Tres amigos,la hipoteca,la casa y... que me pongo para ir al Conservatorio?.
Chusma en crisis moral y económica:
Ha sido una pena que el Ilustre Procurador de los Tribunales Don Jaime Briones Sanz y el Excelentísimo profesor de Historia Moderna de la Universidad de Newcastle Alejandro Quiroga Fernández de Soto, amigos de toda la vida, no hayan podido disfrutar de mi nueva vivienda, ha sido un tema de fechas, de agenda.
Porque al final, aprovechando la coyuntura económica de crisis de precios en la vivienda y con el poder de negociación de Marina Van Scahik , para la que no tengo palabras de agradecimiento y con la que me he reído un montón intentando descifrar conceptos arquitectónicos y ordenanzas municipales en neerlandés, me he comprado una Huis o mejor dicho, me hipotecado.
Ámsterdam puede ser una ciudad amante, aunque quiero a Madrid como se quiere a una primera novia, pero claro,Ámsterdam tiene esa frescura con la que se quiere a una amante y vivir al lado del Westerpark con un jardín, tiene algo de fresco.
Me queda una semana por delante de comprar muebles, de pintar, de conocer a mi vecina, de plantar flores en el jardín decadente que pienso montar, de hacer una fiesta de inauguración y por supuesto de acudir a todo un evento como el examen de cátedra de mi profesora de saxofón mademoiselle Christine Corvisier que es simplemente genial, bella, divertida y paciente conmigo.
Por supuesto que tengo ganas de ver a mi co-editor Bea-Murguía a mí regreso a Madrid y espero que Murga organice algo para la fiesta Mojarra de fin de año y poder pasarnos unas risas.
El año se acaba, no da para mucho, tal vez para que la señorita Bibi van den Bos, traductora jurado de la notaría Boekel de Neree me lea la escritura y al final como dice la tradición entre los notarios finos de la ciudad se brinde con vino.
Como la tecnología es la leche, me siento en mi asiento del AVE (voy caminito de Sevilla) y, nada más pasar Puertollano, después de mandar a mi compañero Julián Uceda una cosa que tenía pendiente de hacer, mientras el paisaje se desdibuja a mi derecha, me pongo a escribir el blog en un documento de Word. Después, me vuelvo a conectar, lo cuelgo y hecho.
Es la leche, verdad. Si uno lo piensa bien, es la releche. Hace diez años, ni lo habríamos imaginado. El futuro es hoy, ¿y mañana?
Lo que también es la leche, pero la puta leche, es algo que hoy, al entrar en mi vagón del AVE, me ha vuelto a suceder y no es ni la primera ni la décima ni será la última. Como yo no hago colas (ni en el embarque del AVE ni en el de su primo el gordo, el AVIÓN), que me siento tranquilamente a esperar a que pase la prisa mentecata y encorbatada (que no se vaaaaaa, tranquilos), siempre entro de los últimos.
Cuando llego a mi asiento en el vagón 8 (es decir, el último del puto andén y yo cargado como una acémila), 6D, me encuentro a una señora sentada en mi sitio. Ventanilla, a favor de la marcha y en mesita… Es decir, el sitio que más me gusta del tren.
Y cedo, claro, porque yo tengo educación (no como ella), pero me da una rabia que no puedo. Lo que tiene que hacer esta mujer es esperar de pie a que yo llegue, sin usurpar el sitio que me pertenece por derecho y, después, ofrecerme el canje. Es lo mínimo. Si yo se lo voy a aceptar, señora, porque no me cuesta nada renunciar y no soy ningún cabestro. Pero esto de llegar y, porque sí, que la señora ya haya ocupado mi sitio es un abuso, una política de hechos consumados, que, sinceramente, me toca los cojones.
Dan ganas de contestar mal, porque a la que te ven comprobando en tu billete que, efectivamente, la señora está en tu sitio, se adelantan para no parecer maleducados:
-- Perdone. ¿Este es su sitio? -- Lo que parece claro, señora, es que no es el suyo. -- ¿No le importa…? -- Sí que me importa. -- Pues, gracias, hombre, muy amable. -- No sabe usted cuánto, señora.
Hace un mes me pasó lo mismo en el avión yendo a Asturias. Cedo, me siento en el pasillo (cuando tenía ventanilla), porque una amable funcionaria picada de viruela había tomado posesión de mi sitio.
-- No le importa, ¿verdad? –me dijo, a hechos consumados.
Volví a ceder como buen pusilánime que soy. ¡Y ésta ni siquiera me dio las gracias! Siguió con su cháchara como si casi fuera mi obligación cederle mi asiento.
-- Pues sí que me importa, coño. Me he hecho yo la facturación en Internet para cogerme la ventanilla, que me gusta, y me jode que con todo su morro usted me quite el sitio, por la razón que sea, que me es lo que no me importa de esta historia, sus razones, me la traen floja.
