martes, diciembre 29, 2009

Balcanizados


Ya sé lo que me van a decir. Que qué bien me lo monto. Que cuántas vacaciones tengo. Que cómo consigo que me den permiso en casa.

Lo sé, lo sé. Soy un monstruo.

Lamento decir que no tengo las respuestas. Sólo más preguntas: ¿por qué no lo hace usted también?

No es difícil. Un amigo y ganas de irse. La recompensa merece la pena.

Ya hemos triunfado, por todo lo alto, en Nueva York, en Escocia, en Normandía y en Bretaña. Esta vez, Telmo y José Luis, la versión remasterizada de Paco, vente a Alemania a ligar, ha elegido para 2010 los Balcanes. El año que viene, nos Balcanizamos. Cristóbal y yo, y quien se quiera venir (parece ser que este año hay un par de candidatos firmes). Nos vamos el 16 de marzo a Venecia, para ahorrarnos una escala, y de ahí, con un Mercury Monterrey del 64 y sin parar a ver San Marcos (Venecia no es el objetivo), tiramos palante, hacia el sol naciente, a Trieste.

Trieste es lo único seguro. Es un sí o un sí y a Cristóbal, que es como yo, le viene bien cualquier plan. Allí está el castillo de Duino, de los Von Thurn und Taxis, donde Rilke parió sus Elegías... ¿Quién si yo gritase me oiría desde los coros de los ángeles?... Allí, en Trieste, Italo Svevo parió "La conciencia de Zeno". Y, sobre todo, allí, en Trieste, James Joyce empezó a darle vida a "Ulyses".

De esta parada no cabe ninguna duda. ¿Creen que nos vamos a volver locos intentando ver todo eso? No. Me basta con respirar ese mismo aire.

A partir de aquí, todo está sujeto a lo que nos apetezca. Bien empezar a bajar hacia Istria, que promete ser maravilloso, bien tirar hacia Liubliana y quizá dormir en Eslovenia. O tal vez no.

Si tiramos hacia Liubliana, la siguiente parada sería Zagreb, para una etapa más larga, a través de Bosnia-Herzegovina, Banja Luka, Sarajevo, Mostar y vuelta a Croacia, a Dubrovnik. Después, toda la costa de Dalmacia hacia el norte, Split, Zadar, las islas, Krk y Rijeka, donde D'Annunzio declaró el Estado Libre de Fiume, Istria y vuelta a Trieste, para cerrar el círculo hasta Venecia.

Aunque si tiramos primero hacia Istria, quizá hagamos lo mismo, pero en sentido contrario. O tal vez no.

Será del 16 al 23 de marzo. Faltan 77 días.

X.Bea-Murguía (llevamos un cargamento de vocales porque vemos que esta gente tiene carencia de ellas).

Porque lo bello no es sino el comienzo de lo terrible.

lunes, diciembre 28, 2009

Zapatero, haz algo para que me redima, ¡Por Dios!

Soy un trozo de carne.

Y poco más.

No tengo voluntad. Soy pura pulsión irrefrenable.

Zapatero, ayúdame con una ley que me redima: prohíbe los callos con garbanzos de mi suegra.

Tan ricos. Con su puntita de picante, su chorizaco y su morcillar del pueblo y esa salsa... ¡Ay esa salsa! Esa salsa tierna y espesa como mi primer pecado que se me pega en los labios como el beso que sólo di en sueños... Esa salsa en la que pringar el pan hasta la uña. Esa salsa que se unta en mi boca nublándola, llenando de niebla mi aeropuerto que, sin embargo, nunca se cierra al siguiente avión cargado de garbanzo.

¡Dios qué ricos, coño! No puedo resistirlo: me como tres platos, harto de placer a mis papilas y luego ando dos días jodido.

Me hace mal, sí, ¡pero me hace tanto bien!

Yo no sé si es que le añade polonio 210 o garbancina (¡ese alcaloide superadictivo) o qué será, pero soy incapaz de abstenerme: saboreo la gelatinosa carne de los callos aplastando su resbaladiza textura contra mi paladar; dejo que la sangre roja del chorizo inunde mi boca de deliciosa grasa, engullo con fruición cada uno de sus morcillares y disfruto como un enano con el placer que me proporciona cada cucharón repleto de garbanzos, esas pepitas de oro de Fuentesaúco nunca suficientemente reivindicadas.

