viernes, febrero 27, 2009

"Son todos unos hijos de puta"


Este texto lo escribí ayer, pero no me dio tiempo a corregirlo y colgarlo. Hoy, que estoy en casa con bastante fiebre (aftosa, ojo), lo lanzo tal cual porque de hecho, aunque quisiera corregirlo, no puedo: estoy bastante embotado y casi no veo ni las putas letras. Salud para todos, seguro que el lunes estoy en forma.

Queridos amigos,

les voy a contar una aventurilla, una chorrada, no esperen mucho más... Que me sucedió la semana pasada que, aunque me ocurrió en una esfera, digamos, laboral, no tiene nada que ver con los rollos que suelo meter, sino con actitudes sorprendentes.

El viernes pasado, fui a hacer una entrevista al mâitre de un restaurante de Madrid de alto nivel (aquí acaba la parte profesional de la anécdota) y, como el hombre andaba apurado, me pidió, por favor, que le aguardara diez minutos (que fueron veinte) y me ofreció un café, para rellenar la espera, que yo acepté con mucho gusto, moderado entusiasmo y cortesía mojigata, que es lo suyo.

El café me lo tomé de pie, porque un restaurante de alto standing que aún no está preparado para abrir al público me causa el desasosiego del que se acostó borracho con Jennifer López y se despertó con Primo Carnera (Chiste dedicado a David Torres). La atmósfera es desilusionante y desoladora. El personal, que pulula de un lado a otro en tareas ingratas sin vestir de corto, pierde altivez y prestancia, como si el Papa te recibiera en vaqueros en la sacristía o un torero hiciera el paseíllo en calzoncillos (con los calcetines puestos a media canilla); las mesas son putas baratas que, en otra hora, parecen diosas de un Olimpo del placer, pero que, privadas del velo del mantel, muestran su naturaleza cutre de madera de aglomerado o formica; el hilo musical lo compone una mujer que pasa la aspiradora y dos camareros que critican a un tercero, todo ello bajo una intensidad de luz que no es corriente, ni dada al placer, en un restaurante de ambiente recogido, pues bien es sabido que las mejores cosas de la vida siempre suceden en la oscuridad o la penumbra.

A uno de los dos camareros criticones, un tal Pedro, que hablaba con bastante vehemencia sobre los pedidos mal hechos por un "inútil de los cojones", mientras manejaba a golpes el cajón de los cubiertos, se me ocurrió pedirle permiso para fumar.

¿En qué hora?

Pedro, que es camarero pero que su dosis de cortesía la reserva para cuando abre el restaurante, me dio permiso para fumar sin más. No recaló el hombre en que mi acción era algo más que un gesto de mera educación de fumador, que si me lo hubiera denegado, yo me habría aguantado las ganas y punto. Casi al mismo tiempo que prendí el pitillo, encendí en aquel hombre, que me miraba sin verme a dos o tres metros de distancia, un discurso antifumadores, lleno de exabruptos y absolutamente radical, mechado con frases, literalmente, del pelo de "Todos los fumadores son unos hijos de puta", así, en tercera del plural, que yo miraba mi Lucky Strike y me preguntaba si el tal Pedro estaría tan ciego como para no darse cuenta de que, efectivamente, tenía a un fumador delante. Él siguió, sin dejarme meter baza: "Estoy hasta los cojones de los fumadores, de tragarme el humo en los autobuses..."

¿Autobuses? ¿? ¿?

El hombre seguía manejando cubiertos a campanadas y convenciéndose, según disertaba, de lo maleducados e hijos de puta que son todos los fumadores, y se fue calentando por momentos, como si, además de fumador, fuera yo el culpable de que los pedidos del restaurante estuvieran mal hechos, dejando caer las cucharas cada vez con más fuerza en el cajón...

"Luego no hay quien los eche de aquí, a los cabrones. No ponen más que problemas...".

A estas alturas de discurso, exoftálmico, yo ya había apagado discretamente mi cigarrillo, al que había dado tres caladas (y cualquiera se atreve a seguir). Estaba más que intimidado por la reacción de quien me había dado permiso para fumar, pero la cosa fue a más: aún se me acercó dos pasos, con un cuchillo de despiezar diplodocus en la mano, empalmado y apoyando sus "argumentos" con él, señalándome con su punta sádica de cincuenta puñaladas en defensa propia, alternativamente, al pecho y a los testículos.

"Yo lo prohibía ya. No sé a qué coño esperan, pero los prohibía a ellos... Que se queden en su puta casa a envenenarse solos y nos dejen vivir tranquilos a los demás con su humo de mierda".

Si no fuera por el baile de la punta del cuchillo, que seguía subiendo y bajando como el pito pito gorgorito de la muerte o la castración, yo habría hecho un chiste. Me estaba entrando la risa floja, que aguanté mordiéndome el labio, porque, llámenme cobarde, pero a ver quién es el guapo que suelta una gracia delante de Jack Nicholson en "El Resplandor".

Yo no. A lo más que llegué fue a asentir a todo, "hijos de puta, cabrones, maleducados, cagapoquitos, mariconazos, no se van ni con aceite hirviendo...". A todo y esperar a que se bajara la marea que fue justo cuando apareció el mâitre para hacer la entrevista.

-- Pedro -le pregunté, una vez que se había callado- ¿tú eres activista antitabaco?
-- No -me contestó.
-- Vale, pues entonces me temo que yo he tenido una pequeña ventaja sobre ti en esta "charla" -monólogo, tendría que haber dicho- porque yo sé quién eres tú, pero tú no sabes quién soy yo.

Y le di mi tarjeta de visita:

Javier Blanco Urgoiti,
Club de Fumadores por la Tolerancia.
Portavoz.

miércoles, febrero 25, 2009

Pensamiento Raholista

Queridos amigos,

aunque les pueda parecer mentira, yo soy más partidario de la derrota electoral de ETA que de la Ley de Partidos, que me parece una torpeza mayúscula. A ETA hay que vencerla, sí, pero a sus partidarios hay que convencerlos. Vencer y convencer, ambas cosas, lo que Unamuno predijo, con acierto, que no conseguiría Franco.



Digo que les pueda parecer mentira porque, en una ocasión, hablando de este asunto, cuando dije esto me llamaron etarra. ¡A mí! Flipé. Yo rechazo las pistolas tanto como el pensamiento único, venga de donde venga. Ese no es el camino. Que alguien tenga una idea distinta de como acabar con ETA no significa que esté a favor del terror. Vamos a centrarnos todos bien en quién es el que causa el problema.

Esto no quiere decir que la aplicación, con cálculo electoral, que se hizo, antes de las elecciones municipales me gustara. Me repugnó, porque la Ley de Partidos me parece una torpeza, pero está en vigor: o se deroga o se aplica, nada de medias tintas.

Claro que viendo la herriko taberna de Lazkao forrada de carteles de D3M, parece que no hay duda de qué es D3M ni quién anda detrás, escondidos, cobardes, como siempre.

Y, kolpez kolpe, lo relajado que se ha quedado el gachó de la maza... ¡Buf! Yo no apoyo, en absoluto, su acción, ni me río ni me hace gracia. Me parece que el calentón hay que templarlo siempre contando hasta diez, hasta veinte o hasta tres millones, que no podremos convencer a ningún batasuno de su error si usamos sus métodos. Nada dio más vida a ETA que los GAL. Ahora que el pavo se ha desahogado más que el que le metió el hachazo a José Luis More... Perdón, perdón. Que me he dejado llevar por el entusiasmo y se me va la pelota. A este tipo de razonamiento intelestuás lo vamos a llamar en H.Wells&X.Bea-Murguía, a partir de ahora, "Pensamiento Raholista", ese oxímoron.

Aquí el vídeo del mazolari en acción CLIC

Me gusta (lo digo en serio) el gesto del alcalde de Lazcao, del PNV, Patxi Albisu, de acercarse inmediatamente a demostrarles a estos sujetos que los que creemos en la democracia, rechazamos la violencia, venga de donde venga... Lo que me pregunto, y supongo que mi hermano Luis inmediatamente me confirmará el extremo, es si el susodicho primer edil corrió de igual manera a la chisquereta que prendieron los proetarras en la casa del pueblo del PSE de la localidad.

Si no fuera así, si no corrió de igual forma o, incluso, más rápido (porque el PSE está en el lado de los buenos), entonces este alcalde es el de las nueces... Ya saben... De los que recogen el fruto del árbol que otros mueven. No siembro dudas. Hago preguntas.

Al pobre hombre de la maza le quemaron su casa los de la "Democracia 3 Millones" y, vale, obró mal tomándose la justicia por la mano, pero ahora ha tenido que abandonar Euskadi. Dice mucho este dato de lo que pasa allí, en un pueblo no muy grande como Lazcao, cuando uno se autoimpone el castigo del ostracismo.

Allí no hay revolución. Hay mafia y hay fascismo.

X. Bea-Murguía (ojo, que mi madre es de Bilbao, no os pase como al tío del cuchillo... Otro día lo cuento).

martes, febrero 24, 2009

El torero Carachungo y compañía

Queridos amigos,

yo no sé qué pensar de esto, pero la cuestión es que a mi hija Ana le encanta. Se pone a dar botes y a saludar a la tele como una loca en cuanto aparece el torero Carachungo (de lunes a viernes, a las 8.00 h, en La 2). Se diría que es un alter ego de Harpo, pero con la muleta siempre preparada, al que le ha dado una hemiplegia cagando o quizá es que su apepinamiento craneal, de cuando lo sacaron del horno con el fórceps, es crónico. Se llama Iggle Piggle (Igolpigol, por si hay alguien de Burgos) y la cresta colorada que adorna la curva chunga de su cabeza es lo mismo que le queda de rojo a Bermejo. No se lo pierdan.



La serie se llama "En el jardín de los sueños" ("In the night garden", en realidad) y se desarrolla en una especie de bosquecillo de enorme claridad perpetua, es decir, lo más cercano al infierno sin intimidad al que se dirige la humanidad. Si en este bosque aterrizaran dos en un coche con un poco de calentón, ya se pueden ir buscando otro sitio porque envejecerían esperando a que llegara la hora de los amantes. Yo no sé si es que, llegada la noche, encienden los reflectores (y sueltan a los perros), pero lo del "Jardín nocturno" o "Jardín de los sueños" no le pega nada al sitio. Le va mucho más un "Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis".