En fin. Suerte tienen de pillar conmigo, que por no decirles nada a ellas, lo suelto aquí como si de verdad les hubiera dicho lo que pienso.
soy gallego por nacimiento y por la parte de mi padre y les diré, como dijo Jesucristo, que nadie es profeta en su tierra. Lo voy a dejar en esta misteriosa afirmación, pero me vine ayer de Santiago de Compostela un poco desanimado. Cosas del tabaco.
Y eso que había ido a la peluquería, que me había dejado una pasta peinándome y dándome mechas... ¡Ay qué pena! Le dije al peluquero:
-- Machote- no se lo toma a mal porque sabe que es un decir-, quiero parecer una presentadora de informativos de La Secta -ese pedazo de televisión privada que tiene ZP para meterse con Aznar.
Aquí, el resultado:
Cuando se me ponen estos pelos tan revueltos (no sé cómo lo hago), me miro al espejo y me entran también unas ganas locas de meterme con Aznar. Si me refreno es sólo porque, ante el espejo, como escuchando un labio cerrado, me pregunto... ¿Y quién coño es Aznar hoy que le dedican tantas horas de televisión los de La Secta?
Aznar es un tío con cara de antipático que antes tenía bigote y mando y ahora ni una cosa ni la otra.
Sólo le ha faltado un bigote, ¿verdad? Ese en el que están pensando todos ustedes, ¿cierto? El de Charlot.
Pelos aparte, he hecho un viaje relámpago a Galicia para... Para... Bueno, para...
Tomarme un café.
Eso sí, un café que es toda una experiencia. Mientras me lo contaba María Estévez (no sé si hay por ahí una actriz con el mismo nombre, pero, en cualquier caso, no, no es ella), del Bonche de Santiago de Compostela, se me iba poniendo carita de pero qué me estás contando, pero qué cosas más raras hace la peña, con una ceja elevada y la otra no, en plan el Gran Wyoming a punto de meterse con Aznar, una vez más, en el Intermedio, ya saben... En la Secta.
El café es indonesio y se llama Kopi Luwak. ¿Han oído hablar de él? Yo, lo reconozco, en mi vida. Igual ahora resulta que es famosísimo, pero disculpen que yo nunca. Cuando me cuentan procesos tan extraños siempre me intriga quién fue el primero que se dio cuenta de que aquello podía funcionar y cómo es que llegó a la conclusión, porque es raro.
Resulta que en ese cafetal de Indonesia hay unos bichos, una especie de gatos salvajes, que se llaman luwak. Al principio tendrían puesto allí un espanta-luwaks o algo parecido, no sé, un bulldog de dibujos animados con un collar de pinchos o un retrato enorme de Aznar sin bigote. Algo que les diera mucho miedo, porque los luwak se papean los mejores granos de café. Los bichos son como mi madre en el supermercado cogiendo siempre los mejores calabacines, pero sin sopesarlos. Tienen ese instinto que les hace conocer rápidamente las mejores alubias del café.
Si Juan Valdés se enterara, a tomar por culo el anuncio del café. Tantos años dejándose el lomo en el cafetal, la experiencia y la sabiduría de generaciones y generaciones de Juanes Valdeses y al final resulta que un bicharraco, una especie de micifús punteado, nada más nacer y sin aguantarle el rollo al abuelo, selecciona el café de puta madre.
El luwak, por tanto, se come las mejores alubias del café, pero como éstas son demasiado duras para ser digeridas, en su estómago reciben un ataque enzimático y, de las mismas, un poquito agujereadas, tienen su metempsicosis intestinal y, taca, a la orilla del río que van.
Este hecho consuela un poco a Juan Valdés que piensa: "Será tonto el bicho de los cojones que se impla a café y no le alimenta nada". Un día, alguien, el tonto del pueblo que, al final, siempre es el listo, ve una hez de luwak con las alubias enzimáticas del café semienterradas en mierda y le entra el capricho de tomarse un café.
Es este el proceso mental que a mí se me escapa, no voy a tratar de comprenderlo. Me dice María que, como ese café era muy caro, los trabajadores del cafetal se sacaban un extra rescatando de la caca de luwak las alubias. Es plausible. Ahora bien, ¿quién fue el que se dio cuenta de que el estómago del gato mejoraba el café? ¿Quién fue el primero que probó el cacacafé y lo comparó con el otro y dijo aquello de "Mi café"?
Supongo que tienen ustedes la imagen de una hez achorizada y curva, marrón oscura tirando a carmelita, con los granos de café rojo oscuro asomando por entre su carne esponjosa, pero les recuerdo a todos que el café suelta la tripa. Así tienen ya una imagen más real (y desagradable) de lo que es el fruto del vientre del luwak.
