miércoles, julio 04, 2007

Debo una explicación...

"Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación".
Pepe Isbert.
"Bienvenido Mr. Mashall".

Queridos amigos:

algunos de ustedes me han dicho que no entendieron la entrada del viernes, en la que me metía con el pavo del salacot. "Esa explicación que os debo, os la voy a pagar, como alcalde vuestro que soy...".

Efectivamente, como muchos de ustedes saben (porque esto es un blog de amigos y familiares), el jueves fuimos mi señora y yo al concierto de los Rolling Stones. Por supuesto. No voy a decir que fuera sublime, porque no lo fue, pero sí divertido y emocionante, muy emocionante, sobre todo cuando tocaron "Satisfaction" que la peña se volvió loca. Otro día lo comentaré (o no). De lo mejor del concierto fue encontrarme allí con Cristóbal y Ana. Una gratísima sorpresa.

Por supuesto que no fui al de los Jethro Tull, esos flautistas pasados de fecha que no llenarían ni el estadio de petanca de la ciudad de Hamelin... Ni el cuartito de debajo de la escalera de mi casa (el famoso cuartito de las ratas). La historia comienza el domingo 24 de junio, día de San Juan (muchas felicidades, Juan), que es el mismo día de mi aniversario de boda. Ese día estaba yo en Leiden, Holanda, comiendo panenkoeken con mi familia (en la foto, pueden ustedes ver a mi hermana Begoña en la cafetería de "El Corte Inglés" de Leiden), cuando me llegó el siguiente SMS de mi amigo Rodrigo: "Payasos, ancianitos, patéticos, imbéciles, palomos, labios recauchutados... interesante el artículo de tu amigo David Torres sobre los Rolling Stones en "El Mundo" de hoy..."

Efectivamente, al día siguiente comprobé en internet que el periódico pedía a sus lectores que opinaran sobre esta pregunta:

"¿Son los Rolling Stones la mejor banda de rock del mundo?"

El tema se apoyaba con dos artículos, uno regulero de no recuerdo quién, y uno MUY BUENO, muy divertido (leanlo, que les va a gustar), pero muy canalla-cabrón, de David Torres, que reproduzco a continuación para que ustedes lo lean, si quieren... Comprobarán por qué David, que es de San Blas, no tenía amigos en el cole: no es que no le gustara el fútbol, es que se lo hicieron odiar porque lo usaban de pelota.

"La respuesta es sencilla. No. Ni de coña" [Perdonen. Con esto sí estoy de acuerdo. Sigue...] "A ver si nos entendemos: no es cuestión de que estos ancianitos multimillonarios y patéticos me caigan como una patada en el culo. No es porque den a sus sufridos fans una y otra vez con la puerta del geriátrico en la boca. Tampoco porque sean feos como ellos solos, porque Keith Richards tenga la cara operada de fimosis y varices o que Mick Jagger parezca hecho con los restos de una liposucción. Que no. Tampoco importa el hecho de que Jagger cante por la nariz o de que Richards sea un guitarrista tan limitadito que dé la impresión de ser manco. Se hace las guitarras a medida, de 5 cuerdas (quizá con 6 el muñón se le atasque). Es una Telecaster, pero en sus manos suena más a teletubbie.

Tampoco se trata de gustos ni de simpatías personales. Los U2, por ejemplo, me caen más gordos todavía y sinceramente creo que son una de las grandes bandas del rock. Los AC-DC, repetitivos hasta la náusea, nunca me entusiasmaron, pero cualquiera de sus riffs vale por las obras completas de los Rolling. Y al lado de los Ledd Zeppelin (cuyo sonido poderoso y único un crítico norteamericano definió como “un braquiosaurio de sangre”) los Stones suenan como un palomar de tortolitas sin desflorar. Cualquiera de las bandas que he mencionado, y otras cuantas más (los Jethro Tull, los Police, los Yes, los Cream), merecerían figurar en el listado mucho antes que estos vejetes en leotardos. Sinceramente, no creo que los Rolling hayan acumulado más méritos a lo largo de su interminable y soporífera carrera que los debidos a una espectacular campaña de marketing.

Martin Amis –a quien un día le dio por perseguir famosos y no paró hasta entrevistar a Madonna– siguió a los Rolling Stones en una gira mundial y se aburrió como una ostra. Escribió que en cada uno de sus conciertos todo está calculado al milímetro, desde el primer desplante de chulería hasta el último fruncimiento de morros. Todo obedece a una coreografía prefabricada, a una avasalladora maquinaria de propaganda perfectamente engrasada y dirigida a la juventud, una mixtificación parecida a la que ha hecho creer a medio mundo que Ferrán Adriá es un cocinero o que Dan Brown es un escritor.

