo el carnet de conducir, que es lo que deberíamos hacer todos, voy a dejar el tema en una apuesta: ¿se juegan ustedes algo a que el año que viene, por estas fechas, seguimos hablando de los miles de muertos en carretera? ¿Se juegan algo a que, lejos de haber dimisiones, las consecuencias van a ser endurecer las multas? Ojalá me equivoque. No me dolerá en prendas alabar entonces los puntos del carnet e, incluso, al tal Pere Navarro.
Esta aceptación ciega me vuelve loco. Los españoles amamos a Fernando VII, el Deseado, viva las cadenas que Goya y Jovellanos eran un par de afrancesados de mierda. (Y ahí les dejo, para que se recreen, lo que opinaba el genial mañico de su soberano: todo un artículo de fondo).
Como, después de la derrota nacional que ha supuesto el nuevo fracaso de la selección, no les quiero dejar con mal sabor de boca, les voy a contar una anécdota graciosa y real que me soplaron el otro día. Un famoso actor, ya finado, entra en un animado restaurante madrileño como en sus años, acompañado de un hombre a la vista mucho más joven que él, y se encuentra con un conocido:
-- ¡Hombre, Luis, cuánto tiempo! ¿Qué tal estás?
-- Muy bien, ¿y tú? Mira te presento a mi sobrino.
-- Sí, claro, Fulanito, ¿qué tal estás?
-- ¡Ah! Pero... ¿ya os conocéis?
-- De sobra, Luis, ¿no ves que fue mi sobrino la semana pasada?
Esto sí que es un punto. Filipino.
X. Bea-Murguía (punto)
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