Hoy, el Kopi Luwak es el café más caro y preciado del mundo. Uno solo en el Bonche cuesta casi ocho euros, que dan ganas de contestar:
-- ¡¿Ocho euros por un café de mierda?!
Y está bueno, de verdad que lo está, pero en el asunto del delicatessen yo siempre llego a la misma conclusión: cuanto más sutil es la diferencia, casi inapreciable, más caro es el producto y más gilipollas somos los humanos.
En la foto me ven probando el Kopi Luwak. De aroma, anda cortito, pero de sabor está bueno... Suave... Rico para, por ejemplo, los ingleses o los americanos, esta gente que no sabe lo que es el café bueno. Cuando me retiré la taza de la cara, el Kopi Luwak me había pintado un bigote carmelita oscuro, curvo, achorizado, carnoso, como el de Aznar.
X. Bea-Murguía (mi cacacafé).
Escuela pública General Suharto de Medan, isla de Java. Seis de la mañana... (Suharto ha muerto, pero estos son como Garzón, que no se han enterado).
-- A ver niños, niñas, estaos quietos... Un poco de silencio... ¡Suhartito, chitón!... Venga... Hoy vais a dibujar de qué se trata vuestro trabajo... Suhartito, estáte quieto, coño, que te atizo con el borrador... Que empiece Suleimancito... Suleimancito, ¿en qué estás esclavizado 16 horas al día por cuatro perras? -- Trabajo en el cafetal removiendo con un palito caca de luwak.
Al eucalipto que comparte las mañanas conmigo, que casi toca mi ventana, se le ha ido la permanente a tomar vientos. Seguro que se había gastado una pasta en Rupert y ahora anda con las hojas más revueltas que una loca de película de Pedro Almorrana.
Qué lunes más lunes. Esta semana me toca lo mismo que la semana pasada, así que no sé cómo andaré de tiempo. Bueno, sí lo sé: voy a andar mal de tiempo, con cierzo en el reloj, corriendo al aeropuerto y a la estación de Atocha, de arriba a abajo, como el Imperio Asirio. Mañana estoy en Santiago. El jueves, en Sevilla. El lunes que viene, en Albacete y ya. A ver si se pasa esta racha (de viento del norte). A ver si vuelve la primavera.
Por lo menos, la niña ya está bien. Vean, vean. Aquí una foto que ha hecho mi mujer. Me encanta.
Guapos, ¿verdad? Tela de guapos. Estos son niños hechos con calidad superior y punto. Si alguna de ustedAs quiere un niño de esta calidad, que me lo diga. Sin problema. Barato, barato, además. Manden primero una foto porque yo, a pesar del poderío de mis genes, sólo puedo asegurar la mitad de esa calidad y luego no quiero reclamaciones que ya advierto que la otra mitad no es cosa mía. Y en el caso de mis hijos, que no se parecen en nada a mí, que son calcados a mi señora, casi se hace verdad eso que dicen siempre en el pueblo:
-- Son iguales a Beatriz. ¿Tú qué has puesto aquí? Si no has puesto nada.
Pues es verdad, joder. Mejor para ellos, claro, que serán más guapos, pero aunque parezca que yo no he puesto nada, la calidad de mi genética se nota en lo blanco de los ojos y en otras muchas cosas. ¿Que en qué? ¡Pues en un montón de cosas, hombre! Al menos, yo la noto. Bueno, miren, si quieren un niño de calidad, hablen con Beatriz y que les dé el teléfono del padre de mis hijos y tan amigos. Además, yo a mi edad, no quiero líos.
En todos estos años, desde que soy padre, y va para ocho, sólo una persona, una, se ha parado ante mí y me ha dicho:
-- Esta niña es clavada a ti.
Fue este verano. En la puerta de la peña. Las chicas de oro iban a misa, como cada día. Y no, no fue el vendedor de la ONCE. Fue la Encarna. Muy maja la mujer. No ve tres en un burro, es cierto (y desconsolador), pero tampoco vende cupones. Los demás, siempre preguntan... Así, con acento segoviano...
-- ¿A quién se parece esta niña? ¿A quién se parece este niño? -metiendo el dedo en el cochecito para verle la cara y añadiendo- Porque a ti no se parece. -- Pues no sé a quién se parecerá-contesté en una ocasión pasando ya de contrariado-. ¿Por qué no le haces una foto y la vas comparando con todos los tíos del pueblo y así nos enteramos los dos?