El segundo personaje en importancia es una tía (y como se entere Pilar Rahola, la monta... Perdonen la digresión, pero a Pilar Rahola, esa intelectual, ayer mismo criticó en la radio la caza porque le huele a testosterona. Con eso ya lo ha dicho todo. Esta mujer tiene, al menos, una hija. ¿Cómo lo habrá hecho? Habrá sido algo así como "Paco, apunta bien y dispara de lejos, no te me acerques mucho que apestas a testosterona").

Perdonen. Decía que el segundo personaje de "En el jardín de los sueños" es una especie de galleta de gengibre llamada Upsy Daisy (Apsideisi, para los de Burgos, Marga). Upsy, claramente, es un apócope de "Upset" (disgustada, cabreada), por lo que no hay duda de que se trata de una mujer a la que se le han puesto los pelos tiesos nada más salir de la peluquería. Anda siempre buscando a Iggle Piggle por la bosque (para amargarle la vida) o arrastrando una cama por ahí... ¿Una cama? ¿Con la luz que hay? Para mí que... Tiene una seña de identidad inconfundible, una prueba tangible de que Upsy Daisy es la buscona del jardín: si tiras de la anilla que le cuelga de la cintura, se le levantan las faldas... ¡No digo más!. Aquí la tienen:



Después está Makkapaka. Makkapaka es un indigente, medio chiflado, con claros síntomas de esquizofrenia que vive debajo de un puente y se pasea por ahí con un carrito ordenando y desordenando piedras o sacándoles brillo con una esponja. Hay que ver. El día en que otro personaje del bosque le toque una piedra, tenemos una masacre. Lo que más me llama la atención de Makkapaka es lo cortitos que tiene los brazos, que pienso yo cuando lo veo... ¿este pavo cómo se lavará el culo? ¿Tendrá este defecto físico algo que ver con su obsesión por las piedras?



Estos tres andróginos son los Tombliboos, personajes neutros que van ataviados como presos recién escapados de una cárcel fantasía. No se lo pierdan que, normalmente, llevan unos pantalones de lunares gordos a juego, pero con la goma dada de sí, porque se les van cayendo por menos de nada. Viven dentro de un enorme seto al que se accede por una puerta canija que me recuerda, inevitablemente, al Evangelio según San Lucas 13,24: "Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos intentarán entrar y no podrán". Que se lo digan a André Gide. A pesar de esa especie de rulos de portera con los que se pasean por el bosque como quien va a hacer un recado urgente, los Tombliboos son buenas personas que se despojan de todo para esforzarse en entrar por la puerta estrecha, es decir, se quitan los pantalones en público y los cuelgan junto al seto. Helos aquí.



Siento no haber encontrado el vídeo de la canción de los Tombliboos, pero si están ustedes tremendamente interesados, la pueden oír aquí (CLIC).

Por último, obviando todos los artilugios voladores, trenes y demás, tenemos a dos familias liliputienses y ultracatólicas que viven en dos chalets pareados al pie de un árbol. Los Pontipines y los Worticers son un ejemplo de familia en crisis, apaga la calefacción que gasta mucho y arrímate Manolo: padre, madre con moño, cuatro hijos y cuatro hijas. Son como la memoria histórica, unos rojos, otros azules, separados por una frontera definida: la del jardín de los sueños invertebrado. Siendo retorcido, y ya me estoy imaginando lo que dirá Jiménes Losantos cuando se entere, se le puede encontrar un cierto torticero, porque los rojos se llevan todo el protagonismo. Los otros aparecen, sí, pero no.

Les voy a pegar aquí un capítulo entero para, los que tengan tiempo, se enteren de lo que es bueno y les dejo, que ya empieza y mi niña me espera en la puerta.

X. Bea-Murguía (me doy cuenta de que el departamento creativo de la BBC aún no ha solucionado su problema con las drogas).

lunes, febrero 23, 2009

Haz el amor y no la guerra


Queridos amigos,

se sienten, coño.

no voy a hacer ningún comentario, por cierto, sobre la mini serie de RTVE "23-F: el rey es bueno, viva el rey", precisamente porque soy monárquico reconocido y juancarlista.

Lo que digo yo, del buenismo que tenemos encima, es que el Día de la Paz en el colegio de mi hijo es una muestra clara de la falta de visión, de la falta de criterio, de la falta de contenidos, de esta educación de proclama y pancarta que estamos dando a nuestros hijos. No se les enseña a pensar, sino a repetir, pero la bondad sentida en masa dura lo que tarda la vaca en cruzar la linde.

Ando leyendo, por aquello de que me quedan 30 días para irme de viaje a Normandía con Cristóbal, "Dia D", de Stephen E. Ambrose, y me quedé pensativo, muy pensativo, en el momento en que leí el siguiente párrafo, que reproduzco dedicado a todos aquellos que creen en este buenismo tan lerdo:

"Sin embargo, si Hitler hubiera presenciado los actos protagonizados por Den Brotheridge y Bob Mathias durante el Día D, se lo habría pensado dos veces. Precisamente sobre individuos como Brotheridge y Mathias es de lo que trata este libro. Sobre los jóvenes nacidos en la falsa prosperidad de los años 20, educados durante la Gran Depresión de los años 30. Sus libros de infancia mostraban rechazo por la guerra, respiraban cinismo y mostraban como héroes a bobos y gandules. Ninguno de ellos quería participar en una guerra. Querían lanzar pelotas jugando al béisbol y no granadas frente al enemigo, disparar en la feria y no con otros jóvenes en el campo de batalla. Pero cuando llegó la gran prueba, cuando tuvieron que luchar por la libertad, lucharon. Fueron los soldados de la democracia. Fueron los hombres del Día D y a ellos debemos nuestra libertad".

Ríanse si quieren, pero si el "Haz el amor y no la guerra" se hubiera impuesto en los 40, hoy o seríamos rubios y altos o seríamos ceniza. Vale para esto y vale para la "Alianza de civilizaciones" que es el exponente máximo del buenismo que nos atonta. Seguir en paz depende de lo alejada que mantengamos la guerra, no de que la guerra no exista, porque eso es como creer en el comunismo después de la caída del muro de Berlín o que John Lennon dejó las drogas.

No es que los que nos gobiernan no se enteren, lo que pasa es que los políticos, todos, saben que este tipo de proclamas da muchos réditos electorales. El último "Haz el amor y no la guerra" de ZP es glorioso: "No voy a permitir que se intimide a los jueces", dice. Claro que no, José Luis es un hombre talentoso y buenista que sabe que, antes que intimidar, es mucho mejor intimar con los jueces, aunque sea pegando tiros tras las retamas. Se nota, en el tono de la frase, que empieza a estar el hombre a gusto en su poltrona: dice "No voy a permitir...". ¿Cómo que no vas a permitir? ¿Qué frase es ésta tan aznarista? ¿Quién te crees que eres? ¿Franco? El hombre quiere intimidar para hacer ver que no es partidario de la intimidación

Pero nuestra paz, ésa que se celebra en los colegios haciendo el gili, con Mateo y la guitarra y soltando palomas (que son ya una plaga urbana, ratas aéreas que se cagan en las estatuas), es fruto, precisamente, de la intimidación, de las estrategias de respuesta avanzada y de contención del comunismo que se impusieron terminada la Segunda Guerra Mundial: hagamos la guerra, se dijeron los contendientes, pero no seamos tan tontos de hacerla en casa, donde nuestros ciudadanos prefieren soltar palomas al cielo. Hagamos la guerra en Corea, en Vietnam, en Afganistán, en Irak, en Angola... Habrá paz, pero porque hay guerra.

En esos países lejanos, hay soldados españoles que se juegan la vida, porque hay guerra para que haya paz, cuando podrían estar en casa tomando cervezas con los amigos y haciendo el pavo... Es decir: intimidando para intimar. Lo de toda la vida.

X. Bea-Murguía (ministerio de Solidaridad Internacional ya!)

viernes, febrero 20, 2009

Que no era parte de mi memoria

Queridos amigos,

gracias a mi primo Luis, he recuperado una imagen que no era parte de mi memoria. Puede que en su día lo fuera. ¿Qué años tengo en esta foto? ¿Dos, tres, cuatro? No lo sé. No sé cuándo fue tomada la imagen, ni siquiera recuerdo a mi abuela Pilar con ese aspecto tan fuerte, aunque sí con esa sonrisa tan gallega que la edad borró.


Pero es curioso como funciona la memoria. Anoche me quedé un buen rato observando la foto. Además de concluir que, desde bien pequeño, yo no apuntaba trazas de torero y que mi abuela tenía tanta fuerza como capacidad de trabajo demostró a lo largo de su vida, me invadieron muchos otros recuerdos que la fiebre del ladrillo han matado para siempre.

Estamos en la huerta que había detrás de la casa de mi abuela, donde colgaba una parra tupida que daba unas uvas gordas como ojos de vino; el pozo tenía siempre agua fresca y la pila aneja, un pilón de cemento de los de antaño, servía tanto para fregar la loza como para lavar la ropa a mano.

La huerta era el punto de encuentro de la familia. Allí comíamos en verano, atrapando los furtivos rayos de sol del verano gallego; allí cenábamos y celebrábamos, incluso recuerdo la única ocasión en que, de noche, con todas las luces apagadas y una larga mesa extendida sobre la plaza donde mi tío José aparacaba el taxi, he presenciado una queimada bien hecha y la voz templada como la noche de mi primo Luis leyendo el conjuro.

Sobre la piedra plana y grande que había en la esquina, entre el corral y la pared de la trastienda de la droguería de mi tía Pilita, mi tío José, sin camiseta, mostrando sus abundantes carnes y sudando, mandaba sobre la parrilla, alimentada a base de pino gallego, regando el churrasco o las sardinas con el sabor inconfundible de lo auténtico. Esa huerta me trae el aroma de mi tía María Jesús regalando empanadas deliciosas a los sentidos, mi prima María José asomada a la ventana del segundo, al marisco, a los mejillones XXL, al vino del país (su puta madre, el vino del país)...

