El cabracho, ese demersal gilipollas
Queridos amigos,
el cabracho o rascacio es un pez escurridizo de la familia de los demersales, es decir, un elasmobranquio pero que vive cerca del fondo de las zonas del litoral, aunque pueden llegar a encontrarse en profundidades de hasta 500 metros. Los demersales, y concretamente el cabracho, se mueven menos que una compresa con diez grapas y se mantienen en contacto con el fondo, aunque pueden efectuar movimientos migratorios según sus necesidades alimenticias o su ciclo de vida.
En el litoral, algunos peces demeresales (pero no el cabracho, que para esto es cabezón) pueden desplazarse tierra adentro para hacer cortos recorridos antes de regresar al mar. Este paso, de pez anfibio que dio origen a la vida sobre la superficie terrestres, da fe de la antiquísima existencia de los peces demersales, no exactamente del cabracho, por mucha cara de pastel que tenga.
El cabracho es un pez bastante codiciado en la alta cocina y no es infrecuente encontrarlo en las costas levantinas de España. Incluso, sin mirar demasiado, uno puede apreciar bastante hijoputa con cara de cabracho en el atasco camino de la playa, hasta más o menos la altura de Tarancón. En defensa de los demersales, en general, hay que decir que los que te vienen por detrás echando las luces desde Cuenca no son cabrachos, son cabrones (de mierda). Tiene el mismo cociente intelectual, pero en vez de elasmobranquios son elasmobroncas, que es lo mismo pero con un punto más de mala leche.
Los demersales, en general, pero tampoco el cabracho, claro, nadan en la superficie con gran rapidez, dejando en ella una sola estela. El cabracho, menos evolucionado que sus familiares listos, se limita a camuflarse sobre el fondo gracias al mimetismo que le proporcionan sus colores gris y rosa (en verdad no es rosa, es salmón, pero esto no se le puede decir al cabracho porque se lleva muy mal con los salmónidos, por una razón de competencia entre delicatessen), que lo confunden con los fondos rocosos y algares y defienden de sus depredadores que suelen acercarse con un cuchillo para untar y unos panecillos tostados.
O eso cree, porque lo que distingue al cabracho del resto de los demersales es que el cabracho es el tonto de la especie, como el compañero gordo de clase que, jugando al escondite, se parapeta detrás de un chopo recién plantado pensado que no se le asoma el culo (por los dos lados del árbol).
Pues el cabracho es igual que el tonto del escondite. Igualito. Yo no sé si es que el mar Mediterráneo está más muerto que mi bisabuelo Cipriano o si lo que pasa es que sus peces pertenecen a otra especie evolucionada de listos que no esconden detrás del chopo, asomando las aletas por ambos lados, porque no se ve nada de nada de nada... Salvo cabrachos. Uno se sumerge a 18 metros de nada y, enseguida... Ahí, entre las algas, con los ojos cerrados como todos los tontos que creen que si ellos no ven no serán vistos.
-- Anda, cojones, un cabracho -y después se da uno cuenta-. ¡Será gilipollas! ¡Pues no se cree que está mimetizado con el fondo!
Se le ve perfectamente, la mierda de mimetismo que usa el tonto. Dan ganas de cantarle "aunque vengas disfrazao, te conozco bacalao". Da más el cantazo que un alemán en un tablao. Y al cabo de un rato...
-- Anda, cojones, otro cabracho...
Y así.
el cabracho o rascacio es un pez escurridizo de la familia de los demersales, es decir, un elasmobranquio pero que vive cerca del fondo de las zonas del litoral, aunque pueden llegar a encontrarse en profundidades de hasta 500 metros. Los demersales, y concretamente el cabracho, se mueven menos que una compresa con diez grapas y se mantienen en contacto con el fondo, aunque pueden efectuar movimientos migratorios según sus necesidades alimenticias o su ciclo de vida.
