martes, marzo 24, 2009

El GPS

Queridos amigos,

probablemente cuando muchos de ustedes lean esto, este que es un servidor, un amigo, un esclavo de ustedes, estará dando vueltas por la France du Nord, cerca de Rouen, que es mi primer destino y lo único que tengo verdaderamente claro, por aquello de comprobar in situ "Le mystère de la charité de Jean D'Arc", de Charles Peguy.

(Papá, me merecía la matrícula de honor, no es por nada).

Por lo demás, gran incógnita. No he preparado nada, porque vamos Pachorra y Pachorrón a dar una vuelta por allí en lo que ya se ha denominado el "Paquito Tour" o "Paco Martínez Soria a la France comme une flèche". Tengo claro que llegaremos hoy a Rouen y que me voy a comprar una boina, pero mañana ya veremos. En principio, iremos hacia la costa, al Etrètat, Le Havre, probablemente sin parar, Le Pont de Normandie, Les Bucles du Seine y de ahí a Puente Pegasus, cerca de Caen, las playas del desembarco, Saint Mer Eglise, Mont Saint-Michel y cruzaremos a Bretaña para ir a Carnac y a la Ille Quiberon...

O puede que no. Puede que hagamos todo lo contrario.

Ayer me llamó Cristóbal, mi compañero de viaje, para preguntarme si se llevaba el GPS...

-- ¡CRISTÓBAL! -le dije en Francés, que es Cristobal, porque estos franceses acentúan al revés-. ¿El GPS para qué? Si lo que yo quiero es perderme.
-- Tienes razón -me contestó-. ¿Llevas mapa?
-- Llevo mapa.

Lo que no le dije es que el mapa es de Normandía, que la Bretaña sólo se huele cerca, porque, en un principio, no entraba en nuestros planes, pero con mi refinado francés podemos preguntar a cualquiera un...

-- Excuse moi, sil vous plait, es ce que vous savez comme peut nous arriver a Carnac...
-- C'est tres sencille... La premier a droit et la seconde a gauche et roulez directment a la mer...
-- ¡A la merde!
-- ¡Non! A la mer...
-- ¡Ah, a la mer! La mer, la mer, toujours recommence... Merci beaucoup.
-- De rien.

Francés fino, fino. Si parezco educado en La Sorbone. Con un francés así, ¿quién necesita un GPS?

Volveré. Les tendré a todos ustedes en mis oraciones.

X. Bea-Murguía (De chemin de la France)

lunes, marzo 23, 2009

A 24 horas

Queridos amigos,

tranquilos todos que, después de una semana sin escribir, no pienso castigarles con otra entrada sobre golf. Soy un obseso, pero no tanto. He estado bastante ocupado este fin de semana largo, disfrutando de muchas cosas, del Día del Padre (el mejor día del año), de algunas sensaciones nuevas reconfortantes (mi Rodrigo, que se hace mayor), de mis niños boquiabiertos en el Zoo, a los que no pareció importar que dos millones de personas tuvieran la misma idea que nosotros, y de mi mujer, con la que últimamente comparto, sobre todo, un cansancio vital que nos abruma un poco.

A ella más que a mí, por supuesto. Se lo curra más. Tengo que reconocerlo. No es que yo escurra el bulto. En absoluto. Yo también hago todo lo que puedo y más. Nadie puede decir lo contrario.

Por eso no voy a recordarles a todos, al menos no mucho (aunque ya lo esté haciendo) que mañana me piro una semana de vacaciones a Normandía con mi amigo Cristóbal. Sí les quiero contar qué sentido tienen, para mí, estos días que ya se han convertido en una tradición y que no paro de recomendar a todo el mundo, a todos los que están casados y tienen hijos, incluida a mi mujer. Todo gran reserva tiene que oxigenarse para estar en su punto.



Las vacaciones no están lejos, ni en la playa, ni en la montaña, ni bajo el oceano, ni en la visita a parajes exóticos o a monumentos históricos o a las nuevas maravillas del mundo. Las vacaciones no son probar cosas nuevas ni hacer algo que nunca se ha hecho ni emprender actividades lúdicas que, normalmente, quedan fuera de nuestro alcance. Las vacaciones, las de verdad, están dentro de la cabeza. Podría irme con Cristóbal a recorrer la Castellana durante una semana, que serían vacaciones, porque de lo que me libero es solamente de la obligación de hacer algo, lo que sea. Así es como se oxigena mi ánimo, como renuevo mis fuerzas, como vuelvo fresco y dispuesto a seguir tirando para adelante.