En la entrada por la calle Bao, mi tío Pepe y mi tió Moncho guardaban sus coches, cuando la cosecha de patatas no descansaba extendida por toda la explanada. Al pie de la entrada del gallinero, una soberbia higuera, que sería maldita por Cristo, pero que dejaba caer sobre el cemento el empalague de unos higos como puños, dulces y blandos, tan tempranos, que en mitad de agosto ya podían comerse. Y al otro lado del gallinero, un limonero con las ramas llenas de clavos.

Recuerdo a mi abuela Pilar, con los dedos sarmentosos, arrugada por la artritis, hirviendo leche recién traída, siempre despierta para despedirnos de madrugada cuando nos volvíamos a Madrid o a Murguía. La recuerdo cogiendo el hacha a una edad en que otros apenas pueden sostener una cachaba. La recuerdo cariñosa, aunque mis primos, que tuvieron con ella mucho más trato que nosotros (los de Madrid), siempre dijeron que era rosmona.

Siempre sentí admiración por esa mujer, de la que ahora tengo un recuerdo que no era parte de mi memoria. Gracias Luis.

X.Bea-Boiro (rosmar, rosmaría como o seu fillo).

martes, febrero 17, 2009

Estrategias globales

Queridos amigos,

en días como hoy, que me paso una hora dando vueltas por internet antes de enfrentarme a este vacío, y no precisamente por pereza, toca pisar el firme terreno del tabaco, donde me siento seguro.

Lo siento. No lo lean. Yo me voy a quedar tan a gusto.

La estrategia global antitabaco tiene tres patas, tres, fíjense bien:

1.- Limitar al máximo la comunicación comercial de la industria del tabaco con el consumidor.

De tal manera que, hoy por hoy, yo no puedo mandarle la revista a nadie que no se acredite como profesional del tabaco (y no, un menda que se fume dos paquetes diarios no es un profesional), ni siquiera a un adulto que firme su consentimiento explícito y por escrito, ni siquiera a su casa, a su buzón, en un sobre blanco y opaco.

Iba a pegar aquí el artículo 20 de la Constitución de 1978, Título I, "De los derechos y deberes fundamentales de los españoles", pero esto haría este texto aún más espeso. El que esté interesado, que lo mire en Google. Alguno diré que el artículo 43 también está en el Título I (derecho a la salud) y es cierto, pero los deberes se imponen mientras que de los derechos se dispone. Pequeño matiz que olvidan todos los dictadores.

Con esta pata, digamos, que se apañe la industria del tabaco. A los fumadores de cigarrillos (salvo por las promociones) les importa tres narices la comunicación comercial. A los editores de revistas (como yo) y a los fumadores de cigarros (puros) y de picadura de pipa, ya es otra historia.

2.- Reducir al máximo el acceso al tabaco.

No importa la edad. Lo disfrazan de política de prevención del tabaquismo entre los menores, pero lo cierto es que no hay modo más seguro de impedir el acceso de un menor al tabaco que la venta manual en, por ejemplo, gasolineras. ¿Por qué está prohibido vender tabaco en las gasolineras, ese lugar en el que (noten el tono irónico) pasan sus horas de ocio los menores?

La estrategia dicta que se debe reducir la oferta comercial de tabaco para que sea difícil comprarlo, independientemente de la edad. Mientras, el Estado rige en régimen de monopolio el mercado minorista de tabaco. Montar un estanco no es libre. Es una concesión del Estado.

Aquí la anécdota curiosa. Conocí a Fernando Lamata, ex consejero de Sanidad de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y ex secretario general del Ministerio de Sanidad y Consumo, en la antesala de un programa de televisión cuyo presentador, un famoso muñeco diabólico, fumaba a escondidas y lo negaba ante la cámara... JAJAJA... Era en octubre o noviembre de 2005. Lamata, como exclusiva, apareció en el plató con el borrador de la Ley Antitabaco (con sus multas de hasta un millón de euros), que entraría en vigor el 1 de enero de 2006. Al acabar, yo le dije, ya en el tuteo, porque el hombre es simpático y abierto:

-- Fernando, con esta ley, tenéis a los estanqueros acojonados.
-- ¿A los estanqueros? ¿Por qué? Si a partir de esta ley los únicos que van a poder vender tabaco son ellos.
-- Fernando, eso ya es así. Los únicos que venden tabaco en España son los estanqueros.
-- Sí, hombre-, me dijo -, y los bares y los quioscos y las gasolineras y...
-- Fernando, según la Ley 13/98 de Ordenación del Mercado de Tabacos y Normativa Tributaria, los bares, los quioscos, las gasolineras... Tienen que comprar el tabaco a uno de los tres estancos más cercanos de su establecimiento.

Porque Fernando Lamata no había escrito la ley. Ni él ni su jefa de gabinete, que mantuvo la boca abierta durante unos segundos ante el patinazo. Ni ellos ni nadie de su departamento. Porque la ley ya estaba escrita cuando ellos llegaron al Ministerio, pero no en el Ministerio. Y quienes escribieron esa ley, ni saben cómo funciona el mercado de tabaco en España ni les importa.

3.- Reducir al máximo el espacio donde consumirlo.

No estamos hablando de bajo techo o al aire libre. El espacio se refiere al espacio en general. Aquí un pasaje esclarecedor de un documento interceptado al movimiento antitabaco:

"Sin duda, la mejor opción es la prohibición total de fumar en todos los locales públicos y lugares de trabajo cerrados o casi cerrados, además de las zonas exteriores que rodean a las entradas de los edificios y todos aquellos lugares al aire libre donde sea inevitable permanecer durante un periodo de tiempo (espectáculos, paradas de autobús, andenes de estaciones, colas a la entrada de establecimientos como, por ejemplo, cines, etc.)"

No se trata de proteger el derecho de nadie a no respirar el humo de tabaco de los demás. Se trata, sencillamente, de reducir el espacio de los fumadores.

Hay prohibiciones que se pueden entender. En un avión, por ejemplo, compartimos el mismo espacio reducido un montón de personas. En un tren... ¿A quién afecta que haya un vagón de fumadores? En el centro de trabajo... ¿A quién afecta que exista una sala de fumadores en los centros de trabajo?

La presión de los grupos antitabaco no se ha detenido en la ley de 2006, para desgracia de quienes fumamos. En los centros de trabajo ya no se puede fumar, así que ahora se han volcado en demostrar a los empresarios las enormes pérdidas que les ocasiona dejar que sus trabajadores fumen en la calle. Lo valoran, con muy poca vergüenza, en 1.500 euros por trabajador fumador. En el estudio, que han tenido el valor de publicarlo y algún medio de comunicación le ha dado vuelo, se computan: las bajas laborales por enfermedades relacionadas con el tabaco, el tiempo perdido por las salidas a fumar y, como lo leen, el gasto de limpieza por el uso del tabaco... Pero, ¿no hemos quedado en que la gente sale a fumar a la calle? ¿Qué limpieza? ¿Qué estudio es ese? ¿Quién lo ha hecho? ¿Con qué metodología?

La OMS, para colaborar en esta estrategia global, se arranca con que no contratará a más fumadores. ¿Por qué? Una cosa es que esté prohibido fumar en la sede de la OMS, que parece coherente, y otra muy distinta es que la OMS decida lo que pueden o no pueden hacer sus trabajadores en su tiempo libre.

La primera consecuencia de esta presión es, por supuesto, la discriminación laboral del fumador. Ya han empezado a preguntar, en las entrevistas de trabajo, si el postulante fuma o no. ¿Tiene la empresa derecho a hacer preguntas de este tipo sobre la vida privada de sus trabajadores? ¿Puede la empresa preguntar por su tendencia sexual, su credo o su estado civil? ¿Puede la empresa decidir sobre las costumbres privadas de sus trabajadores, mientras estas no afecten a su productividad?

La pregunta que debemos hacernos es, ¿qué y quién hay detrás de esta estrategia?

El qué, lo sabemos: el tabaco mueve en España al año alrededor de los 14.000 millones de euros (2.330.000.000.000 pesetas), de los que el Estado se lleva casi 10.000 millones. De hecho, el único impuesto que ha cubierto y sobrepasado las perspectivas de recaudación presupuestarias en 2008 ha sido el tabaco (ni el alcohol, ni los hidrocarburos, ni el IVA, ni el IRPF...). El mercado de la nicotina es, por tanto, muy sustancioso.

¿Quién? Pues la respuesta está en lo que defienden los grupos antitabaco, supuestamente independientes, autofinanciados y libres de influencias lobbísticas. Textualmente:

1.- Defender el derecho a vivir en un ambiente sin humo de tabaco.
2.- Conseguir la prohibición de fumar en todos los espacios públicos cerrados.
3.- Conseguir hacer cumplir de forma estricta la legislación sobre el tabaquismo.
4.- Sensibilizar a la sociedad sobre el problema del fumador pasivo.
5.- Se aumenten los impuestos del tabaco, con cuyos ingresos se subvencionen los tratamientos de deshabituación tabáquica de la Seguridad Social.
6.- Se excluya el tabaco del cálculo del IPC.
7.- Más publicidad sobre los riesgos del tabaco y en defensa de los no fumadores.

El punto interesante es el quinto. ¿Por qué una asociación de defensa del fumador pasivo exige el aumento de los impuestos del tabaco y la subvención de los tratamientos de deshabituación? ¿Qué gana un no fumador con eso? Aunque el sexto... ¿En qué se beneficia un no fumador si sacan el tabaco del cálculo del IPC?

El negociete, amigos, es el negociete.

Alguien me ha preguntado si no he exagerado cuando he dicho que la futura prohibición de la calefacción exterior (las famosas setas) por sus emisiones a la atmósfera es parte de la estrategia antitabaco.

Confirmo que no estoy paranoico. Entren aqui (CLIC), vayan a "Colaboradores" y pregúntense quién paga esto y por qué.



X. Bea-Murguía (se admite todo tipo de pregunta, sobre todo porque yo no tengo respuestas, sólo más preguntas)

lunes, febrero 16, 2009

Dame la pasta, dámela ya

Queridos amigos,

de nuevo sin tiempo. ¿Qué le voy a hacer?