La publicidad empezó muy pronto, cuando en 1969 Jagger anunció al grupo como “la banda de rock más grande del mundo”. Hombre, un respeto, que, para empezar, estaban los Beatles, de los que los Rolling no dejaban de chupar rueda (hasta en las portadas de los discos, tú). Los Beatles eran todo lo que los Rolling soñaron con ser alguna vez y no van a lograr ni en sueños. Es decir, grandes músicos que venían del arroyo y que al final morían asesinados al pie de un edificio maldito. Comparar a los chavales de Liverpool con estos potentados que preparan sus canciones como banqueros una Opa, daría risa si no diera pena. Porque hasta en su simbología asociada, sus Satánicas Majestades (hace falta ser imbécil) han resultado más falsos que un duro de madera. Mientras que Jimmi Hendrix se iba por el desagüe de la gloria, Keith Richards se baja los pantalones cada vez que lo pillan con la nariz a punto de nieve, y Mick Jagger, el rebelde de labios recauchutados, lleva a sus hijos a uno de esos colegios para pijos uniformados.

Dejando aparte las evidentes limitaciones éticas, estéticas, técnicas y musicales del grupo, hay que concederles, al menos, dos cosas: una potra acojonante y una fastuosa puesta en escena. La chorra de aquel trueno que reventó justo antes de que empezara la música fue lo que hizo inolvidable aquel concierto del Calderón. El trueno, el rayo y un espectáculo digno de un circo de tres pistas. Básicamente, eso es lo que son los Rolling: saltimbanquis muy bien pagados, cómicos de postín, y todo el mundo siente simpatía por los payasos. El diablo no, por favor. El diablo no les compró el alma ni a precio de saldo, ni siquiera la alquiló. A éstos el diablo ni se lo han presentado".

Este infame, pero descojonante, artículo ha provocado una discusión entre los dos sobre los Rolling Stones y otras bandas de rock a la que les invito a ustedes. David quiso convencerme de que los tales Jethro Tull son muy buenísimos y me regaló un disco de ellos que yo, pensando que serían unos tíos cañeros (el nombre parece heavy, como los Judas Priest, Alice Cooper...), inocente de mí le puse a mi mujer en el coche camino del estadio Vicente Calderón.

-- Me ha dicho David que los oiga, que me van a gustar...

Beatriz se durmió antes de que el coche saliera de Tres Cantos...

La respuesta a David era, sin rencor ninguno, ESA... La del salacot. Y es que mira que tiene cara de oligofrénico con orinal en la cabeza.

¿Vale?

(Please allow me to introduce myself) X. Bea-Murguía

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viernes, junio 29, 2007

Pero... ¿dónde va el pavo del salacot con ese careto?

Queridos amigos:

ayer estuve en el concierto de los Jethro Tull en el Vicente Calderón. Son la leche. El estadio saltaba con tal entusiasmo rockero con los flautines de Ian Anderson y los suyos, tan bucólicos, tan alegres, que, por un momento, pensé: ¡DIOS! Si la peña sigue saltando de esta manera, SE VAN A HUNDIR LOS TÚNELES DE GALLARDÓN... ¡SE VAN A HUNDIR! Un evento apoteósico que tuvo su clímax cuando se arrancaron con el "Thick as a brick", que, como todos ustedes saben, significa "Menudo ladrillo"... CLONK... En la cabeza.

ZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZZ

Hay que tener cuidado con los Jethro Tull porque están contraindicados para las actividades de riesgo. Si se abusa, producen narcolepsia. Son como los Coldplay, pero con flautín y patas de cabra en plan dios Pan, La Galatea de Garcilaso de la Vega y la pastora Catalina. La alegría de la huerta, vamos. Ese toque tiene el punto justo de ensalmo pastoril que no me extañaría nada que sea lo que empuje a los pastores al onanismo y, después, irremediablemente, a la zoofilia. Habrá que investigar la relación entre este tipo de conyunda contra natura y los temas de Jethro Tull.

Esto lo digo por no meterme en el terreno de la belleza. No me parece bien criticar a unos artitas porque tengan "la cara operada de fimosis" o estén "hechos con los restos de una liposucción" o parezcan "un jamón de york pasado de fecha".

Es gracioso, es verdad. Esto no me duele en prendas reconocerlo. Es muy gracioso.

Los Jethro Tull son muy guapos todos. Son unos chicos muy guapos. Son de concurso. De feria de ganado de Wisconsin. Pueden ustedes apreciarlo: Joaquín Sabina recién salido de la Sinagoga y fumando (¡¡¡al lado de un menor!!!); el cruce del hijo secreto de los Bee Gees con el malo de Superman II a punto de hacerse un bocadillo de bebé en una película futurista de serie B; un gili que se ha pillado la barba con la bragueta y, en el centro, el cantante de los Maná puesto de pegamento.

El de abajo a la izquierda merece una mención aparte. Sí, ese. El de la boca abierta. ¿De qué calibre será la flauta que toque este tío? ¿Talla Sifredi? (Cepo 58, por lo menos). Parece un personaje de "La vida de Brian", un oligofrénico que se ha puesto un perico a modo de salacot en la cabeza y que tiene la impronta de llevar el escaparate de una tienda de ortopedia pegado al jetuño...

Que les den un premio. O algo.

¿Han visto una peli que se titula "Beautiful Girls"? Buenísima. Natalie Portman, Matt Dylon, Uma Thurman. Se la recomiendo. Tiene una frase muy buena que ayer, por fin, le pude soltar a Jagger. Le dije:

-- ¡Eh Mike! ¡Nada de Jethro Tull!

X. Bea-Stones (a buen entendedor)

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