No me libero de mis hijos, a los que me llevo en el pensamiento, ni de mi mujer, a la que adoro... Llevo 17 años con ella (para 18), me he casado dos veces (sin separación de por medio) con Beatriz porque he querido y me casaría con ella cinco veces más... Lo haría todos los años. Probablemente ella es la única decisión firme que he tomado en toda mi vida. En este tiempo, que es la mitad justa de mi existencia, hemos compartido un sinfín de silencios cómodos y tantas alegrías que se eclipsan los momentos amargos. Para olvidar los malos ratos me basta un gesto, una caricia en la mano, una sonrisa, un abrazo a tiempo, una palabra de ánimo, una carcajada cómplice, una confesión. Mi hogar es sólo el calor de su cuerpo por las noches, ella es mi sitio y mi indulto.

Pensaréis que estas palabras las mueve la mala conciencia y, en el fondo, es así, pero no el arrepentimiento, porque no hay, y no por ello es menos verdad que diga aquí, públicamente, lo que tanto me esfuerzo en demostrar día a día (aunque haya días, como ayer, en que no con demasiado acierto). Me piro una semana y aquí la dejo con el pastel. Cuando programamos el viaje, lo calculé todo porque yo, que lo sepan ustedes, soy más listo que la media. Pensé en todos los detalles: en que ella no tendría cierres de revista; en que sus padres estarían cerca para echarle una mano; en que la niña ya dormiría toda la noche de un tirón...

Soy tan listo, que no he dado ni una. Pero ya no hay vuelta atrás. Así son las cosas. Ni ha cerrado su revista (al menos no del todo), ni sus padres se quedan toda la semana, ni Ana duerme toda la noche de un tirón (y son 15 meses ya... Un marathon agotador).

Con este pesado lastre, con la misma culpablidad que me atenazaba el corazón cuando iba de camino a un examen sin haber dado ni chapa, sin dejar de pensar en ella, me voy de vacaciones. Que por qué me voy, se preguntarán. Lo hago porque me mueve una pulsión puramente egoísta, porque estoy empeñado en que ella haga lo mismo cuanto antes y porque esta semana es, para mí, para cualquiera en mi situación, el monzón que aliviará dos años de sequía extrema.

Pregúntenme si el año que viene voy a hacer lo mismo.

Sí.

No se corten. Digan ustedes lo que opinan. Más no puedo desnudarme. Pero si usted está pensando que por qué no me quedo, si tanto quiero a mi mujer, es que no he sabido explicarme. Creo que sólo hay dos personas en el mundo, sólo dos, que entienden de verdad por qué lo hago. Curiosamente, sólo esas dos personas. Tal vez tres.

X. Bea-Murguía (hace años, cuando elegí este pseudónimo para firmar fotos en una revista, lo hice porque era el apellido del marido de Rosalía de Castro, Manuel Murguía (Martínez Murguía, en verdad), combinado con el nombre de aquélla que duerme ahora mismo a cinco metros de donde estoy yo confesándome, cuya sonrisa es fundamental para rematar la peor de mis jornadas en un feliz sueño... Quizá por eso me voy, como quien coge distancia para ver un todo).

lunes, marzo 16, 2009

Cinco satisfacciones

Queridos amigos,

en el esforzado y difícil juego del golf, voy haciendo mis pequeños progresos, poco a poco, pero con tremendas satisfacciones que, hace un año, ni hubiera pensado. Cada vez que en el campo de prácticas le meto un maderazo bacalao y la mando recta y elevada a 200 metros, se me olvida que antes, pero dos minutos antes, se me ha ido la bola a la derecha a tomar por saco. Le doy y, si vuela, se me hincha el pecho y las cinco o seis bolas malas anteriores se difuminan en la memoria, como un mal sueño, como si nunca hubieran salido de mi palo.

Primera satisfacción: tiré cinco malas, es verdad, pero una tan buena que todavía la veo volando.

Le conté a mi profesor, Diego San Román, que finalmente había ido a jugar al pitch & putt con Javier Marca.

-- No sabes dónde te estás metiendo- me dijo-. Esto es un vicio.
-- Ya, ya me voy dando cuenta.
-- ¿Qué tal te fue?
-- Muy bien -le contesté-. No hice ninguna pifia importante y di dos o tres golpes buenos, aunque el primer día se me fueron dos al lago, pero, bueno, yo me fui muy contento para casa. Me da tanto gusto cuando le doy bien, que los golpes malos se me olvidan.
-- Muy bien, Javier - me dijo Diego, sin exclamaciones-, tú ya le has cogido la esencia al golf. Otros están años jugando y no lo pillan. Tú, en dos meses, ya sabes de qué va. Ahora, incluso, puedes ir a jugar solo, que te lo pasarás igual de bien.

Segunda satisfacción: las palabras exactas dichas por la persona adecuada.

Los profesores de la Federación habían organizado un campeonato de putt para todos los alumnos: nueve hoyos en el putting green, dos golpes por hoyo, de forma que los que se lo hicieran en 18 ó 19 golpes pasarían el corte seguro para una ronda final, los de 20 ó 21, a lo mejor. De 22 para arriba, difícil o imposible. Aunque esto es un cálculo a priori, que después depende de lo que hagan todos los jugadores.