No te jode. A mí no me importa, la verdad. Me la pela. Creo que padre es quien se lo gana. Padre es el que pasa noches sin dormir acunando la fiebre de los hijos, el que limpia culos y canta en el baño, el que levanta al niño cuando se cae de la bicicleta, el que lo lleva al colegio, el que castiga a su pesar, el que no se pierde ni una sola exhibición de judo, el que deja que la niña chupe su teléfono móvil, el que cree que el trabajo es importante, pero secundario. Lo que quisiera, si se confirmara esto que sólo una madre sabe y todo padre sospecha, es que si hubiera un quien por ahí, pasara la pensión alimenticia, ¿no? Que por lo menos colaborara en la manutención. Que no le saliera gratis. Eso sí, sin derecho a pasar la noche en vela ni entradas para la exhibición de judo. Eso no lo comparto, que el cálido abrazo de mis hijos es sólo mío.
Bromas aparte. Mis hijos son guapos, son buenos, son listos y son simpáticos... Como su padre. Ahí se nota el podería de mi genética.
la cosa últimamente anda poco animada. Reconozco mi buena parte de culpa. Entre las vacaciones y esta semana, que me ha consumido las pilas que había cargado en Canarias (¡tan pronto se acaban!), lo de escribir en el blog ha pasado a un segundo plano.
Ya dije que el blog no es obligatorio, que es para reírme, para divertirme, no para fustigarme.
La otra parte de la culpa es de la infromática. No voy a mandar más el mail anunciando entradas, no, al menos, en tanto la mierda de correo electrónico de la oficina no funcione como es debido. Bueno, he dicho que no lo voy a hacer y, a lo mejor, el lunes lo hago... Pero, en principio, no lo voy a mandar.
En un ataque total (lo reconozco) de soberbia, me he decidido a inaugurar un nuevo género en el blog que voy a bautizar (no hay género ni generación que pueda llamarse tal sin un cura con agua bendita que medie)...
GLOSAS JAVIERENSES...
¡Ahí, Javier, ahí! Con dos cojones.
¿En qué consiste? Chupao. Se me ha ocurrido leyendo "El gran momento de Mary Tribune", de Juan García Hortelano, ese libraco gordo y, para mi gusto, incómodo porque no se puede leer ni en la cama ni el... Disculpen... Ahora vengo.
...Como iba diciendo, pasada la mitad del libro, pega un pequeño bajón. Normal. A ver quién es el guapo que mantiene el ritmazo que García Hortelano despliega en las primeras 300 ó 400 páginas. Espero que este bache en el que me encuentro metido acabe pronto porque, con el buen sabor de boca que me ha dejado todo lo anterior, albergo la esperanza de que de un momento a otro, vuelva a animarse la novela. Y si no, a la estantería con ella y tan amigos, Rafael Reig.
De momento, "El gran momento de Mary Tribune" es una viva recomendación por parte de H.Wells & X.Bea-Murguía. Léanlo (pero no en el trono. Ya saben).
Esto lo digo porque a César lo que es de César y a García Hortelano, lo que es de García Hortelano.
En cuanto a las glosas javierenses van a ser el resultado de un acto de reflexión y lectura comprensiva. Con un libro escogido al azar... Bueno... Más o menos al azar. Cuando vean el que he elegido para inaugurar el género van a pensar: "Ya... Claro... Ajá... Al azar, ¿no? Ya veo". En fin. Decía que la mecánica, en definitiva, consiste en que, modestamente, voy a cambiar algunas cosillas del libro escogido para, en fin, no quiero decir mejorar (porque no soy tan capullo y porque probablemente los empeore, que siempre es posible, aunque a veces parezca que no), pero sí para darles un toque más... No sé... Más javierense...
Eso mismo.
Un toque más javierense.
Un estilo Napoleón con "El príncipe" de Maquiavelo, pero no tan aguerrido. Digamos un poco más... Javierense.
Glosas javierenses... Tengo hasta un lema pensado y todo: "Glosas javierenses: porque me sale de la glotis". ¡Eh! ¿Han visto? ¡Eh! Otra gilipollez más en mi larga lista. Yo me lo paso bien que es lo importante.
En cuanto pueda, empiezo.
X.Bea-Murguía (esto es para reír, de buen rollo, eh, nada más).
no se crean que me he vuelto a ir de vacaciones, ni mucho menos. Todo lo contrario. Varias circunstancias se han juntado para esta pequeña ausencia, que se resumen, en verdad, en una sola: no he tenido tiempo para nada.
Lo primero, porque mi Ana ha estado malita, con fiebre y eso, que la llevo Beatriz a urgencias y todo, pero para nada. Yo le podía haber dicho lo mismo que el pediatra y no porque sea muy listo. Una máquina expendedora de diagnósticos, le podría haber dicho lo mismo: "Es un virus. Apiretal".
También es verdad que si te lo dice un pediatra se queda uno mucho más tranquilo, pero, vamos, estaba clarito.
