jueves, junio 07, 2007

Soy un ceporro, pero capaz de autocrítica


Queridos amigos:

un poco de ejercicio autocrítico es mucho más sano que ir a un gimnasio, comer ensaladas de rúcola , dejar de fumar, de beber y de todo. De hecho, el ministerio de Sanidad lo sería completamente si hiciera un poco más de ejercicio autocrítico y un poco menos de contorsión gilipollesca en la espaldera. Así se hace autocrítica, sin paños calientes, a rás:

-- Soy un ceporro.

Ven qué fác... ¿Cómo que no? (Un poco de falsa modestia es fenomenal para la autoestima). Que sí, que se lo digo yo, que soy un ceporro cien por cien.

Soy tan ceporro que estoy por montar una asociación ceporra para ser elegido presidente y aprobar unos estatutos o unos principios fundacionales, entre los que destaque, como principal objetivo, pelear contra la puta costumbre de quedarse frito en el sofá. Esto es una gran idea. En cuanto lo organice todo, en plan ONG sin ánimo de lucro ninguno, les paso el número de cuenta para que empiecen a hacer sus aportaciones pecuniarias.

Odio quedarme dormido en el sofá como un ceporro. (Confesar los odios ancestrales e irracionales es buenísimo para el karma). ¡Lo odio! Pero, últimamente caigo constantemente y me despierto allí, hecho un guiñapo, una piltrafa, un ocho, en una postura inverosímil de "muñeco abandonado por su ventrílocuo"(1), como si no hubiera dormido en toda la noche.

La culpa es de mi señora (repartir culpas es lo mejor para la mala conciencia). Ella adora dormirse en el sofá. Es su costumbre más tonta. Dice, para justificarse: "Es que cojo postura y me da pereza irme a la cama". Así que, ahora, con lo del embarazo, como no quiero que se duerma, en vez de acostarme, como he hecho siempre, a horas que son inconfesables (no quiero pasarme con el autodespelleje), me quedo ahí, en el sofá, vigilante, sonriendo impasible como un despertador a las diez y diez.

¿Quién despierta al despertador?(2)

El martes había House. Me encanta el personaje, que es de un cinismo mordaz delicioso, aunque la serie me gusta cada vez menos porque me parece ya de un rutinario insufrible. La podría protagonizar mismamente un señor inglés que se llamara John Smith y que fuera en tren a trabajar con su paraguas y su bombín, tomara su insulso lunch a las 12.05 horas bajo el mismo árbol de Hyde Park y el té a la cinco viendo la BBC y que, en todos estos días univitelinos, se fuera metiendo con todo Cristo. Sería lo mismo.

Soy tan ceporro que recuerdo haber visto las letras en nebulosa y eso que me quedo para ser yo el despertador. Beatriz me jura y me rejura que me despertó para que me fuera a la cama. Soy tan ceporro que no me entero de nada. Soy un ceporro comatoso.

Lo que más odio de dormirme en el sofá es su despertar amargo, que enciende un rescoldo de mala conciencia en ese preciso segundo en que la teletienda, anunciando un aparato de tortura física (ideal para aquellos que se torturan psíquicamente), y la luz de la lámpara baja del salón te dicen, como dos Pepitos Grillos, que te has vuelto a quedar dormido en el sofá como un gilipollas. En el pequeño vahído posterior al sueño, abro los ojos a un tío supercachas lleno de cables y me pregunto si gimnasia pasiva y pasar de hacer gimnasia es lo mismo.

-- Me cago en diez. Que puto ceporro soy.

Miro el reloj que nos regaló mi cuñado, son las cinco y cinco de la mañana, y decido levantarme... del sofá donde he dormido hecho un osario. Voy a la cocina a preparme el café. Activo el microondas, empiezo a darle vueltas a lo que voy a contar en el blog. La respiración tecnológica del horno me ayuda a concentrarme hasta que el pitido del final de la cuenta atrás, que es afiladamente agudo y muy desagradable, me saca de mi ensimismamiento...

-- La verdad es que estoy hecho una mierda -este es mi momento cobarde de cada mañana, ese en que siento una enorme tentación de volverme a la cama (nunca al sofá), lo que, en verdad, es una coartada para no enfrentarme con el pánico atroz al folio en blanco que se apodera de mí antes de ponerme a escribir-. Que mal sienta dormirse en el sofá. Es como si no hubiera descansado.

Miro con indignación el relojito digital del horno: es la 1.30 h.

Vuelvo al salón. Confirmo que las manillas del reloj que nos regaló mi cuñado son muy parecidas en tamaño y forma y me voy a la cama.

-- ¿Has usado el microondas? -me pregunta mi mujer, que aún está leyendo en la cama.
-- Soy un ceporro.

X. Ceporro-Murguía (capaz de autocrítica).

(1) Dice David Torres que Truman Capote describió así a Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir dormidos, apoyados el uno en el otro, completamente borrachos en un sillón.
(2) De "La mesa limón" de Julian Barnes, "¿Quién le corta el pelo al peluquero?", que es una variación del dilema, mucho más preocupante, "¿Quién vigila al vigilante?".

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3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Eres un ceporro que escribe de puta madre

07 junio, 2007 15:54  
Blogger Último Íbero said...

Comparto plenamente lo dicho por el señor Scrott.

Y añado ¿estáis esperando otro hijo?

Muchas felicidades. Espero que vaya todo de maravilla.

PD: Cada día me alegro más por haber encontrado este blog de aquellas maneras.

07 junio, 2007 19:52  
Anonymous Anónimo said...

Gracias, no es para tanto, pero me gusta que os guste.

Ibero, anuncié el embarazo de mi mujer, quizá de una manera un poco difícil y nada brillante, en "Ruah, pneuma, spiritus", el 14 de mayo...

Gracias por los buenos deseos. Seguro que todo va a ir estupendamente.

UN abrazo a ambos

Javier

07 junio, 2007 22:47  

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