En el litoral, algunos peces demeresales (pero no el cabracho, que para esto es cabezón) pueden desplazarse tierra adentro para hacer cortos recorridos antes de regresar al mar. Este paso, de pez anfibio que dio origen a la vida sobre la superficie terrestres, da fe de la antiquísima existencia de los peces demersales, no exactamente del cabracho, por mucha cara de pastel que tenga.
El cabracho es un pez bastante codiciado en la alta cocina y no es infrecuente encontrarlo en las costas levantinas de España. Incluso, sin mirar demasiado, uno puede apreciar bastante hijoputa con cara de cabracho en el atasco camino de la playa, hasta más o menos la altura de Tarancón. En defensa de los demersales, en general, hay que decir que los que te vienen por detrás echando las luces desde Cuenca no son cabrachos, son cabrones (de mierda). Tiene el mismo cociente intelectual, pero en vez de elasmobranquios son elasmobroncas, que es lo mismo pero con un punto más de mala leche.
Los demersales, en general, pero tampoco el cabracho, claro, nadan en la superficie con gran rapidez, dejando en ella una sola estela. El cabracho, menos evolucionado que sus familiares listos, se limita a camuflarse sobre el fondo gracias al mimetismo que le proporcionan sus colores gris y rosa (en verdad no es rosa, es salmón, pero esto no se le puede decir al cabracho porque se lleva muy mal con los salmónidos, por una razón de competencia entre delicatessen), que lo confunden con los fondos rocosos y algares y defienden de sus depredadores que suelen acercarse con un cuchillo para untar y unos panecillos tostados.
O eso cree, porque lo que distingue al cabracho del resto de los demersales es que el cabracho es el tonto de la especie, como el compañero gordo de clase que, jugando al escondite, se parapeta detrás de un chopo recién plantado pensado que no se le asoma el culo (por los dos lados del árbol).
Pues el cabracho es igual que el tonto del escondite. Igualito. Yo no sé si es que el mar Mediterráneo está más muerto que mi bisabuelo Cipriano o si lo que pasa es que sus peces pertenecen a otra especie evolucionada de listos que no esconden detrás del chopo, asomando las aletas por ambos lados, porque no se ve nada de nada de nada... Salvo cabrachos. Uno se sumerge a 18 metros de nada y, enseguida... Ahí, entre las algas, con los ojos cerrados como todos los tontos que creen que si ellos no ven no serán vistos.
-- Anda, cojones, un cabracho -y después se da uno cuenta-. ¡Será gilipollas! ¡Pues no se cree que está mimetizado con el fondo!
Se le ve perfectamente, la mierda de mimetismo que usa el tonto. Dan ganas de cantarle "aunque vengas disfrazao, te conozco bacalao". Da más el cantazo que un alemán en un tablao. Y al cabo de un rato...
-- Anda, cojones, otro cabracho...
Y así.
Pena de cuchillo para untar porque era la hora del aperitivo.
X. Javea-Murguía (aunque también puede ser que con el agua a 16 graditos, los peces decidieran quedarse en casa ese día).
X. Javea-Murguía (aunque también puede ser que con el agua a 16 graditos, los peces decidieran quedarse en casa ese día).
7 Comments:
¿El cabracho no era el tipo ése que presentaba la gala de los Goya?
Fdo: Leónidas Asco, bicarbonatador
Efectivamente, Leónidas.
Son de la misma familia. De hecho, creo que cabracho significa "el que se hace notar".
Javier
Me he descojonado muy agusto con su cabracho a la parrilla.
¿Tiene cara de director de sucursal bancaria, verdad?
Y de mafioso de película de los años treinta y cuarenta.
GRacias David,
insisto: tiene cara de cabrón atascado en la A3 a la altura de Tarancón, no viendo el momento de parar para tomarse un pippermint con batido de chocolate.
Íbero, mail, comer.
Abrazos
Javier
Te mandé un mail el otro día a la dirección desde la que mandas la publicidad de este blog (info@club...) ¿no ha llegado?
Supongo que estará. Es que aún no he ido por la oficina.
He estado ocupado.
Luego te lo digo.
Javier
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