Una anécdota rápida. Soy esa persona capaz de intentar pagar tres veces, en tres sitios diferentes, con una tarjeta de crédito que caducó hace un mes. Sí. Ese soy yo. Es más. En los tres sitios alucino en colores con que no me la acepten y me quedo mirándola extasiado, entre avergonzado y fuera de mí, en viaje cósmico, sin llegar a comprender, como si mi tarjeta de crédito fuera la cúpula de Barceló.



Hasta que llamo al banco y me dicen: "Claro. Tu tarjeta está caducada. ¿No has recibido en casa la nueva?".

Miro mi tarjeta y, efectivamente, caducada. ¿Cómo es que no me he dado cuenta?

-- Pues no, no la he recibido -y por eso no me he dado cuenta. Normalmente, uno sabe que le ha caducado la tarjeta, o que le va a caducar, porque recibe la nueva en casa-. Pero -le dije al cajero de mi banco- si yo me como los yogures caducados y no me pasa nada, lo mismo podría la maquinita comerse mi tarjeta que tampoco le pasaría nada.

Pero esto no funciona así, amigos.

Les hice mandar la tarjeta nueva, que me llegaría al día siguiente, a otra sucursal de mi banco, una que me pilla a cincuenta metros de mi trabajo, y allí que me fui, sin un duro en el bolsillo (pero ni para tabaco) a buscar mi tarjeta nueva. La joven que atendía la caja, bastante guapa y de 25 ó 26 años, me dijo que no, que nanain, que la tarjeta no había llegado.

-- Bueno -le dije, sin enfadarme, claro, todo esto es culpa sólo mía y de mi despiste habitual- pues dame 100 euros de mi cuenta -y le largué el DNI.
-- Sr. Blanco, tiene usted la cuenta en descubierto.

¡NO ME JODAS! Esto es un punto de no retorno y tierra trágame. ¿Por qué nos dará tanta vergüenza el no tener dinero. Si es el mal más común del mundo. Yo no me avergoncé, como supondrán, por tener la cuenta en descubierto, que eso es habitual. Lo que casi agotó mi paciencia es que una chica guapa de 25 ó 26 años me llamara Sr. Blanco.

"Eso de señor lo será usted", quise decir, pero no dije. En verdad, lo que pregunté, para salvar el honor con una gracia, fue:

-- Pero, ¿tú no sabes que ZP les ha dicho a los bancos que suelten la guita de una vez? Dame la pasta, anda, dámela ya. Que se lo voy a decir a Sebastián y te va a llamar por teléfono: ya no le queda paciencia con la banca.

Se me ocurrió escribir un cuento sobre un atracador de bancos que lleva este argumento bajo el pasamontañas y que, gracias a él, consigue vacíar la caja de seguridad. Estaba bien traído, sobre todo, por el cartel que se ve en todas las oficinas bancarias de España: "Esta oficina dispone de caja de seguridad con apertura retardada...". Y tan retardada. Como que no se abre ni aunque lo ordene el presidente del Gobierno.

Sin embargo, decidí irme al metro con una guitarra. A la media hora, como no había conseguido ni para un café, con el bolsillo vacío y el ego hundido, volví a mi oficina y, por Internet, me hice una transferencia de la otra cuenta (la de mi mujer) a la cuenta donde tenemos los gastos comunes, para enterrar el descubierto y darme un poco de liquidez.

Después volví a la oficina, a limpiar mi honor ante una chica de 25 ó 26 años que, en el fondo, me había dicho: "¿Cómo quieres quedar bien conmigo si no tienes ni para regalarme unas flores?". No es que yo estuviera interesado, que no, pero no me gusta cerrar puertas, tras de mí, de un portazo. El honor hay que salvarlo siempre.

-- Dame la pasta, anda, dámela ya -le dije bajándome el ala del sombrero y encendiéndome una cerilla en la barba.

X. Bea-Murguía (será por dinero).

viernes, febrero 13, 2009

Una gran noticia

Queridos amigos,

me voy a Holanda ahora mismo ya, pero me voy compungido, me voy que no tengo palabras (ni tiempo para buscarlas), impactado por la crueldad de esta noticia:

"Salma Hayek amamanta a un niño en Sierra Leona".

Clic

¿Amamanta? ¿Cómo que amamanta?

Es un término un poco... ¿No les parece? Me recuerda a mí mismo, cuando mi mujer amamantaba a mi hija Ana y se rompió el brazo. La tuvieron que operar dos veces y, debido a la morfina de la anestesia general, no podía amamantar a la niña en dos días. Y no sólo eso: tenía que extraerse la leche y tirarla (que a mí me dolía el corazón de verlo porque, con la cantidad de enfermos mentales que hay en Internet, una subasta de leche materna con morfina nos habría arreglado el presupuesto).

Me voy por las ramas, pero háganse cargo: mi mujer tenía el brazo inmovilizado, con lo me tuve que comprar una banqueta y un cubo (y una maroma para atarle el rabo a la pierna) para ordeñarla, porque no podía ni ordeñarse a sí misma ni amamantar a la niña.

Lo que se lo olvida decir al que escribe el titular es que la madre del niño que Salam Hayek amamantó, tuvo que ser antes cubierta o cruzada... Me imagino la escena con mamporrero incluido. ¿Qué lenguaje es este? Que lo diga yo en mi blog, vale. Pero que lo suelten así en El Mundo!!!

Pero si estoy consternado no es por esto. Es por otra cosa que ahora no tengo tiempo de contar, me cago en la leche, porque ya me he enrollado demasiado con mis gilipolleces.

Se lo cuento otro día (si me acuerdo).

X. Bea-Murguía (en vuelo)

miércoles, febrero 11, 2009

Cosas de facha

Querido Luis,

¿Qué tal por Bilbao? Bien, supongo, ahí, en el centro del mundo se estará de cojones. Me alegro mucho. Aquí, en las afueras del Bocho, en Madrid, no sé si te has enterado, ha habido un atentado de ETA. Fue antes de ayer. Casi nadie lo sabe (salvo los que viven cerca de IFEMA y estaban tranquilamente desayunando en casa a horas de marqués), porque hay una trama mucho más importante de espías, el caso Anacleto, y otra de corrupción del PP que informativamente es mucho más interesante.

Fue un coche-bomba en las oficinas de Ferrovial, ya sabes, por lo de la Y vasca. Estos palurdos no se han enterado todavía de que en euskera no existe la Y (¿será parte del problema?) ni tampoco saben que "Y", conjunción copulativa, en vasco, se dice "eta".

En las afueras de Bilbao lo importante, como te digo, ya no es ETA ni el paro ni siquiera la política de austeridad y transparencia de Touriño "Siguiente pregunta" (¿Transparencia, sr. Touriño, se refiere a que las sillas son de plexiglás? "Transparencia y austeridad, siguiente pregunta"). No. Lo esencial es si el alcalde de Boadilla del Monte, ese núcleo urbano de capital importancia en el mundo, está en el ajo o no.... Bueno... Quería decir el ex alcalde, porque ya ha dimitido. Por cierto, no nos han llegado noticias de dimisiones en Galicia por el escándalo de las sillas... ¿Cuántas dimisiones ha habido? Supongo que todas las que fueran necesarias. Es curiosa la tradición reciente de dimisiones que hay en España: unos a la primera y Fernández Bermejo sigue siendo ministro de Justicia. Es curioso. Ahí está el hombre, en su nidito. Yo estoy de acuerdo con esta política: un cargo público en democracia tiene que ser como la mujer de César, que además de serlo, tiene que parecerlo. Si está bajo sospecha, fuera. Ni imputado, ni acusado, ni condenado. A la calle. Después, lo que digan los tribunales.

Fue gracioso el enésimo patinazo del PP. Hubo un problemilla de coordinación que hizo quedar a Rajoy como un pelele (son tantas veces ya, el pobre). Aquí, en las afueras de Bilbao, ha tenido rango de notición: "Rajoy mete la pata". ¿Cuántas veces van? La contumacia reiterativa de este hombre siempre es noticia, como lo es, por ejemplo, que Nadal gane una y otra vez a Federer. Igualito.

Y esto es lo que se cuece por aquí, en las afueras. Un caldo sabroso, sabroso y con fundamento al que sólo le faltaba el aderezo final, el perejilillo de todas las salsas, el toquecito mágico: un juez bajo sospecha que no sólo no se inhibe (que debería, porque la mujer de César además de serlo tiene que parecerlo y él lo será, pero no lo parece), sino que, además, no es capaz de detener las filtraciones que salen a raudales de su juzgado en dirección a una trinchera mediática que no es la de Federico Losdemonios.

De crispación tampoco se habla ya. No importa que Tomás Gómez, el alcalde más votado de España que no llegó ni a tomar posesión del cargo porque se fue corriendo a la banqueta de espectadores de la Asamblea de Madrid, tenga por todo argumento "Este es un gobierno facha", refiriéndose a Esperanza Aguirre. Es un argumento político de mucho peso. A mí me ha ganado ya del todo. En las siguientes, le votaré. Es un gobierno facha porque, igual en la capital del mundo no os habéis enterado, pero el caso Anacleto está denunciado, por el gobierno de Madrid, en dos juzgados; la oposición ha querido montar el teatrillo de la comisión de investigación, pensando en que no colaría, y Aguirre lo ha aceptado; después se quejan de que es una feria, que el PP no quiere llegar hasta el final porque hay poco tiempo, y se amplía la duración; quieren llamar a declarar hasta a Paco Ibáñez (el creador de Mortadelo y Filemón) y más les vale aceptarlo porque, si no, quedará patente, una vez más, que el PP es un partido facha.

Luis. Yo sé sumar. ¿Tú? El PSOE sabe muy bien sumar: sabían, por ejemplo, cuántos votos se necesitaban en el Congreso para mantener a Barrionuevo aforado y que no se le pudiera ni juzgar por estar implicado en un quítame allá esas pajas: 27 asesinatos, un par de secuestros, torturas, enterramientos con cal viva y un empleo lamentable de los Fondos Reservados del ministerio.

Vamos a esperar en que queda todo esto. Igual al que ha puesto la bomba, como en los tebeos de Anacleto, le explota en las narices.

De todas formas, no me hagas mucho caso. Ya sabes que éstas son las cosas que decimos los fachas.