Empecé regular. Me hice los dos primeros en tres, con sonada cagada en el uno a medio metro del hoyo, lo que me ponía en un mínimo de 20 (a no ser que hiciera algún hoyo en uno, que no lo hice). Mis compañeros, sobre todo uno de ellos, bien vestido, elegante, con porte, que se le ve al hombre discreto y educado, en el par. Después, cuando me centré, fui el más regular: cinco hoyos en dos y dos en tres. Les gané a los dos. El elegante llegó a cagarse en la puta en voz bien alta cuando en el séptimo no embocó su cuarto putt. Yo me quedé en 22, ellos en 25 y 26. No paso el corte, probablemente, pero no llevo ni dos meses jugando. Es un buenísimo resultado. Al menos, eso pienso yo. Seguro que mi madre y mi tía Carmen están de acuerdo.

Tercera satisfacción: no paso el corte, pero me doy cuenta de que me da lo mismo, que estoy contento con mi resultado porque he sido regular y, sobre todo, porque he tenido el dominio de mí mismo. En el otro lado, el tío elegante, que lleva jugando tres meses más que yo, pierde la compostura, con palabras que no le pegan nada con los zapatos que gasta. No se da cuenta de que por eso, precisamente por eso, falló el cuarto putt en el hoyo siete.

El sábado fue el cumpleaños de Rodrigo, ocho años ya. Entre las montañas de regalos que le hicieron (demasiados, como siempre), mis suegros le compraron lo que él había pedido: una pequeña bolsa de golf con una madera, tres hierros y un putt...

Lo mejor de todo es que paramos en una gasolinera y me dice:

-- Cógeme un guante de plástico.

Después, ya en casa de mis suegros, veo al tío Isaías con el guante de plástico puesto en la mano izquierda. Rodrigo le está enseñando a jugar al golf.

Cuarta satisfacción: a Rodrigo le gusta venir conmigo al golf.

Tendrían que verlo. En mi caso, es todo un proceso mental que debo desenrollar de mi memoria, en el que un paso da pie al siguiente, como una lista de los Reyes Godos. Cojo el hierro 7, me pongo en la alfombra del campo de prácticas, pongo la bola, sitúo el palo, lo agarro con la mano izquierda, con cuidado, procurando poner los dedos como me han dicho que se debe hacer, apoyo la derecha en su postura, apunto con la cazoleta, centro la bola entre las piernas, relajo las manos, las muñecas y los brazos, meto las puntas de los pies para dentro, mido y corrijo la distancia entre la bola y yo, busco estar cómodo, relajado y con el brazo izquierdo recto, levanto el palo despacio, procurando trazar bien la subida, clavando la vista en la bola, sintiendo el palo en las manos libre, suelto, pero agarrado y, sin levantar los ojos de la bola, le atizo, con el brazo izquierdo recto y dejando que la propia inercia gire mi cuerpo. Escucho el zumbido de la cazoleta rozando la alfombra, ese sonido tan reconfortante, y el golpe a la bola seco, pero sigo mirando a la sombra que ha dejado la pelota sobre el suelo, y sólo cuando el palo ya está arriba de nuevo y el pie derecho se ha girado, apoyándose sobre las puntas de los dedos, busco la bola en el horizonte... Aunque, a veces, tengo que buscarla a ras de suelo. El golf es, para mí, un juego contra mí mismo, de fuerza mental, de dominio.

Pero...

Rodrigo llega, se coloca, le da y la bola sale volando. El cabrón.

Como si hubiera jugado toda la vida. Sin el esfuerzo que tengo que hacer yo. Con naturalidad. Con sencillez. Como si cualquier cosa.

Quinta satisfacción: mi hijo juega mucho mejor que yo. Sólo le falta mi fuerza. Me dan ganas de besarlo cada vez que le veo dar un golpe. Es impresionante.

Estoy enganchado a la pelotita, que decía mi abuela. ¿Qué le voy a hacer?

X. Bea-Murguía (the Threestones Tiger)

viernes, marzo 13, 2009

Et nunc manet in te


Queridos amigos,

el vienes 13 no es el día del mal fario en España. Estén tranquilos. Cojan sus aviones sin facturar su carga extra de temor, monten en sus coches con el maletero vacío de preocupaciones, enchufen la plancha con las manos bien mojadas, caminen sobre la cornisa de su azotea con los cordones desatados, hagan puenting sin cuerda, si les place, pero no se agarren al calendario para librarse de las responsabilidades que se puedan derivar de su propia torpeza, temeridad o negligencia... O de la falta de pericia del comandante del vuelo...