¡Y ya está bien! Que luego sufro mucho. ZP tiene que hacer algo para protegerme de mí mismo. Otra ley omnibus de esas, que lo mismo vale para prohibir los callos que para tomar medidas contra el paro.

X. Bea-Murguía (Queda un poco en la olla, ¿alguien se lo quiere rematar? Venga, anda, que no lo vamos a dejar aquí. Toma un trozopán. Dale... ¡Ay!)

martes, diciembre 22, 2009

Se acabó el tiempo de los valientes

Cuando, en 1967, el gobierno de Estados Unidos llamó a filas a Muhammad Ali para enviarlo a Vietnam, este se negó a acudir. Alí dejó de hacer gracia y sus baladronadas se apagaron. El considerado mejor boxeador de la historia, campeón del mundo de los pesados, aguantó en el rincón al que fue relegado el correctivo feroz del que fue objeto, el máximo castigo al que puede ser sometido un deportista de 26 años en lo más alto de su carrera: lo apartaron del ring para que se doblegara, con grave perjuicio para él, para su figura y para su popularidad.

Los medios de comunicación, en la hora de la patria, se volcaron en su desprestigio. Ya no era el bocazas que hace reír con sus exageradas soflamas, ni el negro que se daba de hostias contra otro negro para diversión del blanco. Fue condenado a la pena máxima: cinco años de prisión y 10.000 dólares de multa (aunque no entró en prisión); fue desposeído de su título mundial e inhabilitado para el boxeo. La gente, en la calle, le insultaba, le preguntaba si se creía mejor que aquellos patriotas americanos que se estaban dejando la vida contra el Vietcong.

Pero Alí sólo contestó: “Ningún vietnamita me ha llamado negro”, como si quisiera dejar claro que su guerra, la de la libertad y la igualdad de los negros americanos, se libraba en otro campo de batalla.

Tan grave era su delito, aunque hoy todos aplaudamos y comprendamos lo que en 1967 era una acción totalmente contra la corriente de pensamiento imperante en América, que el gobierno de Estados Unidos le ofreció el indulto a cambio de hacerse unas fotos vestido de recluta y unos combates de exhibición para animar a la tropa en Vietnam. Le pusieron en bandeja, como Satanás en el desierto, una guerra light para que entrara por el aro, como si la de Alí fuera sólo una pelea por salvar su pellejo y no algo más, una lucha por la libertad.

Alí, que es el espíritu de la América que yo admiro y no un mono de pelea ni un payaso bocazas de desmesurada lengua y puño, les mandó a la mierda. Pero era el tiempo de los valientes, de los hombres que saben por lo que luchan, que son dueños de sus decisiones y, por tanto, capaces de asumir sus consecuencias contra la opinión establecida, contra las verdades inmutables, como aquella no tan lejana en que todo el mundo creía: la supremacía del blanco, la segregación que relegaba al negro a lo más bajo y peor de la sociedad.

A Alí no lo dejaron volver a pelear hasta 1970, cuando la corte de Kentucky levantó su veto en ese estado, decisión que secundó a los pocos meses la corte suprema del estado de Nueva York, por ocho votos a cero. Quisieron hundirlo, pero, en sus horas más bajas, Ali obtuvo su mayor triunfo.

Tuvieron al mejor boxeador del mundo tres años en el dique seco por no ser negrito obediente, por renegar del cristianismo, por pretender ser un hombre libre, insisto (porque lo dijo él mismo), dueño de su vida y de sus decisiones.

Pero el tiempo de los valientes se acabó. El tiempo en que un tipo como Ali tenía el apoyo incondicional de intelectuales como Bertrand Russel y Norman Mailer, tan alejados del pesebre como vendidos al poder los líderes de opinión de hoy.

Esto ya pertenece al mito de Alí, a la leyenda de las personas que pelearon, hace 40 años, por un mundo mejor para todos. Ahora, aquellos que estaban en aquel lado de la trinchera, a favor de la justicia y de la libertad, se han establecido en el poder y, como tantas veces sucede, ya no les importa tanto si la gente es más o menos libre.

Se les llena la boca con proclamas vacías, pero ponen, por encima de cualquier otro valor aquellos mismos principios irracionales y abstractos contra los que lucharon y los defienden con los mismos medios arrolladores como los que, en su día, usaron para aplastarlos a ellos.