Al no dormir de noche y al madrugón con la niña en brazos, que no es que imposibilite, pero impide un poco escribir el blog... La postura es chunga... Hay que sumarle que me estoy haciendo una tourné por la España de Dios dando ruedas de prensa... Ya saben... Tabaco y eso. Con Olga Rubio de compañera de tren y de caminatas, ordenadores, cañones, pantallas y periodistas para arriba y para abajo, he estado esta semana en Zaragoza, Toledo y Valladolid. La semana que viene toca Santiago y Sevilla y fin. Y vale, que menuda paliza llevo.
Como ven, mi vuelta de vacaciones no ha podido ser más movida. No es que quiera hablar de tabaco, que no, pero no me resisto a contar un dato significativo de lo que son las encuestas... El 94% de los castellanoleoneses (la leche la de veces que me he atascado en directo con el gentilicio de los cojones... Cosas que pasan) afirma conocer los efectos perniciosos que el tabaco produce en su salud. El restante 6%... Les voy a dar a elegir:
a) NSNC. b) No sabe leer. c) Ahorra en ojos y por no leer no leen ni el "empujar" de las puertas, como para ponerse a gastar pupila en las advertencias sanitarias de las cajetillas. d) Vive en una aldea aislada de los montes de León, tirando p'arriba, a dos días de camino en burra desde Villablino.
Es increíble. Olga y yo tiramos prontito por la mañana y para la hora de comer, más o menos, ya estamos en Madrid con la tarea hecha. Para esto sí que vale el AVE. Para viajar es una mierda, pero para esto es cojonudo. Lo admito.
Después de este largo, largo prolegómeno, no sé qué lío hay con las Estrellas Michelín que es de esas cosas que uno no acaba de entender. Lo primero, si un restaurante tiene una, dos o tres Estrellas Michelín lo único que garantiza es que te las van a clavar en cuanto pidas la cuenta. Pides la adición y aparece un ninja con un sable y unas estrellas de esas con pinchos y te clavan como a Jesucristo en el Gólgota.
Después te preguntan que si el señor ha comido bien.
-- ¡Nos ha jodido! A 150 euros el cubierto -es decir, 150 por el cuchillo, 150 por el tenedor y 150 por la cucharita del postre y no pidan pescado que los cubiertos son otros dos más- que encima esté malo.
¡Sería la leche! Porque bueno, lo que se dice bueno, está todo muy rico. Es verdad. Yo, ¿quién se lo iba a decir a mi madre, con lo que peleó la mujer para que comiera?, me he hecho tripero y lo encuentro todo muy rico. Eso sí, en estos sitios... Escasito. Dicen que lo bueno, si breve, dos veces buenos, pero en algunos restaurantes cuando ya te has comido cinco platos te dan ganas de preguntar cuándo acaba el aperitivo. A esto lo llaman la propuesta, porque uno se propone comer, pero no lo consigue. Es otra cosa. Ya saben lo que se dice, que el Bulli no es un restaurante: es un concepto.
Esto me lleva a una reflexión profunda, como todas las mías, entre el estreñimiento y la embolia: ¿por qué lo llamarán Estrellas Michelín si con lo poco que se come en esos sitios es imposible que a uno le crezca el michelín? Porque el mío, desde luego, no es de comer en el Club Allard (uno de los mejores restaurantes de Madrid, sin duda) ni en el Bulli. El mío es de las dos fabadas que me endiñé hace tres semanas en San Román de Candamo, Asturias.
¡Vaya fabada! Diez estrellas michelín o quince. Las que quieran. ¡Puxa Asturies, oh! ¡La de Dios! Y de postre... Solomillo. Sí, lo admito, me zampé un solomillo crudo. Y, después, arroz con leche, que no soy yo mucho de tomar dulce, pero, ¡ay les vaques asturianes que dan la leche ya con el arroz y la canela! De muerte, abuela. Eso son unes vaques con treinta estrelles michelín, oh.
A mí, seré un palurdo que no entiende las bondades del sifoneo, amigos, pero ¿qué quieren que les diga? El restaurante que me gusta, y no es barato ni tradicional, porque se come de vicio, sale un saciado (y cinco puntos por encima de saciado) es Viridiana, en Madrid.
Y no tiene más estrellas michelín que las roscas que asoman generosas por debajo del mandil de Abraham Garcia, un hombre que se nota que disfruta cocinando, comiendo y dando bien de comer. Pura pasión.
¡Abajo el yogur de lentejas deconstruido y light!
¡Viva la fabada, los judiones de La Granja, las lentejas, las alubias de Tolosa y las de Guernica, las pochas y el cocido de Abraham! ¡Viva! Diez estrellas para la cuchara y el michelín, para mí.