Si usted acude con prisa a una cita amorosa, llega tarde y nervioso y lleva la bolsa del almuerzo en una mano, la cartera o el bolso en la otra, los papeles del curro en un sobaco, el regalito para su suripanto/a en el otro sobaco y las llaves del bulín en la boca, por ese caótico reparto de la carga, puede suceder que usted no sea capaz de ver una mierda de perro y la pise y diga, así, adiós al efecto Eau d'Amour o, aún peor, que se tropiece con una piedra inoportuna y se rompa los piños con las llaves del deseo y ya sólo quiera besarle su dentista o, más frustrante todavía, que se le caiga el manojo de la boca directamente a una alcantarilla, tenga que llamar al cerrajero, dar explicaciones en casa, llegar tarde de vuelta a su oficina y, por supuesto, cancelar su alborada...


Pero eso no es culpa del calendario. Hoy no es martes 13. Hoy es viernes y los viernes nunca, jamás, en la vida, pueden ser un día de mal fario.

Si ya el martes 13 es una chorrada como un piano, que hay que ver qué país este que cada vez creemos menos en Dios y más en estupideces supersticiosas de este pelo que ni siquiera prometen un Paraíso Terrenal, no importemos tonterías de ultramar, al menos no sin desembarazarnos de las autóctonas.

Llevado al campo de la sesuda conclusión, por la que tanto destaca H.Wells & X.Bea-Murguía, diré que tras siglos de reflexión, en el lugar que tantas letras de gloria ha dado al mundo (leáse "Enderby por dentro", de Anthony Burgess), hasta la frontera entre el abrase de las dos neuronas que me quedan y el derrame cerebral, he inferido que la sociedad evoluciona hacia un punto sin retorno, hacia un peligroso Peter Pan social: echamos de menos, de nuestra infancia, la ausencia de responsabilidad, huimos de la culpabilidad y de sus consecuencias y necesitamos una cabeza de turco que nos permita descansar tranquilos, con la conciencia limpia.

Ayer conocí a un hombre rico (muy rico), mayor, homosexual, soltero, cazador (pescador, en su caso, porque usa cebo para llenar su cama) que estrena sábanas todos los días. ¿Ustedes que piensan? Al principio, supuse que era una excentricidad de millonario, y puede ser, pero todas las manías son neurosis que tienen su explicación, al menos antes de enquistarse con la edad.

Entre los libros que he podido encontrar de Andre Gide, y que he leído, "Si la semilla no muere", su autobiografía, "Et nunc manet in te", "La puerta estrecha", sus "Diarios", pero, sobre todo, "Corydon", demuestran que uno de los mayores intelectuales del siglo XX francés, premio Nobel de literatura, educado en el seno de una familia rica, hugonote y puritana, se entregó finalmente a su condición sexual, sin aceptarla jamás, sin dejar de sentirse abrasado por la inquietud y la mala conciencia post-coitum cada vez que (sobre todo en sus viajes por el Norte de África) se llevaba un chaval a la cama.

En las playas de Argel, Gide, a pesar de ser sujeto pasivo, era más conocido como "La amenaza de las cinco", hora en que solía salir a pasear por la playa. Probablemente, "Corydon" es la salida del armario más valiente y fundamentada del siglo XX (y mucho ojo, que se publicó en 1924), pero tanto en "Et nunc manet in te" como en sus "Diarios", Gide confiesa abiertamente sus inclinaciones sexuales por las que hoy, en 2009, probablemente iría a la cárcel. Juzguen, si quieren (que yo paso), esta actitud, pero no la majestuosa forma en que se expresa el gran André Gide.

¿Por qué piensan ustedes que este hombre estrena sábanas cada día?

X. Bea-Murguía (abro el debate, para valientes).

martes, marzo 10, 2009

Amundsen del tiempo

Queridos amigos,

mi hermana Begoña, la mayor, que es bióloga (como Ana García Obregón), cumple hoy cuarenta años (como Ana García Obregón, ¿no? Si no son cuarenta, serán cuarenta y uno o por ahí), lo cual, como diría el Rey, "es un doble motivo de satisfacción y orgullo", pero, además, da un mal rollo que te cagas porque, entiéndanme, después de Bego va mi hermano Luis y, después, casi inmediatamente... buff... ¡Quescalofrío mantrao! Mi hermano Mitxu, mi hermana Uxía...



Es curioso, pero pasó lo mismo cuando cumplió veinte y exactamente lo mismo cuando llegó a los treinta, que mi hermana va abriendo camino, alcanzando metas que eran impensables cuando ya nos creíamos imbatibles, como una Amundsen del tiempo, y detrás vamos todos los demás.