Yo quiero vindicar la vuelta del tiempo de los valientes. ¿Quieren darle un Nobel de la Paz a un negro americano que de verdad lo merezca? Muhammad Ali.

X.Bea-Murguía (flipando con “En la cima del mundo”, de Norman Mailer).

viernes, diciembre 18, 2009

¡Qué cruz!

Me contó en una ocasión mi amigo Pedro Ramos que, aunque trabaja en la construcción, una vez tuvo que organizar el derribo de una iglesia y que desalojó al operario de la máquina (ésa que lleva una bola enorme y una cadena, a modo de fantasma motorizado) para ser él mismo, en persona, el que disfrutara tirando abajo la espadaña a bolazos.

Debió de ser la hostia, sobre todo reconstruirla cuando le dieron la orden contraria y ya no tenía remedio. Pedro Ramos es gran amigo y bellísima persona, aunque apenas gaste en vino y no crea en Dios, pero, como dice el obispo Parada en "El poder del perro" de Don Winslow, "Eso da lo mismo: Dios sí cree en él".

A mí la religión me deja frío aunque reconozco la innegable raíz cristiana de toda Europa, no sé si habrá sido o no el germen de las sociedades más abiertas, libres y tolerantes del mundo, pero, desde luego, hay otros axiomas aceptados y fuera de toda discusión en nuestro país que tienen mucho menos apoyo estadístico que esa afirmación.

Por eso los crucifijos en los colegios no me molestan. Ni estoy a favor, ni estoy en contra, sencillamente no entiendo por qué ese empeño tan tonto en quitarlos, cuando resulta que, después, a la hora de elegir entre enseñanza religiosa o alternativa (antes "ética"), el 80% de los padres siguen eligiendo la primera.

Es un poco como aquella máxima tan graciosa: "Yo no creo en Dios, pero mis hijos van a aprender religión católica, que es la única verdadera".

De hecho, yo no tengo ni idea de si en el colegio de mi hijo hay o no hay crucifijos, es que ni me lo he planteado, y duermo igual de bien porque me importa un bledo, como tampoco me preocupa si hay o no hay bandera española en los colegios públicos españoles...

Creo que tenemos muchos problemas en este país que necesitan una discusión social con bastante más urgencia que eso, que es un quítame allá esas cruces, pero ¿hay bandera española? ¿Y por qué no la hay? No es que yo esté a favor, ni en contra, sencillamente me pregunto si existe una buena razón para que en todos los colegios públicos españoles no ondee una bandera española.

A mí me da igual, pero a la ley no: "Ley 39/1981, de 28 de octubre, por la que se regula el uso de la bandera de España y el de otras banderas y enseñas. Artículo 3.1: La bandera de España deberá ondear en el exterior y ocupar el lugar preferente en el interior de todos los edificios y establecimientos de la Administración central, institucional, autonómica, provincial o insular y municipal del Estado".

En este asunto, como en todos los demás, lo que hay es un empeño constante por parte del gobierno de desviar el debate público hacia gilipolleces, esperando a que la crisis se resuelva sola antes de marzo de 2012. No hay otra razón para que estemos hablando de cruces, toros y demás.

X. Bea-Murguía (propone llamar a la Cruz Roja sólo La Roja)

lunes, diciembre 14, 2009

Haidar, una guerra justa


A estas alturas de la película, Zapatero ya tiene que haberse dado cuenta de que gobernar no tiene nada que ver con materializar las ideas. Sí, porque es facilón y tiene buena prensa, en todo aquello que se refiere a cabrear a los curas o sacarlos a la calle. Esto todavía, en esta España clavada en la cruz, increíblemente tiene público, por mucho que luego sean esos mismos votantes los que abarrotan de fervor el animismo de las procesiones, que es idolatría pura y dura.

Estaría bien visto hasta que, por ley, la Cruz Roja dejara de llamarse Cruz Roja y se llamara sólo La Roja. Porque que los monseñores salgan a la palestra a amenazar con herejías, excomuniones, fuego eterno y otras armas dialécticas de peso semejante es hasta divertido, si no fuera patético, si no borrara la niebla informe que separa lo cómico de lo dramático: no hay nada más triste que alguien que se toma en serio su actuación mientras el público se ríe y se muere de vergüenza ajena. Estos son como los frikies que invadieron la tele hace unos años. Igual. Personajes de Amenábar. Lo mismito.