X. Bea-Murguia (y a comer, coño, el bacalao al pil pil del Sortziko de Bilbao, que es de otro planeta).
Si ya lo dice mi amigo Jesús Llano: "No hay gordos de milagro. Son todos de comer".
cuando lo conocí, hace diez años o puede que fueran doce o tal vez nueve, me soltó un consejo perfectamente absurdo, así, de primeras, inmediatamente después de que me dijeran su nombre.
-- Este es Sergio... Javier... -- Javier, hermano... Te voy a dar un consejo: que no se te olvide respirar. Es muy importante. Ya ves.
Me dejó loco. Él hace estas cosas. Le gusta poner barreras, pero, después, compartiendo un Ducados en la escalera de incendios de La Paz, el 15 o el 16 de marzo de 2001, uno se da cuenta de que debajo del caparazón, hay sopa de tortuga.
En otras ocasiones, insistió, porque cuando a Sergio Galindo le da por una, o piensas que está mal de lo suyo (que ya les digo yo que no) o te partes el espinazo de risa.
-- Javi, hermano, que no se te olvide respirar. -- Estoy en ello, hermano. Estoy en ello.
Hace dos años, en Dominicana, me tiré al agua por primera vez. Estaba Jose y estaba él y había litros y litros de cerveza y un camarero, Margarito, con la muñeca dislocada de darle yesca al caño de cerveza Presidente. Al segundo día, todos los camareros y la guirigada del hotel conocían ya a Sergio, el calvo, y lo saludaban por doquier poniéndose el vaso, nunca lleno del todo, sobre la cabeza.
-- Es que en la calva se pega tó, ya ves - y si necesita las dos manos para algo, se planta la tarjeta de la habitación en el occipucio y ahí se queda, como si tuviera velcro. Y yo me lo imaginé bailando con la copa en la cabeza, al modo de las lecheras gallegas de las fotos antiguas.
-- ¿No os animáis? -les pregunté antes de la última cerveza.
José es de seco (por fuera) y ni se lo plantea. Sergio me miró y me dijo:
-- Me cuesta respirar fuera, como para respirar dentro del agua, ya ves.
Y cuando, después de estudiarme el libro, me iba al cursillo, añadió:
-- Javi, hermano, que no se te olvide respirar.
Que es un enorme consejo, a la larga, porque es la norma número uno del buceo: "nunca dejes de respirar". ¿Lo ven? Sergio, en el fondo, tenía razón. En aquella ocasión, cuando mis pies se salían de los raíles de arena que, durante tres o cuatro días, habían trazado nuestros pasos en peregrinación de la hamaca al chiringuito, ida y vuelta con fervor creyente, también me dijo:
-- Ten cuidado, no le quites el tapón a la isla, que después se va a poner el sumidero perdido de barrujo y de piñotes.
Ya ves.
El primer consejo, me sirvió, ¿quién lo iba a decir? Para el segundo, estaré alerta.
X. Bea-Murguía (que no se os olvide respirar, hermanos).
Todo esto, jeje, qué cabeza la mía, venía porque uno, al final, es de los que o masca chicle o sube la escalera, pero las dos cosas a la vez... Bastante tenía con seguir el consejo de Sergio, que no se me olvide respirar, como para encuadrar bien las fotos... Pero ahí van algunas... Las buenas, las hizo Beatriz (que sí que puede mascar chicle y subir la escalera al mismo tiempo).
Esto es un autorretrato submarino.
Beatriz, al final, compensa... Jojo.
Puede que ustedes no lo vean, pero ahí hay un angelote durmiendo.
No puedo, no puedo. Siete caballos vienen de Bonanza. Soy un finstro duodenal. Joer, qué estilo tengo. Comparen, comparen.
Bueno, no, no comparen que las comparaciones son odiosas. En fin, que ya me he aburrido de poner fotos. Ya pondré más (o no).
"Hay dos maneras de no sufrirlo [el infierno]. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriegada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio".
ItaloCalvino, "Las ciudades invisibles".
Y aún hay una tercera: marcharse una semana a Fuerteventura, al dolce fare niente.
ante todo, la amistad me obliga, me gustaría que supieras que mi primera reacción, tras leer la entrada "José Luis va al punto limpio", fue cagarme en tu puta madre. "Menudo amigo", pensé, "que larga a las primeras de cambio las confesiones que le hice en una noche de flojera". De sobra sé que un secreto que conoce más de uno deja de ser tal, pero sólo te hice partícipe de mi delito porque, como dice Soren Kierkegaard en "Diario de un seductor", "nada que corra tanto como el pecador delante de su falta": sentí que liberaba mi conciencia confesándole a un amigo mi mala acción.
En buena hora.
Ahora estoy paranoico esperando al momento en que el CSI de las basuras de la Comunidad de Madrid descubra restos de tejidos epiteliales míos en el teléfono portátil o partículas de cerumen en su auricular o perdigones fosilizados encajados en los agujeros del micrófono como chinas en el relieve de la suela de los zapatos. Estoy cagado.