En cierto modo, puedo echarle la culpa a ella de lo que me está pasando (ahora tardo 48 horas en recuperarme de una juerga), porque ella guía este carrusel alocado del tiempo como Faetón el carro del sol, abrasando la tierra, y si Bego no se detiene, no paramos ninguno. Quiero decir que me acerco peligrosamente a los cuarenta tacos, que siempre han estado ahí, mirándome (de lejos) como un ejército enemigo, pero cuando veo que mi hermana llega, ¡ay!, dejo de vislumbrar la feroz línea de armaduras y lanzas y empiezo a captar el acre aroma de la derrota.

Llega mi turno. Me siento como un paciente en la sala de espera del tacto rectal. Estoy leyendo el periódico sin mirarlo. Pasa Bego. Sólo Luis me separa de mi momento... ¿Se quitará el reloj el doctor? Sale Luis...

-- ¡El siguiente!
-- Mitxu, pasa tú, anda, que a mí me entra la risa. Es que me he acordado de que tengo que hacer una llamada.

Cuarenta tacos... Mi hermana... Esto vuela. Hazme un favor, Bego, el año que viene, cumple 39. Muchos besos y muchas felicidades. Cuando llegue yo, dentro de diez años, quiero estar como tú. Te quiero mucho, pero deja de cumplir años, coño.

Javier Blanco Urgoiti.

Montse, Nacho... Vosotros también sois hijos del 69... No es por nada.

lunes, marzo 09, 2009

La monda


Queridos amigos,

ya lo dijo en su día el ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, que lo del espionaje político de Madrid era un caso de "Mortadelo y Filemón". Una vez más, Rubi lo clavó (es un animal político), aunque el "Caso Anacleto" más que para un escueto símil mortadelero, sabiendo lo que sabemos ahora, da para una alegoría completa en la que el diario "El País" adoptaria la forma de "La Monda".

Dan ganas de apuntarse a su máster en periodismo.

Es curioso, creanlo, pero como ando ya apretadito de ideas para el blog, el otro día pensé en inaugurar una nueva sección en la que me iba a inventar noticias, a pelo, a lo bestia, pero se ve que Javier Moreno, el Superintendente Vicente, me leyó el pensamiento y me plagió, aunque tampoco quiero decir tal cosa, porque no son pocas las ocasiones en que una idea surge al mismo tiempo en dos cabezas diferentes.

Invención o engaño, el prestigio de "La Monda" está puesto en entredicho (yo siempre he pensado que es un periódico para adeptos a la causa) por lo mismo que el Gran Wyoming puso en el brete al director de Intereconomía: publicar con mala fe y mala práctica profesional informaciones falsas o sin contrastar con la intención de hundir el buen nombre de alguien. Lo de Wyoming hizo mucha gracia (a mí no tanta, pero son cosas que uno no se atreve a decir en público, como si no fuera posible tener una opinión templada en la lucha entre sectarios), pero esto de "La Monda"... Esto no tiene ni puta gracia.

A ver qué pasa con la comisión de investigación... Ese pleno de dirección de la TIA.

Yo creo que no hace falta ser Gregory House para dar con el diagnóstico del "Caso Anacleto". La clave, como pasa siempre en "House", de nuevo está en un gesto, en una frase descontextualizada, algo que se dice como quien comenta el tiempo en el ascensor, una circunstancia imprevista que enciende la chispa de la genialidad. La clave del caso se ve desde el despacho de Rajoy en Génova 13. Si Mariano fuera Gregory House, jajaja, se asomaría a su despacho pensando en el "Caso Anacleto" y, eureka, vería que Colón, sobre su columna, señala hacia Cibeles.

X. Bea-Murguía (falta saber, también, quién es Ofelia).

viernes, marzo 06, 2009

Esos ojos

Queridos amigos,

y así termina, por fin, una semana para olvidar, salvo por sus pequeñas satisfacciones y por los ojos de mi niña, estos ojos que tiene mi hija Ana que me proporcionan tanta serenidad.




Esos ojos que se comen el mundo y son una verdad cruda.

Un cepo de prudencia.

Cuando uno llega a casa con ganas de echar las patas por todo lo alto.

Hace unos años, cuando mi hijo Rodrigo iba a educación infantil, llegó un día a casa con un dibujo que había pintado en el cole. Era muy bonito, como todos los que hace él, que se le desborda la creatividad.

Vean este caso. Fíjense en la medusa. Me encanta.



En ARCO se han expuesto y vendido cosas mucho peores. Y eso que no encuentro el que pintó, con cuatro años, para un concurso de verano, que era genial: un perro bebiendo agua de un cubo visto desde arriba... ¡Ese era absolutamente genial! ¿Qué voy a decir yo que soy su padre?

Tenía tres o cuatro años, no lo recuerdo. En el envés del folio, a la vuelta del dibujo, había llenado la hoja, de arriba a abajo, de ondas azules, que pretendían ser líneas y frases largas como esas olas de mar.

