Carta abierta a un hijoputa
me tienes hasta los cojones. Yo no tengo la culpa de que haya tanta gente de tu calaña repartida por Madrid y alrededores, ni tampoco de que la Citröen fabrique más coches que antenas, pero es que es la cuarta o quinta vez que me la mangas y en el concesionario ya se ríen de mí. Me ven como el único pringado de este mundo que, cuando un hijoputa como tú le roba la antena del coche, en vez de hacer lo propio con el vecino, con premeditación y nocturnidad, va a comprar una nueva.
Lo tuyo no sé cómo llamarlo. No acierto a saber si lo que te pasa es que eres un cabrón con pintas al que le gusta joder a los demás, que no me extrañaría nada, o si lo que te pasa es que coleccionas fustas porque te mola el sexo bizarro y el bondage. No seas vago de los cojones y, cuando quieras que una persona con capucha y vestida de cueros te fustigue las nalgas, te acercas a un concesionario y te compras tú una puta antena, que valen cuatro pesetas. No te preocupes, que nadie te va a preguntar para qué las usas.
Como no te voy a pillar nunca, sirvan estas líneas para que te quede claro que, esta mañana, cuando me he dado cuenta de que me la habías vuelto a birlar, he usado la calavera de tu puta madre de orinal, me he acordado de tu padre y de todos tus muertos y te he deseado que sea tanta la mala leche que empleen para atizarte en el culo que se te acabe asomando el coxis por el glúteo despellejado y en carne viva, de forma que tengas que dar engorrosas explicaciones al cirujano de guardia.
Que te den mucho por el culo
Javier
Queridos amigos,
si no ha de servirme el blog de desahogo, ¿para qué coño lo escribo?