Pero llega Haidar y, ay, aquí ya no somos tan valientes ni tan idealistas. La mujer nos ha metido en un problema serio y ZP es incapaz de resolverlo porque eso sí que tiene mala prensa, sobre todo entre los suyos. Si Zapatero fuera hoy el jefe de la oposición, lo tendría cristalino: se habría puesto al frente de la manifestación, como hizo en tantas ocasiones en el 95, no habría sido "leal", como hoy le exigen a Rajoy.

Los suyos son de esa cuerda.

No creo equivocarme si digo que la inmensa mayoría de los votantes en este país son pro-saharauis, entienden y comparten la lucha de Haidar, saben que ese drama está en la zona más alejada de lo cómico y abominan de un régimen, el marroquí, que es dictatorial, que nos torea y que se quiere apropiar del Sahara, sí, pero también de Ceuta, Melilla y Canarias. No es listo el Mohamed, ni nada.

Zp tiene ese problema, pero no quiere mojarse, porque le podrían poner los morros como a Berlusconni. Si hay que amoratar a alguien los ojos, por la segunda huída española del Sahara que supone dejar que Aminatou Haidar muera en Lanzarote, que sea a Moratinos. Porque, claro, aquí hay que decidirse, dar la cara, decantarse y eso es algo que Zp, el indefinido, lleva mal.

Marruecos no da opción: o conmigo o con los pobrecitos refugiados del Sahara Occidental. ZP, en el fondo de su alma de buhonero, cuenta votos de un lado y otro y lo tiene claro: renta mucho más posicionarse con los niños que viven en tiendas de campaña en el desierto, con un Frente Polisario desactivado, con esos actores que van y vienen y salen (con poquita fuerza) en la tele pidiendo la liberación del Sahara...

Pero la Otan (sobre todo Francia y Estados Unidos) no están de acuerdo. Ellos carecen de ese problema electoral que es el Sahara Occidental, porque sus ciudadanos no tienen mal la conciencia: ellos no dejaron los fosfatos saharauis de la noche a la mañana para que se los apropiara el sátrapa de Hassan II con esa invasión en toda regla que fue la Marcha Verde. Fuimos nosotros. Ellos ven en Marruecos un bastión contra el islamismo, como en su día Ike vio en Franco un dique de contención del comunismo, y lo último que quieren a 13 kilómetros de Europa es inestabilidad, la que proporcionaría una "democracia" joven e inexperta en un Sahara Occidental independiente, donde, si se les permitiera votar, podrían llegar a decidir que quieren que les gobierne algún ayatolah iluminado, antioccidental y peligroso. ¡NO! Ya dejamos votar a los palestinos y nos salieron rana. Ni hablar. Si hay elecciones, que sean como las de Afganistán.

En el fondo, Zapatero ha conseguido parecerse a Obama. Si los miras de lejos, así como a dos kilómetros, te das cuenta de que son igualitos. La misma verborrea convincente y poco más, salvo que, en lo blanco del ojo, Obama manda 30.000 tíos más a la guerra en vísperas de recoger el Nobel de la Paz, se planta en el parlamento noruego y asegura que hay guerras justas. Como Vegecio: "Si vis pacem, para bellum". Si quieres la paz, prepara la guerra.

Eso es gobernar, José Luis: que Haidar te quite la careta, tomar decisiones que tus votantes no van a comprender, desgastarse y arriesgarse a perder las siguientes elecciones porque cuando uno es presidente del gobierno ya no puede salir cantando "Paz y amor", "No a la guerra" ni "Freedom for Palestina". No.

Cuando uno gobierna, tiene que ponerse de pie ante la bandera de Estados Unidos. Tiene que recibir en Moncloa a sapos y a culebras. Tiene que asumir que la justicia nunca puede ser universal, que la libertad de muchos se sostiene en la esclavitud de tantos, que decidir es descartar, que beneficiar a unos es perjudicar a otros, que si hay opulencia es porque hay necesidad, que existen las guerras justas y, por desgracia, dictaduras necesarias.

X.Bea-Murguía (bota a ZP)

Noten el tono irónico de esta entrada, escrita por alguien que cree que es necesario solucionar el asunto del Sahara Occidental, que la Marcha Verde fue una invasión en toda regla y que el pueblo saharaui, por justicia, tiene derecho a decidir su futuro.