-- Mirá, papá -me dijo- y por aquí he escrito esto.
-- ¡Qué bonito, Rodrigo! ¿Me lo lees?
-- Pone... -se lo pensó un poco y, como si de verdad leyera, guiando la vista con el dedo por encima de las frases como un explorador descifrando el jeroglífico de la pirámide, dijo- "Un día yo me comí al cocodrilo".

Me pareció una genialidad. "Un día yo me comí al cocodrilo" es un titulazo para un cuento que, quizá, algún día escribiré. Algún día yo me comeré a ese cocodrilo. Tiene que ser una historia que hable del miedo, que es cosa de valientes, que sólo los insensatos lo desconocen. Que, al contrario de lo que se piensa, lo cobarde es decir que sí y lo valiente, negarse; que el temor, la inseguridad, la duda y la incertidumbre son necesarios para mantenernos despiertos, nos hacen avanzar y que de nada sirve aparcar el terror ni rodear el vacío, porque nosotros somos nuestros anhelos y nuestros sueños tanto como nuestros miedos y nuestras carencias.

Cuando se apaga la luz de la habitación, quedan los ojos del cocodrilo, esos mismos ojos que son una verdad pendiente tras otra y que los adultos ya no queremos ver, aunque sabemos que están ahí, noche tras noche, metidos en nuestros armarios arrebatándonos el descanso.

Esos ojos, todos distintos, de nuestro cocodrilo, cada uno con el suyo, que nos miran por la rendija de la puerta del armario, que se mueven como el tiempo, pendularmente, cuando el silencio de la oscuridad hace que retumben nuestros pensamientos por encima, incluso, del tic tac de un viejo despertador de cuerda.

Tengo yo últimamente un cocodrilo rondándome al que me parece que le voy a lanzar una dentellada. Hoy no va a ser el día, porque no está la cosa como para andar cazando cocodrilos en plan turkana, pero estoy esperando el momento y creo que se va acercando.

Lo malo de comerse al cocodrilo, y por eso creo que ese par de ojos son tan importantes, es que no sabemos lo que hay después, que el resultado del banquete es incierto, mientras que estos dos, mis niños, son una verdad siempre pendiente.


Pero... Lo valiente es dormir con el cocodrilo en el armario, siempre esperando, siempre pendiente.

X. Bea-Murguía (no me hagan ni puto caso. Estoy cabreado. Buen fin de semana a todos)

jueves, marzo 05, 2009

Horas bajas

Queridos amigos,

después de tres años y pico, puedo decir, sin temor a equivocarme, que este blog está pasando por sus horas más bajas: Álvaro Muñoz Robledano no puede entrar a leerlo, siquiera furtivamente, arañando dos minutillos a la exigible productividad que requieren estos malos tiempos. Hasta hoy, nunca pensé que la crisis económica (que es global e internacional) que padece el país (¡el mundo!) pudiera afectarme tanto, pero, ya ven, todos sucumbimos. Horas bajas en la empresa, horas bajas en el empleo, horas bajas en H.Wells & X.Bea-Murguía.

La crisis se ceba con sus víctimas, es lista y sabe dónde atacar.

Quizá necesitemos medidas urgentes, estructurales y superestructurales. Algo que remueva los cimientos, la base de este blog y que nos ayude a salir reforzados del bache... Esperen, que voy a llamar a Obama, a ver si me echa una mano.

Como primera medida anticrisis, y en honor a nuestros imaginativos gobernantes, he decidido poner un cartel, que me ha costado una pasta, pero lo he hecho para que ustedes se me animen un poco, porque la crisis de H.Wells & X.Bea-Murguía es, más que ninguna otra, un estado de ánimo.



Como segunda medida, más relacionada con la estructura, he decidido dedicarme a la poesía experimental, para amenizarles las mañana. He descubierto que soy un genio por descubrir y me asombra a mí mismo que, tras cuatro minutos de éxtasis creativo, surja de mis dedos (porque de la cabeza no sale esto) la siguiente cuarteta, con estrambote, que se titula:

"ABBA (Dancing queen in the crisis)
You can dance €€ pupú, tararí @@
Tu peux danser %% pipí, chukuchú $$
Sie können tanzen %% popó, puturrú $$
Tú puedes bailar €€ papá, lararí @@
Yes, we can (dance) **=="


Impresionante, ¿verdad? Rima consonante y todo. Endecasílabos curraos, curraos.

Supongo que han alucinado. Pues no es coña. Aunque les sorprenda, hay peña, genios, que publica libros con poesía de este pelo. Álvaro Muñoz Robledano, que sí que es un genio (sin coñas), me explicó ayer de una manera muy sencilla, que hasta un tonto (como yo) podría comprender, la diferencia entre el poeta experimental y el grafómano.

Hagan CLIC aquí si quieren, ya en serio, leer poesía experimental.