X.Bea-Murguía (el facha)

martes, febrero 10, 2009

Que viene el lobo

Queridos amigos,

el otro día, en Bruelas, el eurodiputado Godfrey Bloom, del UKIP, Partido Independiente del Reino Unido (puta manía anglosajona de escribirlo todo alrevés Unido Reino del Independiente Partido) soltó una frase que me encantó, porque se ajusta, según mi modo de verlo, a la realidad: "la política sanitaria es hoy dominio de la información". Se ajusta la realidad, digo, aunque no a la verdad, porque lo que importa no es si el discurso es veraz, sino cuánta gente se lo traga.

Tenemos el caso de la nieve en Madrid. Después del caos del 9 de enero, y yo no quiero señalar a nadie, los medios adeptos (demasiados) al gobierno han dedicado minutos y minutos de informativo al caos que las nevadas han provocado en Londres, París y Milán, como si aún fuésemos tan papanatas como para exonerar a la incompetente Álvarez por la incompetencia europea.

Voy a poner el vídeo porque es la leche. No dejen de aplaudir cuando acabe. Yo lo titularía "El ruido y la furia", porque va de un tonto y no se entiende nada.



Parece un anuncio de premamá. ¿Ha nevado en Madrid o en el coño de alguna? Pagaría por ver a esta mujer contando a sus nietos el cuento de "Pedro y el lobo".

Desde aquel 9 de enero de infausto recuerdo, han pasado dos cosas: que ahora hay quitanieves del Parque Movil Ministerio, ojo, sembrados por toda la Comunidad de Madrid. El día 9 yo no vi ni uno. El viernes pasado, caminito del aeropuerto y, después, de mi curro, conté CINCO.

La otra es que andamos todo el día en alerta por nevada. Como no se puede predecir ni esperar que lo predigan los que están esperando que lo predigan los que no pueden predecirlo, porque es impredecible, pues predecimos de más. Todo el día en alerta, un estado imposible de mantener, porque sólo su excepcionalidad lo hace creíble y porque la gente, finalmente, como en el cuento de Pedro y el lobo, baja la guardia.

Apuesto a que si esta semana cae una nevada como aquella, se vuelve a bloquear todo, pero ahora la información está bajo control: lo que no sabemos, porque el Telediario de la 1 no lo ha contado es cuántas horas estuvieron parados los aeropuertos de Heathrow, Charles De Gaulle y Malpensa (Barajas no recuperó la normalidad hasta TRES días después), ni cuánta gente estuvo allí atrapada (en Barajas se calcula que fueron 65.000 personas sin posibilidad de moverse de la terminal durante 24 horas), ni qué médidas han tomado en esos aeropuertos para retirar la nieve o para atender a los viajeros.

Ya sabemos que la nieve causa problemas siempre. Nadie espera que Magdalena Álvarez despliegue un paraguas gigante sobre Madrid e impida la nevada. Lo que se espera de las autoridades es que estén preparadas para dar una respuesta rápida y eficaz al problema. Esto no lo hubo en Madrid, ¿en Londres, París y Milán? El TD1 no lo dice.

Por tanto, la frase quedaría así: "La borrasca cambió de una forma impredecible, porque, como no lo podemos predecir, nos fuimos a tomar café al bar de la esquina, mientras esperábamos que los que hacen la predicción acabaran de mojar el churro".

La solución, como siempre, pasa por tratar a la gente como si fueran niños pequeños. Se les suelta el cuento de Pedro y el lobo y, si vuelve a haber caos, es culpa de la gente, que ya estaba advertida. Yo como, por desgracia, soy mayorcito, que estoy más cerca de los cuarenta que de los veinte, prefiero que no me adviertan más de que viene el lobo, que me digan la verdad y ya tomaré yo mis decisiones.

X. Bea-Murguía ("España está preparada para enfrentarse al Katrina", dijo, en su día, el ministro del Interior José Antonio Alonso).

lunes, febrero 09, 2009

Educación para el respeto

Queridos amigos,

creo que ayer, en Santiago de Compostela, hubo una manifestación de repetidores de curso, chavalillos que suspendieron "Educación para la ciudadanía" y... ¡Ah, no! Que se me olvidaba que ya no repite curso ni Dios.

Estamos esperando a que haya una condena oficial u oficiosa de BNG, PSG o de alguien, que, por supuesto, no llegará. Estos tipos deberían aprender un poco de educación para el respeto a las ideas de los demás, pero, oye, ni a palos, ni a porrazos. Lo único que "entienden" es que lo que ellos piensa es una verdad universal y el resto, los que no comparten su idea única, inmutable y esférica como el ser de Parménides, son unos fascistas.

Es estos los mandaba yo una temporadita a Guinea Ecuatorial para que aprendan "Eduación para la democracia".

¡Eps! Oigo un llanto en la lejanía. Mi mujer está en Barcelona. Les dejo. Mañana más.

X. Bea-Murguía (a favor de una Galicia TRIlingüe).

viernes, febrero 06, 2009

Voy a por los Goya...


Queridos amigos,

le estaba dando vueltas a los Goya, gracias a un acertado comentario de mi hermana Uxía (que demuestra, una vez más, que la candidez es perfectamente compatible con la agudeza), pero no voy a ir por ahí, entre otras razones, porque es difícil, para un supergañán como yo, meterme en esa camisa de once a quince varas (nunca mejor dicho).

Con no poca razón decía mi hermana, que sabe de moda, que el argumento de que hay que ir al cine a ver películas españoles sólo porque son españolas, ¡que rápido agitan la bandera patria los apátridas!, cae por su propio peso cuando ves que en la gala de los Goya, la inmensa mayoría de las damas del cine aparecen en el proscenio con pertrechos creados por diseñadores extranjeros. AQUI

En la foto, Goya (Toledo) vestida de Elie Saab, bolso Loewe y joyas de Chaumet (¿?).

A mí me importa tres narices, pero no es coherente con el discurso. Pensaba poner este detalle en solfa, porque lo encuentro ilustrativo, cuando leo a Matías Vallés y, claro, no me queda más remedio que pegárselo aquí a ustedes, prestarle mi espacio, porque yo no soy capaz de decir tanto y tan bueno, en tan poco espacio.

Blog de Matías Vallés. Diario de Mallorca. CLIC

"Menudo ego, los actores

La perspectiva sobre la ceremonia de los Goyas se modifica, de haber soportado previamente las películas participantes. Esta perversión sólo afecta a la mitad de la audiencia televisiva de la gala, porque se obró el prodigio de que la suma de espectadores de los cuatro títulos más destacados –dos millones y medio– fuera inferior al público congregado ante el electrodoméstico, y tres veces menor que la sátira improvisada por Zapatero, "No tengo respuesta para usted". El éxito en pantalla pequeña del cine que nadie ha visto en salas se debe a una presentadora de teleserie, cuyo nombre preferiría olvidar.

Dado el rechazo masivo a sus películas, cabría imaginar que actores y cineastas esbozarían una autocrítica, y se disculparían al recoger sus premios. Ni hablar. Abroncaron a los espectadores y al Gobierno que les representa, acusándoles de piratear sus películas –aunque un mantero senegalés con dignidad profesional no se atrevería a vender "La conjura de El Escorial" ni "Sangre de mayo"–. Si un ministro reclama tres minutos en prime time dominical para vender sus carencias, el programador le negará ese privilegio. En cambio, el ganador del Goya al mejor cortometraje de semificción en blanco y negro con actores mamíferos dispone de barra libre, para detallar el honor que tuvo su madre al parirlo. Su monserga dura más que su corto, cuya proyección nos evita por fortuna.

Del cine español de 2008 sobrevivirán "Sólo quiero caminar" y "Los crímenes de Oxford" –ni los académicos se atrevieron a premiar "Los girasoles ciegos"–, magra productividad para hablar de industria. En alguna de las cintas presentadas, una denuncia a Consumo obligaría a retornar el precio de la entrada. Pese a ello, los artistas aleccionaban a una audiencia a la que ni entretienen. Menudo ego, los actores. Tocados por los dioses, el Goya apenas recompensa su genialidad intrínseca. Lástima que la crisis económica haya llegado con un año de retraso, porque su puntualidad hubiera evitado que se rodaran algunas de las películas a concurso".

¡Un mantero senegalés con dignidad profesional!
¡Su monserga dura más que su corto!

Me parece lo más certero que he leído nunca sobre el cine, los actores, los Goya y la piratería: los dueños de los privilegios abroncando a un público al que, en verdad, considera imbécil.

El blog de Matías Vallés se llama "Al azar", a partir de hoy con link permanente en H.Wells y X.Bea-Murguía. Léanselo enterito cuando tengan tiempo.

X. Bea-Murguía (buen fin de semana a todos).

jueves, febrero 05, 2009

El día D por retambufa

Queridos amigos,



alguien me dijo que no me pusiera más este gorro, y yo sé quién me lo dijo, o que, al menos, no publicara más esta foto que me hice en Elgin, Escocia... Pues toma. Me encanta el gorro y me encanta la foto. Más que nada, por lo que significa. La voy a repetir luego, pero en otro marco.

Esta otra me gusta mucho más, pero no va a poder ser. Cosas de la vida.



Es que gorro será lo ustedes quieran, pero, así, calado hasta las orejas, era muy calentico. De hecho, Rodrigo al principio renegó de nosotros. Nos llamó turistas japoneses, por ir todo el puto día con la boina puesta, pero, al final, acabó poniéndoselo. Y Cristóbal... Bueno... Cristóbal tardaba un cuarto de hora en colocarse la boina de medio lado, con la borla en sentido contrario de la caída y una inclinación de 60 grados sobre la frente. Con estilo, coño, con estilo. Como ven en esta foto, al estilo le dieron por retambufa: la boina bien caladita y que tape las orejas.

Esta otra foto, en Liberty Island (NY), también me entusiasma. Sobre todo porque es un montaje: uno de los tres no estaba en la foto original.



¿A qué viene todo esto? Si ZP pasara a la historia por alguna frase, yo eligiría, antes que el "A trabajar" que soltó el día de la primera foto de su primer gobierno, "La economía es un estado de ánimo". He reflexionado hondamente sobre el significado de esta expresión. Horas y horas dándole al magín y he llegado a la siguiente conclusión:

No significa nada de nada. Es una chorrada como un piano.

