"
Sabes mejor que yo que hasta los huesos sólo calan los besos que no has dado".
Joaquín Sabina.
Queridos amigos:
ya sé que les dije que les dejaría en paz hasta septiembre, que no les iba a dar más la murga con mis rollos hasta después de las vacaciones, pero entiendan esta entrada como una de esas incursiones prometidas... Mejor no. Cambio de palabra. Prometí “incursiones esporádicas” y ahora prefiero decir “inmersiones esporádicas”.
Me ha pasado algo magnífico. A mí. Al muy cobarde de mí. Y estoy tan contento que quiero contártelo como si sólo estuviéramos tú y yo, imagínalo, recogidos en la intimidad cálida del sonido de nuestra respiración que reina sobre el silencio azul y profundo del mar.
Un mar que no recomienza nunca se mueve por debajo de mí, como un diminuto abismo luminoso, lleno de vida y, sobre mí, el cristal translúcido de la superficie me separa del ruido, filtra la violencia de un mundo que he dejado atrás. No es volar, porque el aire no te abraza ni te sostiene, ni nado ni corto ni atravieso el agua. Floto. Dejo que algo maneje mis hilos con una mano misteriosa y mis movimientos se ralentizan, pero se anticipan a mi pensamiento. Miro despacio a mi alrededor y me siento ajeno a mí mismo. La paz es un suspiro en un tiempo que avanza lánguido, lento pero cóncavo, porque, cuando te quieres dar cuenta, te has sumergido, has besado al mar y has salido, ha sido un instante, rápido pero despacio, como si me hubiera enamorado en el fondo.
Desde luego, algo me ha sucedido, no sé qué, que ahora le dedico cada pensamiento y lo tengo que soltar aquí o, mejor, dejarlo salir despacio de mi boca para que sus burbujas hormigueen ascendiendo por mi cara hasta susurrármelo al oído. Eso sí, que quede entre tú y yo, que nadie sepa que lo que dije en su día lo desdigo. Repito: no es valiente el que desprecia el peligro, sino el que, siendo cobarde, se enfrenta a sus miedos (
ROBAR TIEMPO A LA MUERTE).
Y sólo me arrepiento de no haberlo hecho antes, de haberme perdido experiencias inolvidables por mi falta de valor. Tiene razón Sabina: sólo lo que no has hecho antes te empapa de verdad. Hagan como yo, que soy un cobarde y ahora sólo estoy pensando en esa soledad inmensa, pero compartida. Estoy empapado.
En la foto de arriba, mi persona bucea en postura "
pofesional", ensayada delante del espejo durante toda la noche para salir bien en la foto (¡qué importante es esto en el buceo!). En esta otra foto, este fin de semana pasado, mi cuñado
Miguel, el bombero, que, como pueden ver, está más o menos igual que la morsa que posa a su lado (sólo me falta un bigote como el de
Aznar) que soy yo; a mi izquierda, un matrimonio, compañeros de curso,
Cristina y
Jose Ramón. Abajo, de negro mi hermana pequeña
Uxía, a partir de hoy, emocioná, me llaman la emonicioná (cántese con la música de la bienpagá); a su lado
Isa, esa instructora con trenzas de irreductible galo (¿cómo se las hará ella sola?), que te habla en diminutivo cuando ve que tienes cara de cacalila: "
hay un poco de mar de fondillo" y luego bajas e intentas adoptar una postura medio pasable para hacer los ejercicios y no hay manera porque hay "
corrientilla"; y
Belén, mi compañera ahí abajo y qué importante es eso.
El año que viene,
Bea y yo... Los reyes de la sima. ¿A que sí?
Javier Blanco Urgoiti (pongo mi nombre porque vuelvo a estar de vacaciones hasta el 3 de septiembre)
¡Gracias Isa!
La cita de Sabina, aunque no ilustra el tema muy bien, sirve para que mi hermana Uxía se dé cuenta de que, a veces, no conocemos ni a quien creemos conocer mejor. Te quiero, Uxi.
Hoy es
San Cristóbal (¡felicidades!) y hay dos personas mayores que cumplen años, por Dios, y casi me olvido con lo importantes que son ambas:
Mariví y
Amaya. Muchos besos, amigas.
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