Según Álvaro, sólo las nuevas tecnologías proporcionan hoy un soporte lógico a un tipo de poesía denostada por la gente como yo porque la línea entre el genio incomprendido y el papanatas con diarrea mística es, para nosotros, invisible. Él me contó un par de proyectos alucinantes, que yo no me atrevo a desvelar aquí en todo su ser, pero sí, al menos, la esencia de uno de ellos: escribir un poema que muriera y se perdiera para siempre una vez leído por una persona.

Me parece una idea brillante y muy bonita. Juntar unas letras para proporcionar un placer efímero y fugaz, como el que sentimos al comer o al fumar... Y es posible hacerlo. Él sabe cómo, porque Álvaro Muñoz Robledano, de verdad, es un puto genio. Vale, está un poco gordo (aunque ha perdido siete kilos y se le nota) y se atropella al hablar (porque le va más rápido el coco que la lengua), pero yo nunca he conocido a nadie que se acerque tanto a la chispa de la genialidad como él.

Por eso, y que me perdonen otros asiduos a quienes agradezco su participación casi diaria, que ayer me dijera que su jefe no le permite entrar a leer mi blog, me ha hundido en horas tan bajas.

Vuelve Álvaro, aunque sea clandestinamente.

X. Bea-Murguía (en horas bajas).

Yo voy a explicar mi genialidad (jajajaja): La crisis es internacional, de ahí la poliglotía, y global, de ahí las arrobas y los signos del dólar, del euro y los porcentajes, que bien ilustran todos los datos de macroeconomía que nos abruman. Pero la crisis es un estado de ánimo, por eso la solución es bailar, lo que pasa es que no nos entendemos. Obama nos lo va a solucionar. Tranquis todos.

miércoles, marzo 04, 2009

El tigre de Tres Cantos (¡Fuera los leones!)


Queridos amigos,

como decía Torrebruno, ese hombre que es culpable de que la mía sea una generación completa de depravados y desequilibrados mentales, el mundo se divide en tigres y en leones. También decía aquello de que lo importante no es ganar, sino participar y divertirse... Vete a tomar por el culo, hombre, ya.

Pues yo ayer me hice tigre. El tigre de Tres Cantos. Me río yo de Sandokan. Era el hoyo ocho. Por probarlo, elegí el Wedge de Javier Marca (él es de los leones, ¡sshhhh!), lancé y la bola voló, voló, voló... Al green. Un poco lejos de la bandera, a 25 metros, tal vez 30, es verdad, pero estaba en el puto green.

¡OE!

A esa distancia del hoyo, con mi experiencia (que es igual a cero), no hay presión, sólo triunfo. Miré la caída, busqué una referencia para la trayectoria, calculé la fuerza ensayando un par de veces antes de ejecutar, pensé "ni de puta coña", le di bacalaíto...

Y rodó, rodó, rodó, rodó, rodó, 20 metros, 15, 10...

Despacito, sin prisa, que va, que va, que va...

Dos metros... ¡Qué bien he visto la caída!...

50 centímetros, ahí va, ahí... Chan chan chan...

YYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY....

No entra.

Me cago en la... Por un pelo. Fue mi mejor golpe. Manda huevos, ¿verdad? Creo que ese instante encierra parte de la grandeza del golf, al menos de lo que más me gusta a mí... No puedo quitarme a Torrebruno del coco, pero es verdad: no importa si has fallado. Importa si lo has hecho bien. Y fue un buen putt. Me voy a venir arriba: ¡soy el Tigre de Tres de Cantos!

A 15 centímetros del hoyo, me hice el par. Tres golpes y un salto (el famoso salto del tigre, claro). Como si hubiera ganado en Augusta, vamos, que me fui más ancho que largo (nunca he entendido esta expresión ni por qué es mejor eso que "irse más largo que ancho").

Algún otro golpe bueno di, pero ese fue el mejor. Las salidas, en general, desastrosas: dos veces al green y dos veces al lago. El aproach, regulero: un fuera de límites por darle fatal y arriba a la bola que, en vez de volar, salió recta y descontrolada. Ahora, el putt... Dos golpes por green (menos en uno que hice tres y yo sé por qué).

Y dirán ustedes que en un campo de 9 hoyos, todo pares 3 (pitch&putt), presentar una tarjeta que creo recordar (Javier, matiza si quieres) no llegaba a los 50 golpes es una mierda.

Pues no. Por tres razones:

1.- Porque llevo mes y medio jugando.
2.- Porque tengo un handicap 136.456 (más un poco de cojera, la cadera torcida y la espalda hecha un ocho, que también cuenta... Quiero decir que casi podría ser paraolímpico).
3.- Porque he participado y me he divertido (tigres, tigres, tigres... ¡Leones, cabrones!).

Javier, ¿cuándo volvemos? El martes que viene no puedo... Tendremos que esperar dos semanas.