Menos mal que usaste un nombre figurado. Si llegas a decir que, en verdad, me llamo Pedro José Garcinuño, yo te reviento.
Con estas, te confieso, mi querido Bea-Murguía, que estaba yo en el salón de mi casa mascullando una maldición para el día en que me atacó aquella flojera moral y confesé mi delito como quien se quiere quitar de encima parte del peso de un amor prohibido compartiéndolo con un amigo, y estaba dándole vueltas a mi venganza, verde, taciturno y con el ceño fruncido hasta el dolor de entrecejo, cuando la que tú llamas José Luisa despejó en parte mis nubarrones con un sorprendente...
--José Luis -por seguir con tus nombres-, voy al trastero a bajar esa caja... -- ¿Que vas a dónde? -- Al trastero...
No podía creerlo. Sin duda, pensé, es una casualidad.
-- ¿Te acuerdas de por dónde cae más o menos o te dibujo un mapa? -- Pues claro que me acuerdo.
Acto seguido, se puso a amasar llaves en busca de las apropiadas para su excursión. En mi casa hay dos sitios donde uno puede encontrar las llaves que busca: el primero es un pequeño cuenco de palo de rosa que compramos en Nairobi. Este es el más fácil. Según entra uno en el hogar, cling clang clung, suelta todas sus llaves en el cuenco y, como no tienen patas, al día siguiente, están en el mismo sitio. Parece un milagro, pero es una cuestión de física pura y dura. Ahorra mucho tiempo en búsquedas desesperadas de las llaves del coche en días de estrés.
La segunda opción es múltiple y desconcertante, pero bastante segura: cualquiera de los bolsos de ella... Siempre que uno se atreva a meter la mano en la boca del hipopótamo.
Tengo que decir que dio con las llaves correctas a la primera. Sería injusto y falaz decir otra cosa. Fue muy inesperado porque José Luisa no había bajado al trastero desde que, en 1999, el tipo que nos vendió la casa nos lo enseñó, aunque, precisamente por ese mismo motivo, no cabía posibilidad alguna de que las llaves estuvieran en el profundo lago de uno de sus bolsos. Estaban en el cuenco donde yo las había dejado la última vez. Las cogió con dos dedicos, como un niño que levanta por la cola a una lagartija, pero se ve que dudó y me preguntó:
-- Son éstas, ¿no? -- ¿Tres iguales en un llavero de raqueta? -inquirí sin levantar la mirada, mostrando seguridad. -- Sí. -- Correcto.
Y José Luisa bajó al trastero.
-- Llévate el móvil por si acaso... -grité con sorna. -- ¡Gilipollas! -me contestó dulcemente. -- ¡Una mochila con provisiones! ¡La brújula!
Comprenderás, Bea-Murguía, que este acontecimiento inesperado contribuyó en buena parte a refrenar las malas intenciones que había acumulado contra ti. Aunque aún estaba rencoroso, y en el fondo te atribuía el mérito, preferí pensar, como te he dicho, que era una casualidad, que José Luisa no había leído tu entrada.
Sin embargo, al día siguiente, Bea-Murguía... ¡Al día siguiente!, que era sábado, por la mañana, mi José Luisa, tenía que salir a no recuerdo qué, vino a despedirse y a anunciarme...
-- Hasta luego, José Luis... Me llevo la basura...
¿Me llevo la basura? ¡Y eso que aún no había ganado Barack Obama! ¡Me llevo la basura!
Esto quise verlo con mis propios ojos. Fui corriendo a la puerta a verla salir y, efectivamente, llevaba la bolsa negra de la basura en su mano derecha. Le sujeté la puerta y tal era la emoción que me embargaba que, a falta de palabras, me puse a tararear "Pompa y circunstancia" de Elgar.
Olvidé el rencor, desterré la vengaza, concluí que ya era demasiado para que fuera una casualidad y tal era mi dicha, tan importante este paso en la liberación del hombre que, al seguirla con la mirada, mientras los compases de Sir Edward Elgar envolvían mi alegría, ni siquiera le miré el culo.
-- Gracias Bea-Murguía - pensé y me resbalaron dos enormes lagrimones-. Gracias. Tú eres un amigo.
Me pregunto que es la vanguardia plástica después de leer en dos periódicos un reportaje y una entrevista a Miquel Barceló e intento profundizar en este insigne mallorquín. No es difícil sacar en su biografía lugares comunes a otros artistas: estudia en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona que si luego se marcha a París y descubre el art brut…, en fin lo típico de las biografías de cualquier pintor escultor que se precie.
Por alguna razón Miquel Barceló fue durante los años ochenta el abanderado de la vanguardia patria en la escena plástica, amigo de Mariscal, el creador de ese engendro hortera con presunción de modernidad denominado Cobi, el mallorquín se convierte en pocos anos en un precursor de Jason Pollock y es reconocido por los gurús de la época.