Así que me voy de viaje. ¿A trabajar? NO. Me voy de vacaciones con Cristóbal a Normandía a ver si encuentro ese estado de ánimo que ayude a la economía a tirar para adelante. Rodrigo no puede venir este año. Nosotros nos lo perdemos.

Vamos a desembarcar en Normandía, pero por retambufa. Madrid-París en avión. Un coche y "palante". El día D será el 24 de marzo. Quedan 47 días.

Hoy tengo prisa.



X. Bea-Murguía (la economía es el estudio de los recursos y de la mejor manera de emplearlos... No se dejen echar la culpa por la crisis. Si usted gasta más de lo que ingresa, si hace mal sus previsiones, el banco le embargara y estará en crisis. Lo demás son gilipolleces).

miércoles, febrero 04, 2009

Más allá de la libertad

Queridos amigos,

hablando de las vacaciones en Fuerteventura, recordamos el sábado con Jose y Mariví una no sé si llamarlo anécdota que me he guardado hasta ahora, pero sólo porque soy así de desmemoriado.

La playa de las Gaviotas, pegada a nuestro hotel, donde íbamos cada mañana, estaba poblada por personas que respondían, en su amplísima mayoría, al siguiente perfil:

1.- Teutones y teutonas.
2.- Nudistas.
3.- Sexagenarios (o más).



Vamos, que aquello era como el balneario de Baden-Baden pero desinhibido, una lección sobre la rosa marchita y la ley de la gravedad, una plantación de nabos fósiles, la negación de la belleza de la arruga, la afirmación del escrotismo caduco, un carpe diem con patas y pelo. Daban ganas de recitar a voces, a lo Jesús Urceloy:

"En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto"

Yo creo con igual fuerza tanto en la libertad del nudista como en la del crítico. A mí, personalmente, el nudismo ni me atrae ni me gusta ni lo entiendo (independientemente de la edad, que no van por ahí los tiros), a pesar de que en este blog he practicado, demasiado a menudo, una suerte de nudismo intelectual. Sobre todo, en el nudismo me molesta ese tono reivindicativo que pretende venderte la desnudez como la esencia del ser humano, cuando las personas, si nos distinguimos por algo de los animales, es precisamente en el vestido. No estoy en contra, ni mucho menos, pero esa constante vindicación en un mundo en el que su actitud está plenamente aceptada no tiene sentido. Es más, la masa muestra normalmente más respeto por ellos que por la postura, también natural, de aquellos a los que el desnudo ajeno les incomoda. Cuando pienso en estas actitudes, siempre acabo con la misma conclusión: si hay un sitio donde, en el siglo XXI, sí se puede reivindicar el nudismo, es en Arabia Saudí.

Estar desnudo ante la mirada de un extraño es mostrarse completamente desarmado, una sensación que nunca me ha agradado cuando, por ejemplo, he tenido que hacer strip-tease ante un médico o en un gimnasio. Una parte importante de la seguridad en uno mismo, en mi caso, es el bañador. El bañador con la cuerdita bien atada. Pudoroso que es uno o consciente de haber mordido la manzana.

Más que el paraíso de la libertad, el desnudo, en la mayor parte de las ocasiones, es la misma decepción del regalo desenvuelto. Mientras uno no sabe lo que es, tiene al menos ilusión, pero una vez arrancadas las vestiduras, ya no hay trampas, ya no hay barreras, ya no hay emoción. El vestido, por escueto que sea, en sexualidad, es la puerta que oculta el deseo, que lo alarga, que lo extiende y que lo alimenta. En la vida, en general, todo aquello que no se ve o que sólo se intuye me atrae mucho más que lo que es evidente o se muestra abiertamente. Por eso, de la pornografía sólo me interesan los títulos ("Mamita, el negro me excita", vi ayer, por no hablar de "Lamerte tenía un precio").

Aparte del pudor y de la falta de interés, perdonen aquellos de ustedes que practican el nudismo, pero de muchos de los ejemplares que pululaban playa arriba, playa abajo (no todos, por supuesto), rezumaba un cierto afán exhibicionista. Sin duda. Nadie me lo puede negar y de esto va hoy esta entrada.

Cada día pasaba por delante de nosotros un hombrecillo, un alemán, cuyo único atavío era una gorra. El hombre, barbudo pero pelón, cercano a los cincuenta años, gastaba la mañana en darse saludables y solitarios paseos por la playa, de manera que lo veíamos pasar cuatro o seis veces. Lo apodamos "Gorrilla".

"Gorrilla", que era ya como de la familia, no era un nudista habitual, esos que, por su experiencia o por su falta de pudor, llevan el desnudo con la misma naturalidad que si se hubieran calzado una burka. Este mostraba siempre una medio sonrisa de chiquillo haciendo una calaverada, era perfectamente consciente de que había gente a su alrededor y que no eran pocas las miradas que se clavaban en su centro de gravedad, en el péndulo de su caminar que, por otro lado, no era gran cosa.

La demostración final de que a "Gorrilla" le movía el exhibicionismo, más que la libertad, llegó el último día. Rompiendo su rutina, apareció con una alemana, desnuda, más de cuarenta años, sin barba pero con más pelo en los sobacos que él. Al principio se pasearon de la mano. Al cabo de un rato, justo delante de donde estábamos nosotros, se metieron en el agua y refofilaron como dos adolescentes.

El agua estaba demasiado fría (aunque no como la de Galicia, donde yo no me mojo ni la uña del dedo gordo) para hacer nudismo sin pensar en el ridículo. Como dice mi amigo Eduardo, tienes que bañarte con un alfiler para, después del baño, sacar el bígaro. Y esto es lo que debió pensar "Gorrilla", que después de un rato en el agua, refofilando con la rubia de los pelos, antes que el rídiculo del músculo encogido, optó por la osadía del trempe.

"Gorrilla", tal cual, con el palo mayor enhiesto, salió del agua. Así, con la quilla apuntando hacia poniente y una enorme sonrisa, agarró la mano de la "Pelos" y le señaló el camino. A pasear por la playa a lo homo erectus. Con dos cojones (agazapaditos en su escroto y pegaítos al culo como los gatos).

Nosotros, y todos cuantos se cruzaron con la pareja, entre muertos de risa y anonadados por su falta de vergüenza, no dábamos crédito. Perdonen si pudiera parecer que esta entrada la esta escribiendo mi padre, pero lo malo de mover los límites es que siempre hay límites más allá y, en un mundo circular, al otro lado de la frontera muchas veces no hay más libertad, sino otra clase de esclavitud.

Para mí que su exhibicionismo era evidente. A "Gorrilla" le hubiera encantado que Beatriz y Mariví, en vez de treinta y tantos, hubieran tenido quince años. Si no es por eso, yo sólo encontraba una explicación plausible a su actitud. Así se lo dije a Jose:

-- Ahora ya tiene donde colgar la gorra.

X. Bea-Murguía (yo no soy mirón, soy observador)

martes, febrero 03, 2009

De profundis

Queridos amigos,

les voy a contar una cosa que el otro día me hizo mucha gracia. Estaba haciendo esfuerzos por terminar de leer la decepcionante “La elegancia del erizo”, con su previsible final, que es el de todos los que no saben cómo acabar. Lo que Iñaki de la Torre denominaría “producciones El Machete”.

Sólo diré que un tío que tiene un mecanismo en la cadena del wáter que, cuando se acciona el botón que arrastra la miseria humana, hace sonar el "Confutatis" del Requiem de Mozart es un alegórico hortera, por muy japonés que sea. No me jodas.

Confutatis maledictis flammis acribus addictis voca me cum benedictis

Es decir, más o menos, no literalmente:

Arrojados los condenados a la terribles llamas, elígeme entre los benditos”.

Apropiado, ¿verdad? ¿No les viene a la cabeza la imagen de una hez con dos bracitos marrones y cortos elevados al cielo, clamando, mientras es, inevitablemente, arrastrada por el remolino de la descarga? Si, precisamente, una de las cosas que más fastidia tras la deposición es que la cadena indulte parte de lo depuesto. Te da qué pensar, ¿qué tendrá este sádico en el dormitorio? ¿Un ejemplar de “De profundis” de Wilde?

Una pena.

Con todo, a lo que venía hoy, que me hizo gracia, es que estaba viendo la televisión al mismo tiempo (sí, yo, a veces, soy capaz). El programa hablaba de buceo y se llamaba “Última frontera”… “¡Última frontera!”… que suena un poco al estilo de “Al filo de lo imposible”, como si estuviera dedicado a proezas que van más allá de lo deportivo o de lo recreativo: ¡Escalar el Nanga! ¡Rodear el Erebus y el Terror en pleno invierno antártico para recoger un huevo de pingüino emperador! ¡Hacer una tortilla de patata SIN cebolla como Dios manda!

No sé. Estas cosas que sí llevan al ser humano a la última frontera, que no es el techo más alto, ni la sima más profunda, si no uno mismo y ese paso que va más allá del propio límite.

Lo gracioso fue que hablaron de buceo en Fuerteventura…

-- ¡Coño! –dijimos Bea y yo. Claro, claro. Allí hemos buceado nosotros.

… del Club de Buceo Aldiana y Tony Mayer

-- ¡Cojones! –dijimos Bea y yo (más bien yo porque mi mujer no dice tacos nunca, que es de un colegio bueno). Con Aldiana y con Tony hemos buceado nosotros.

…y de un punto de buceo: el Berril de Jandía.

Entonces, yo me empecé a descojonar porque en esa “Última frontera”, de, digamos, 20 metros de profundidad, hemos buceado mi señora y yo… ¡Y DE NOCHE! Con dos cojones. El sitio es muy bonito, vimos angelotes, chuchos, una raya enorme, barracudas… Todo lo que salió en el reportaje y de noche más, mucho más. De noche es sencillamente espectacular.

Cierto, pero… En fin… Tanto como “Última frontera”… No sé yo si me atrevería. Quizá si hubiera estado viendo el programa con unos amigotes y con unas periquitas, habría hinchado el pecho antes de decir, con un tono de voz un poco John Wayne:

-- Chicos, chicas, en esa “Última frontera” yo he movido las aletas.


