A follar todos
Queridos amigos,
todo lo que voy a decir sobre Carla Bruni es:
a.- Tampoco es para tanto.
b.- Tiene un mal gusto manifiesto y la prueba viviente es su marido de playmobil, ese Jean Paul Belmondo con asas, pasado por la presa.
¡Qué pesada se ha puesto la peña con la visita de esta mujer! Porque, al final, el marido no ha venido, ¿no? ¡Bah! ¿Y a quién cojones le importa si el mundo está a punto de acabarse por culpa de la Nueva Gripe? El que está contento es Zapatero que ve que, con esto de la gripe porcina, no pierde las Elecciones Europeas: los cadáveres no votan.
Una historia contada y cotejada, que es de esas anécdotas que te llegan por dos sitios distintos y coinciden o se parecen mucho, es ésa del español en el Red Light District de Amsterdam, ataviado con la indicada camiseta de la selección de fútbol, cantando
"A follar, a follar
que el mundo se va a acabar".
Me encanta la cancioncilla. Cuando ruge la pandemia desde la portada de todos los periódicos, es un consejo enormemente útil. La gente está pirada, pero me preocupa la irresponsabilidad de aquellos que han extendido esta histeria absoluta, que se contagia más rápido que el virus, y que no es nueva, que se repite año a año por mutaciones de enfermedades "nuevas" y desconocidas, enemigos de la humanidad tan diminutos como temibles, ante los que estamos completamente indefensos, porque no los vemos venir, como si estuvieramos alargando la penumbra con un mechero incapaces de poner rostro al monstruo que acecha, agazapaíto, en la oscuridad.
Ya se sabe que el miedo se acaba justo cuando se le ve el jetuño al monstruo.
Pero, y digo yo:
¿Para esto han invertido horas y horas en el gimnasio haciendo contorsiones gilipollescas? ¿Para esto tanto régimen, tanta abstinencia, tanto no fumar y no beber? ¿Para que venga un puto virus del cerdo, mute y nos lleve a todos por delante? ¿Qué van a hacer ustedes? ¿Piensan acostarse una noche más con el run run, acojonados porque les ha entrado un poco de tos después de la cena, pensando en que, probablemente, no despierten nunca más? ¿Se van a comer el tarro? ¿Va usted a dejar que le devore las entrañas un bichito tan minúsculo como hijoputa que, encima, viene del cerdo (con lo mal que huele eso)?
Piensen en la muerte como un lugar común literario medieval: el poder igualitario de la gripe del cerdo, que llega a papas y reyes tanto como a siervos; que mata lo mismo a ricos que a pobres, a gordos que a flacos, a fumadores a no fumadores...
"¡Ay muerte!, ¡muerta seas, muerta y malandante!"
Anda y que le den morcilla al virus del cerdo. A follar todos, que esto se acaba.
Por cierto que creo que empiezo a tener síntomas de gripe del cerdo: toso un poco, mucosidad incipiente, un poco de dolor de pecho, sabor acre en la boca y, lo más raro de todo, un síntoma de la nueva gripe que se localiza en la lengua y es que no lo puedo evitar, es como si me hubiera quedado atorado y nomás pensara en jugar pelota base en el cobertiso de Lulú. Sielos, compadres, me está brotando de la cabesa un enorme sombrero mexicano y tengo ya ganitas, nomás, de echarme una siesta. Es horrible, me estoy metamorfoseando en Bigote Arrocet... ¡Aaaaah! ¡Qué virus más pendejo, pinche gabacho! ¡Viva México!
X. Bea-Murguía (delen, pendejos, váyanse a la chingada).