Tanta exposición, tanta habladuría en dominicales de gente de izquierdas de boutique cara, tanta subvención para acudir a Kassel desemboca finalmente en un Príncipe de Asturias de las Artes en 2003.
Un artista plástico de hoy día debe mantener un compromiso con lo chungo,con lo depresivo, con lo políticamente incorrecto, no vale con tomar café en el barrio de Marais y leer a Brecht y a Breton, no, el artista de vanguardia intenta dar una vuelta de tuerca y Barceló representa a la vanguardia, así que durante finales de los ochenta el artista se marcha a Mali para conocer la talla de Amahigueré Dolo, ¿se trata de las figuras de madera que venden en la playa?, se preguntan ustedes , no , nada de eso, Amahigueré Dolo supone un referente en la posterior obra de Miquel con ilustraciones de escenas costumbristas en Nigeria.
Convertido ya a mediados de los noventa en un Sorolla africanista de vanguardia, jaleado nuevamente por los gurús de los dominicales de la izquierda de salón, de la gauche divine de toda la vida, Miquel, prosigue reinventándose o reinventando la vanguardia lo que le lleva incluso a la creación de la escenografía del “Rapto del Serrallo” de Mozart.
Ya saben a lo que me refiero: decorados que intentan conjugar la música, la puesta en escena bajo un arco de expresión dinámico que acerca al espectador a una dimensión actualizada de la obra sin perder el propósito inicial de la obra.
La vanguardia no debe estar reñida con las Instituciones y menos con lo lucrativo, tras descubrir las propiedades pictóricas del epóxido, una sustancia ecológica y de vanguardia Miquel ora decora la cúpula de Naciones Unidas en Ginebra, ora diseña una colección de joyas de clara tendencia ibicenca.
Mi pregunta acerca de la vanguardia queda respondida con una frase de este genio del trazo: “Fui a varios concursos de belleza de vacas…las miran por el culo. La clave es el triángulo que forman las ubres y los muslos”.
Y es un ruido inquietante, como cualquier chasquido, crujido o chirrido del coche.
Ayer supe por qué me inquietaba tanto: era premonitorio. Cuando llueve...
Glock, Glock, Glock...
La cosa se jode. Un timo, vaya. Timo Glock.
Timo, dinos la verdad: te ha fichado el PP para la próxima campaña, ¿no? Tienes la característica fundamental, eres en esencia el hombre que busca el Partido Popular para volver a la Moncloa: eres torpe.
Pepiño Blanco... Por cierto. El otro día por la radio escuché que lo de Pepiño es un invento de algún malediciente. Que a Pepiño nunca le han llamado Pepiño en su pueblo, que no le gusta que le llamen Pepiño y, es más, que tiene un punto despectivo.
Despectivo, sí.
Como decía... Pepiño Blanco ha declarado: "El triunfo de Lewis Hamilton es la vitoria (sic) que anuncia la próxima y definitiva vitoria (sic) de la izquierda internacional: la de Obama".
Lo lleva clarinete. La cosa está muy apretada.
Pere Navarro, director general de Tráfico, por su parte, ha encontrado en Timo Glock la posibilidad de echar la culpa del incremento de muertos en carretera a alguien más, además de a la crisis internacional, a Lehmann Brothers y a las hipotecas subprime. Si Timo hubiera revisado sus limpiaparabrisas, que hacen Glock en cada ven de su vaivén... La cosa nos iría mucho mejor.
¡Ay Dios mío! Que alegría más interrupta, coño. Yo ya estaba gritando...
-- ¡Sí! ¡Qué se joda! ¡Gibraltar español!
Pero es una alegría que se parece tanto a la de los votantes del PP como a la de los miles de seguidores de Obama: la cosa está más apretada que el mundial de Fórmula 1. Hasta la última curva no se va a saber. En Estados Unidos, los republicanos tienen más voto tapado que el PP en España y Ferrari, los de rojo, ya saltaban de alegría ayer... Pero falta la última curva. Y Timo Glock no ha revisado sus limpiaparabrisas.
X. Bea-Murguía (Glock, me cago en tu mecánico, coño).
Posibles causas de la bajada de muertos en carretera en el último año y medio. Pueden elegir más de una, si quieren:
A.- La sequía (por contra, la lluvia de estos días ha hecho que crezcan los muertos). B.- La crisis española (que no hay pasta para salir de vacaciones y hay menos gente en la carretera). C.- El carnet por puntos (leña al mono). D.- La política económica de George W. Bush (que es el culpable de todo lo que nos pasa). E.- La no entrada, de momento, de España en el G-20. F.- El empate del Real Madrid en Almería (jojojojojojojo).