Aquí mi señora, moviendo con mucho estilo sus aletas en la Última Frontera.

Me pregunto cuál es tu última frontera. Cuándo y por qué has ido más allá de ti mismo.

X. Bea-Murguía (y fin de la anécdota. No hay más)

domingo, febrero 01, 2009

Tu madre, esa tortillera cuya fama tiene los días contados (aquí vengo yo, Agustín Morales, el macho)

Queridos amigos,

más allá del tópico, yo no sé por qué será, pero la mejor tortilla siempre es la de la madre de uno, esa gran tortillera. Todos hemos sufrido a amigos cuyas madres serían grandes bolleras, no lo dudo, pero que como tortilleras dejaban mucho que desear, por mucho que sus hijos proclamaran orgullosos:

-- La mejor tortilla, la de mi madre.

Y punto. Aunque después la probabas y te quedabas con ganas de decirle la verdad sobre la tortilla de su madre:

-- Tu madre, a la tortilla, ¿qué le pone exactamente? -porque no acababas de captar la sutil mezcla del huevo, no muy cuajado, con la patata reblandecida, bien porque crujía, bien porque se escondía su sabor entre el quemado y el indefinido.

-- ¿Qué? Está buena, ¿verdad?
-- ¿Quién? ¿Tu madre? Bueno... Tiene una edad, pero...
-- No, gilipollas. La tortilla. Que si está buena.

Primer regate, fallido, y como la mejor tortilla siempre es la de la madre de uno y tú no le quieres dar un disgusto a tu amigo, le dices:

-- ¿Estás seguro de que esa señora es tu madre? Porque a lo mejor es verdad que la mejor tortilla es la de tu madre, porque tú eres adoptado.

Nunca se sabe.

En mi casa, mi padre se picaba bastante con el tema (Lo cuento ahora que no lo puede leer, porque está esperando a que le conecten Internet en la casa nueva). Lo cierto es que tiene buena mano para la cocina. Muy buena. Innegable. Y se curra una tortilla excelente, pero como las tortillas (envueltas) de mi madre, yo nunca he probado jamás ninguna. Las cosas como son. Mamá, ¡qué tortillas!

Indiscutiblemente, la mejor tortilla, la de mi madre.

El jueves por la noche, mientras esperaba a que mi mujer volviera de currar (tardísimo), me puse yo manos a la tortilla y, miren, les voy a decir la verdad, sin falsa modestia. Me salí. Punto. Ahora se la enseño. Pedazo de tortilla. Siempre he sido yo muy tortillero.

No quiero compararla con la de mi mujer, porque no, porque son dos métodos distintos derivados de dos formas opuestas de entender la vida: la femenina, eminentemente práctica, y la masculina, mucho más metódica.

Es cierto que los hombres, cuando nos toca cocinar, manchamos mucho más. Yo no lo voy a negar: mancho mucho, pero es que nos gusta ser precisos, quizá porque nos falte una pizca de instinto y tengamos que recurrir a la exactitud, al método culinario de Apicio, a la precisión que complementa en parte la falta de buena mano. En mi casa, de todas formas, da igual lo que se manche que después recojo yo siempre, así que no puede haber quejas. Mancho lo que quiero. ¡Qué cojones!

Les voy a desarrollar este caso práctico, de confección de tortilla de patata, para que puedan apreciar la diferencia.

TORTILLA DE PATATA PARA CENA DE MACHOTES EXIGENTES
Sin olvidarse de dejar un trozo para mamá que vendrá con hambre

Ingredientes (no nos compliquemos la vida).
Para dos personas

ELLA:
Tres huevos; una patata grande y una mediana; sal. Un chorro de aceite de oliva.

YO:
Tres huevos más los dos que hacen falta para ponerse semejante mandil; ¿puedo considerar que esta patata es grande? Voy a sacar la báscula...; ¿la sal se echa en las patatas antes de freír, en el huevo antes de batir, en la mezcla de ambos o ya en la sartén? Voy a mirarlo en Google. Medio litro de aceite.

Instrumental (cada función con su órgano)

ELLA:
Un tenedor, un plato llano, una fuente, un cuchillo y una sartén.

YO:
Un pelapatatas, un escurridor, un par de cuchillos o tres, una tabla, un batidor y su señora la batidora, un medidor, una cuchara de sopa, dos cucharillas de café, una cómo se llame con agujeros que sirve para dar la vueltas a las patatas hasta que poten, un tenedor de patas cortas, otro de patas largas, una fuente, un plato hondo, dos llanos, un volteador de tortillas, una sarten, una cuchara de madera, una báscula (opcional), una escuadra (opcional), un cartabón (opcional), una rasqueta, tres o cuatro trapos (depende), un mandil, una brocha y esto otro que no sé qué coño es, pero por si acaso.

Método (no más pragmatismo: fantasía)

ELLA:
Pela las patatas, las lava, las filetea, las fríe despacio. Bate los huevos. Añade la sal. Mezcla bien el huevo con las patatas, convirtiéndolo en un puré homogéneo, mientras se va calentando el aceite. Se echa en la sarten y se la da la vuelta con el plato un par de veces, hasta asegurarse de que está bien cuajada. Se saca y se sirve calentita.

Muy buena. No lo duden. Pero aquí vengo yo, Agustín Morales, el macho.

YO:
Me pongo el mandil y flipo con lo moderno que soy.

Pelo las patatas con el pelapatatas, aunque es una mierda, pero como me empeñé yo en comprarlo, ni un paso atrás. Pelapatatas a muerte. Dejo las patatas, que parece que las haya pelado a mordiscos, en el escurridor y las lavo concienzudamente con agua bien caliente y que le den por culo al planeta y al cambio climático. Repaso las patatas con la punta del pelapatatas para que queden perfectas, aunque el resultado es que parece que han tenido la viruela.

Con un cuchillo, las corto en filetes que han de ser de exactamente el mismo grosor. En esto soy muy, muy bueno. Podría bajar la escuadra y elcartabón y medirlas. ¡Ay, coño! Me he torcido. Este cuchillo es una mierda. Al fregadero con él. Cojo otro. Tiene mejor pinta. ¡Hostias, es demasiado pequeño y casi me corto! Al fregadero. Otro... Este... No... El jamonero y punto. Cojo la tabla y chas, chas, chas, chas... Perfecto. Algún trozo hay que es más pequeño, pero bien, bien.

¡Anda! Si tenía que haber puesto el aceite a calentar. Bueno, da igual, lo pongo ahora y voy batiendo los huevos. Echo un chorrito... Un poco más... Un poco más... ¡Eh! Bueno, me he pasado... Voy a vaciar un poco en la aceitera... ¿Por qué harán las aceiteras con la boca tan estrecha cuando las sartenes son tan amplias? El aceite está demasiado denso aún y se derrama bastante por el borde de la sartén fallando el objetivo principal. Joder cómo lo he puesto todo. El trapo. ¡Coño, esto lo extiende! ¡Mierda! La bayeta. ¡Agh, qué asco, joder, ahora parece un moco! Al fregadero con los cuchillos. Luego la escurro.

Mi mujer bate los huevos con un tenedor. Por eso la consistencia del huevo batido no es la que debería. Es más práctico, es verdad, pero no es preciso. Cojo el batidor, un plato hondo y los tres huevos. Que sepan todos ustedes que yo casco los huevos con una mano. La técnica es sencilla: se da un golpe seco a la cáscara con el borde del plato, se coloca a media altura sobre el mismo y se fuerza con un movimiento hacia arriba simultáneo del pulgar y del meñique. El huevo se libera y cae. La cáscara se lanza, a lo Kareem Abdul Jabbar, es decir, de gancho (skyhook), a la basura. Este gesto es parte intrínseca de la esencia del cocinero machote, que se suele recrear en él radiándolo.

-- Lanza por encima de la cabeza y... ¡CANAST...!

¡Vaya! Estaba la tapa cerrada y aún quedaba bastante huevo dentro de la cáscara. Un trapo. No, esta braga sucia no, que está llena de aceite. Otro trapo. ¿Para qué están las lavadoras?

Otro huevo y déjate de chorradas. El otro. Con una cucharilla de café, se quitan los trocitos de cáscara que han caído dentro del plato. Son escurridizos los jodíos, pero los pescas todos. ¡Hala! La cucharilla al fregadero. ¡A batir! ¿Con un tenedor? No, por Dios, con un batidor, que para eso lo tenemos en el cajón. Precisión. La función y el órgano. Ella, con su tenedor, le da cinco vueltas y ya está. Yo, con el batidor, le doy, le doy, le doy y le doy. Chasca, chasca, chasca. Quiero ponerlo a punto de nieve. Chasca, chasca, chasca. Me estoy poniendo colorado ya del esfuerzo. Chasca, chasca, chasca.

Ese va a ser el secreto de mi tortilla de patata. Chasca, chasca, chasca. De la mía. De la Deliciosa Tortilla de Patata: el huevo a punto de nie... ¡Coño, que se me quema el aceite! ¡Mierda!

¡Me cago en la leche! ¡Joder! Abro la terraza aunque esté nevando para que el olor no me delate. Nuevo aceite. Ahora me voy a quedar mirándolo con ojos de lobo y que no se pase un pelo. Si tuviera un termómetro... Precisión. Porque, así, a ojo, ¿cuándo está el aceite en su punto? ¿Cuando se licúa, cuando salen burbujitas o cuando humea? ¡Bah! Cuando humea. Para dentro las patatas. Le echo sal. Un poco más. Ya no más. ¿Ya o un poco más? No, no más: decido que mejor sosa que salada.

En este punto, sabes que lo importante es que las patatas queden bien fritas, pero que no se doren. No hay ningún secreto. Ella las fríe a fuego lento, pero yo, que soy un innovador, lo que hago es coger el instrumento este con agujeritos (que ahora no recuerdo cómo se llama) y darle más vueltas que a una peonza. Vuelta, vuelta, vuelta. Así no les das tiempo a dorarse. Otra vuelta con el cacharrín este. Se pegan un poco porque la sartén es una mierda, pero no importa. En un momento dado, te das cuentas de que esos trocitos pequeños se están empezando a dorar, así que los vas pescando uno a uno, cosa que no se puede hacer con la espumadera (eso, coño, la espumadera de los cojones, que no me salía), sino con una cucharilla de café. Con la del fregadero no que ha caído encima de la bayeta mocosa. Una cucharilla limpia.