X. Bea-Murguía (call me the Threestones Tiger).

martes, marzo 03, 2009

Sólo follan los vascos

Queridos amigos,

ayer me tragué el final de un reallity apasionante: "Granjero busca esposa". Seis tipos rurales eligen compañera entre una terna de desesperadas de la vida (porque tú me dirás, irte a una granja, con un desconocido, con la tele clavada en la chepa, a buscar marido, habiendo discotecas como la Verdi, en Madrid). Había un catalán, un aragonés, un castellano, un andaluz y dos vascos, uno de Munguía (Vizcaya) y otro de Gujuli (Álava), al lado de Murguía, donde íbamos a comprar unos quesos cojonudos.

La conclusión, de campaña electoral peneuvistas:

(léase con acento de chiste de vascos)

LOS ÚNICOS QUE FOLLAN, LOS VASCOS. Los demás, a escupirse la mano, que no valen nada. Ahora, me cagoenlaos, que tienen que venir de fuera de Euskadi para que los vascos follen.



Hecho este canto a favor de la mezcla cultural, procedo a hacer mi clásico análisis, profundo y serio, de las elecciones en Euskadi. En Galicia hay poco que analizar aunque si yo fuera del PSOE o del BNG, estaría dándole vueltas al magín: ¿cómo es posible que un tío tan anodino como Núñez Feijoó arrase así después de sólo cuatro años de gobierno de coalición? Para mí que los gallegos no han elegido al PP, han echado a Touriño y a Quintana. Muchos habrán votado con una pinza en la nariz.



Estos matrimonios políticos son, a veces, aberrantes. Soy consciente de que, a estas alturas, todo lo que no se le puede pedir a la clase política española es coherencia con el discurso, porque es parte intrínseca de su esencia. Si fueran coherentes, no serían políticos, se dedicarían, yo que sé, a nada, porque muchos de ellos no tienen otro oficio que salir a la palestra a soltar por esa boca palabras como grilletes.

Hace dos años, seguramente impulsado por los efectos de esa estrategia tan absurda del PSOE, y seguramente tan poco práctica, de aislamiento del PP, que se resumía en un "que gobierne cualquiera, menos el PP, a cualquier precio", Mariano Rajoy, enrabietado, sentenciaba que lo democrático, lo chachi, lo suyo es que formara gobierno (creo recordar que era en Baleares) la lista más votada.

¿Se acuerdan? Era cuando Pepiño Blanco, ese estadista de altura, ese adelanto de Obama, ese Pericles con acento de Porriño, ese nuevo Castelao, les decía a los del PP que debían cambiar, que el suyo no podía ser el camino porque estaban solos... Solos, sí, pero con casi 10 millones de votantes, ¡qué soledad más populosa!

A mí, lo reconozco, me parece que no le falta lógica a lo de que gobierne la lista más votada. No sé si es más democrático o menos (y me la pela), pero cuando casi la mitad de un electorado ha decidido que quiere que le gobierne un partido, que otras formaciones con menos apoyo, con pactos nunca claros, que nunca salen a la luz, con un pestuzo a mercadeo que echa para atrás, se alíen para desbancar a la opción mayoritariamente apoyada por el pueblo... ¡Hombre! Es feo.

Porque si pactaran un gobierno de coalición a la luz del día, con los programas que han presentado al electorado encima de la mesa de negociación, y si fueran claros y diáfanos en sus intenciones y en sus tira y afloja, supongo que no me parecería tan feo. Pero eso nunca lo hacen. Se reúnen a puerta cerrada, llegan a un pacto que nunca desvelan, se dan un abrazo delante de la prensa y ya se lavaran en casa.

Pues tengo una noticia que darle a Rajoy y a Basagoiti... Mariano, Antonio... La lista más votada en Euskadi ha sido la del PNV. No es que me guste, pero, siguiendo esa lógica política con la que yo, en su día, estaba de acuerdo, Ibarretxe debería ser lehendakari, ¿no, Mariano?

La gente en Madrid está contenta como si en las elecciones vascas hubiera ganado la Selección Española. Es que la selección es lo que tiene, que une mucho. Me van a perdonar, pero no veo al PP y al PSOE pactando. Es más, aunque puede que me equivoque, apuesto por un pacto PNV-PSOE.

El toque de humor, como siempre, lo pone IU. Sale Madrazo, después de su fracaso electoral, y vuelve a echar la culpa al chachachá: "Hemos sido víctimas del bipartidismo"... Está bien, hombre, en una electorado que no llega a los dos millones de censados, han obtenido escaños siete formaciones políticas (PNV, PSE, PP, Aralar, EA, EBB-IU, UPyD) , pero sí. Sí, sí, sí. Está claro. Bipartidismo.

En Euskadi, el PNV ha sido la lista más votada y Madrazo el listo más botado.

X. Bea-Murguía (medio vasco, medio gallego... Quizá por eso).