miércoles, junio 14, 2006

Rojo, amarillo y ...


Queridos amigos:

cada vez que hablo de estas cosas me acuerdo de los payasos de la tele, que hoy son tan políticamente incorrectos: el auto es de papá, que mamá no tiene ni puta idea de conducir y, además, tiene que planchar (así, planchaba, así, así), la gallina está loca por poner huevos pero el cabrón del gallo se desentiende tanto que ni aparece en la canción y el fútbol es cosa de hombres: chuta Ramón, no chuta María de las Mercedes ni nada parecido.

Con todo, ¡qué grandes temas, qué recuerdos, qué pedagogía infantil! Veíamos a los payasos de la tele y nuestros padres estaban tranquilos, no como ahora que cualquiera se fía, mucha educación moderna, mucha psicología y mucho hablar con el crío, pero como lo sientes en la tele media hora aprende a enseñar el culo, a decir unos tacos que ni yo me atrevería y a practicar bondage.

Los niños de ahora son la leche, ya lo dicen los Rolling Stones en "Mother's little helper" (El pequeño ayudante de las madres): "Hay una pequeña pildora amarilla, ellas van corriendo al refugio del pequeño ayudante de las madres". Fíjense en la inocencia de los payasos de la tele que decían, en la canción del auto de papá, que cuando hay un semáforo en rojo hay que...

-- "¡PARAR!".

Cuando hoy todos sabemos que los semáforos tienen cuatro colores: verde, pasa; amarillo, acelera que te da tiempo; rosa, pasa a toda leche que el otro aún se ha abierto; y rojo, pita al capullo de delante que estaba en rosa y pasabais los dos de sobra. Sin embargo, con los payasos de la tele aprendíamos esto al dedillo, cuando el auto de papá estaba parado y decía Miliki:

-- "Rojo, amarillo y..." (Por cierto, Miliki, macho, que la secuencia de colores de un semáforo es al revés).

-- "¡VERDE!", gritábamos desde casa y en nuestro ánimo ya estaba la intención de salir a todo gas. De hecho, hacía rato que estábamos picados con el de al lado para pasar por delante de él por el estrechamiento más allá del cruce. Éramos críos y, para nuestro ayuntamiento, seguimos siéndolo. No es que no sepamos lo que significa de verdad el código de colores, que esa semiótica está escrita en nuestro córtex de manera indeleble, es que a los adultos nos da por la reinterpretación de signos desgastados por su abuso, aplicando nuestro propio criterio para una adecuación de su significado a una circunstancia concreta, lo que, en muchas ocasiones, trae consigo consecuencias lamentables, pero esto forma parte de la condición humana adulta, que es más compleja que tres colores, y ni el carnet por puntos, ni las multas abusivas, ni la cárcel lo va a cambiar.

Sin embargo, no va a ser por el esfuerzo didáctico de los payasos de la tele: rojo, amarillo y verde. El mundo en tres colores es así de sencillo para niños, suecos y autómatas, para robotijos obedientes con nula capacidad decisoria, pero no es tan fácil, que cuando la vida es cuestión de tres opciones fáciles también nos equivocamos en numerosas ocasiones.

Por eso, como ya prediqué en una ocasión (CLIC), nuestros gobernantes nos cercenan las opciones: en primer lugar porque si el niño está quieto absorbido por la tele, no hace trastadas; en segundo lugar, por pasta: multas millonarias al primero que se le ocurra moverse. No es que les esté invitando a que se salten los semáforos (ni mucho menos, que eso puede perjudicar a terceros), es que echo de menos un poco de rebeldía ante estos abusos consistoriales. El último, en Barcelona, de la famosa ordenanza municipal de Joan Clon en pro del civismo, multará este verano con nada menos que 1.500 eurazos a quien ose bañarse en la playa con bandera roja. Y ya estamos con lo de siempre. Me imagino al municipal multando a ese Josua de L'Hospitalet de Llobregat, con sus tatuajes modernos, su piercing y su bañador surfer:

-- "Son 1.500 euros del ala, por pronto pago, un 30% de descuento... A mes, a mes estamos que lo tiramos".
-- "Pero, agente, que yo vi los payasos de la tele de petito".
-- "¿De qué te quejas? ¡Agradece que te estoy salvando la vida!".

Claro, mejor cállate que te mete otra multa por ir descalzo. Joder. Que te puedes cortar, inconsciente... 600 euros.

Que no haya revueltas populares en Barcelona contra esta ordenanza es flipante. Los únicos que han protestado son los surferos que, claro, como no han visto los payasos de la tele no tienen muy clara la semiótica. Además, con bandera verde no hay quien pille olas. La bandera roja es lo que tiene: que empieza siendo un símbolo de libertad y revolución y acaba significando sometimiento y represión.

Nunca más cierta la copla:

"El afán recaudatorio
mueve a su consistorio".

Por otro lado, estas multas colaboran a engrosar sustanciosamente las arcas municipales, así que si ustedes se saltan un semáforo; si dejan que su perro se cague en la calle del alcalde y no lo recogen; si orinan sobre el mobiliario urbano; si le hacen un corte de mangas a un guardia; si conducen con el móvil; si fuman en prohibido; si rompen una cabina en un arrebato de ira o, por poner un ejemplo tonto, convocan un macrobotellón en la puerta del concejal de urbanismo... En el fondo, están haciendo algo que repercute en beneficio de todos.

Pero no lo hagan, ¡eh! Mucho ojo.

X. Bea-Murguía (Mi granito de arena por la prosperidad municipal).