Pesco los trocitos, procurandoo que no se lleven todo el aceite, y los voy echando en el huevo. Cae un poco de aceite. Un poquito, sin importancia, pero yo sigo con mi labor de pesca. En ese momento, como he dejado de marear las patatas, noto que los trozos grandes se están dorando también. ¡No, no! ¡La tortilla crujiente es una ignominia a la que mi honor me impide enfrentarme! Fuera todas las patatas. Cucharilla del café al fregadero y espumadera en mano, tratando de escurrir el máximo de aceite posible, pero, al mismo tiempo, de evacuar la sartén con la mayor celeridad. Algo de aceite cae en el huevo, pero eso no es lo peor. Lo peor es que el plato hondo no tiene capacidad suficiente para toda la patata y el huevo batido y se derrama bastante. Con la mitad de las patatas dorándose en la sarten, la espumadera llena de patatas chorreando aceite sobre la vitrocerámica y el plato hondo derramando huevo, el hombre es capaz de abrir el armario y sacar una fuente para salvar, más o menos, la situación. Es capaz de hacerlo porque en ese momento no está mascando chicle, claro. Si lo estuviera, esto habría sido la hecatombe.

La patata se ha dorado un poco. No mucho, pero la situación de emergencia ha quedado bajo control: huevo y patata están ya en la fuente. El plato hondo va al fregadero, se coge un trapo limpio (la bayeta está fuera de servicio, bajo una pila ya considerable de cacharros) y se limpia el huevo de la encimera y el aceite de la vitro. Hay que volver a vaciar la sartén en la aceitera, pero como ahora está mucho más líquido, no se plantea el problema de antes: al verterlo, no resbala por el borde, sino que se pasa de la boca de la aceitera. ¡Otra vez todo pringado! Bueno, luego lo limpio que ya no quedan trapos en el cajón.

Con un tenedor de patas cortas, se mezcla la patata con el huevo hasta conseguir una masa homogénea. Las patatas no están duras, lo que pasa es que este tenedor es una mierda... Al fregadero.

Con un tenedor de patas largas, se mezcla la patata con el huevo... Al fregadero con la mierda del tenedor. Lo he doblado a lo Uri Geler.

Con la batidora, se mezcla la patata con el huevo hasta conseguir una masa homogénea. Lo de los hombres, ya se sabe, siempre ha sido la potencia. Este truco se lo tengo que enseñar a mi mujer, porque es maravilloso. Se hace en un pis pas. Tiene un pequeño defecto, que al empezar a batir he esparcido algún salpicón que otro en la pared y en la puerta del microondas, pero como ya no me quedan trapos, luego lo limpio. No es mucho y hay solución: vierto la mezcla en un medidor y bato a placer.

Cuando la patata ha quedado un poco dura, este es un buen truco, porque se hace fosfatina y no se nota nada de nada. Os lo recomiendo. Después, para verter en la sartén, para que no quede nada, se puede rebañar con una cuchara sopera, cuyo último destino es el fregadero.

Una vez batido, es obligado un momento de reflexión: ¿le echo más sal o no? Decido que sí, que un poco más, y bato de nuevo para mezclar bien la sal. Bien mezcladita. Ya está.

Tenía que haber dejado un poco de aceite en la sartén, pero, como yo soy así de chulo, he decidido esparcirlo todo por la encimera. Está de mírame y no me toques. Por no hablar del suelo, que empieza a tener la adherencia de una pista de patinaje.

Aceite nuevo y a tomar por culo. ¿Cuánto? Pues no sé. Un poco. Antes me he pasado, pues ahora me quedo corto. Sobre el aceite, ya humeante, rebaño bien con la cuchara sopera el medidor con la mezcla, de manera que se aproveche todo. Como se ha quedado echo una montaña en el centro de la sartén, con una cuchara de madera, lo reparto por toda la superficie, mientras pienso que, quizá, al echar las patatas en el plato hondo se ha derramado más huevo del que debiera y puede que la mezcla esté demasiado densa. La cuchara de madera va al fregadero, junto con el medidor y la cuchara sopera. Como no me da tiempo a acercarme, la lanzo con chulería, a la virulé. Fallo, por supuesto, pero no pasa nada: las cortinas también se lavan.

La clave en la tortilla de patata, antes que el volteo, es saber cuál es el momento preciso para realizarlo. Como yo lo desconozco completamente, y nunca me he parado a pensar en ello, hago caso a mi instinto. Sin duda, siguiendo en la misma línea de precisión y estilismo, la herramienta adecuada es el volteador de tortillas, ese plato con peana que mi mujer desprecia, porque prefiere arriesgarse a que le salga mal la operación, la más delicada del proceso, con un plato llano normal y corriente. Yo, el volteador. Sin riesgos.

Me quedo mirando la tortilla atentamente, a ver si me hace una señal o me avisa de alguna manera de que es el momento del volteo. Porque, ¿cómo se yo que el lado oculto de la tortilla está ya en su punto? Habrá alguna manera, pero, como no me da tiempo de mirarlo en Google, agarro el instrumento que he denominado "esto otro que no sé qué coño es, pero por si acaso" y levanto un poco los lados para mirar.

No se aprecia nada, salvo que la sartén es una mierda y se ha pegado un poco. Voy a voltear antes de que necesite una rasqueta para sacar la tortilla entera. El volteador se coloca sobre la sartén y, atención, esto es muy importante, se pone la mano izquierda en la peana y con la derecha se coge el asa... No. Al revés. ¿No? Espera. Mano izquierda, mano derecha... Hostias que se me va a quemar. Estaban bien como he dicho al principio. Derecha asa, izquierda peana.

El volteo ha de ser firme y decidido. A la de tres. Una, dos, tres y ya. Ahora.

Sé que están esperando ustedes a que les cuente que se me cayó toda la tortilla. ¡Pues no, listos! La operación fue exitosa, salvo por la parte que se quedó adherida a la sartén, que tampoco era mucho. Con una rasqueta, se recupera lo pegado y, con precisión de cirujano estético, se reconstruye la cara de la tortilla que parece la de un malo de película al que el cutis se le está derritiendo por la acción del ácido sulfúrico. ¡Tiene una pinta! ¡Mmmmmmm!

Estaba claro que había que echar un poco más de aceite, así que antes de deslizar de nuevo la tortilla en la sartén, vertemos un chorrillo, que, además, se va a calentar enseguida, con lo que tampoco supone una enorme pérdida de tiempo. Tardo más, es verdad, pero lo sale mejor. Precisión. Es mi divisa.

Se desliza suavemente la tortilla del volteador y se desdobla como se pueda, con la mano no, que me quemo, con esto no sé para qué sirve, y la vuelvo a repartir por toda la superficie. Se repite la operación de volteo, rascado, reconstrucción, deslizamiento y desdoblamiento un par de veces más...

Finalmente, se coloca la tortilla sobre un plato llano y... ¡Listo! Aunque no del todo.

Todo chef que se precie, adorna su plato con, no sé, una hojita de perejil o un tomatito cherry, algo con buen gusto, porque todo manjar se come antes por el ojo que por la boca. Como yo sé que en mi casa no hay hojas de perejil, ni tomatitos cherry, opto por echar un poco de perejil picado sobre el centro de la tortilla. Na. Una pizca. Inclino el botecito 60 grados sobre el plato y, con el dedo índice, golpeo un poquito para que caiga la mínima expresión, pero como no cae nada, decido inclinarlo un poco más y, entonces... Efectivamente... Se cae la tapa y, con ella, todo el perejil del bote.

Ustedes lo habían previsto, pues creanme que yo tengo tanta fe en mí que jamás pensé que iba a llegar a ser tan torpe. Lo hice. Soy de vídeos de primera.

Pero tengo recursos. No hay problema: para eso hemos cogido la brocha. Se sacude un poco, pis pas, pis pas, se mezcla bien sobre la encimera el perejil picado con el aceite, que luego voy a necesitar el nanas para limpiarlo, porque se queda pegado que da gusto, y ¡CHAN CHAN!.

Tortillaza de impresión.

Tiempo de ejecución (¿Está ya la cena? ¡Un minuto!)

ELLA:
De quince a veinte minutos.

YO (precisión hasta el más mínimo detalle):
Una hora, treinta y tres minutos, cuarenta y dos segundos, sin contar el tiempo que voy a tardar en vaciar el fregadero, rascar el perejil de la encimera y fregar el suelo.

El cabrón desagradecido de mi hijo me dice que la tortilla de mamá está mucho más buena. Es más, me dice que la mía me lo puedo meter por el culo y que si le hago un perrito caliente.

Yo, desconcertado, pienso: "Lo sabía. Me ha quedado sosa".

PERRITO CALIENTE PARA CENA DE MACHOTES EXIGENTES QUE QUIEREN SALIR DEL PASO.

Ingredientes:
Una salchica de sobre
Un pan de perrito
Ketchup

Método:
Sobre un plato llano, se mete la salchicha en el microondas salpicado de tortilla durante un minuto a máxima potencia.
Se busca un cuchillo limpio, si es que queda alguno, y se parte el pan por la mitad.
Se pone la salchicha en medio procurando no patinar en el suelo aceitoso.
Se añade ketchup a gusto del consumidor.

-- Cómetelo cagando leches y te vas a la cama que Roma no paga a traidores.

X. Ferrá-Adriá (otros hacen lo mismo y les dan premios gastronómicos. Pues para tortilla deconstruida, la mía, qué coño).

PDT: Me comí rápidamente mi tortilla antes de que llegara mi mujer. ¡No estaba sosa! La pena es que no recuerdo cuánta sal he echado, para la próxima vez ser metódico con este aspecto esencial. Bueno, no me sale mentir: la verdad es que no me la comí entera. Probé la del niño y tiré toda la tortilla a la basura, procurando que quedara tapada por los otros restos para que no hubiera evidencia. No se lo digan a mi mujer. Cree que la tortilla estaba tan buena que nos olvidamos de ella. Le hice un perrito caliente para cenar, absolutamente delicioso y comilfó.