"
De acuerdo con mi teoría, todo engaño que no se base en una verdad más elevada, no es más que una simple mentira; si se es torpe o descuidado, cualquiera fácilmente lo descubre. Sólo el engaño que no merece de manera alguna el calificativo de mentira, aquel que no es otra cosa que una verdad que no ha alcanzado aún el terreno de lo real, con los signos materiales que lo acompañan y que le permiten ser reconocido por todos, tiene posibilidades de éxito y de acción vivificadora entre los hombres".
Thomas Mann,
Confesiones del estafador Felix Krull.
Nota preliminar:
La cosa hoy va de libros, así que aprovecho para reclamar en vivo y en directo "La esperanza", de
André Malraux; "El mar en ruinas", de
David Torres; y "El desprecio", de
Alberto Moravia (espero que Torres no se queje de ser el fiambre de este sandwich, aún siendo el único autor vivo de los tres), libros que echo de menos y que, seguramente, presté a alguien, aunque no recuerdo a quién. La última vez que los vi, estaban llenos de letras. Si alguno de ustedes tiene alguno de ellos en su casa, que diga yo con la manita. Ayuden a mi flaca memoria, por favor. Sólo pretendo tenerlos localizados. Y si alguien más por ahí tuviera en casa un libro mío que no está en esa lista, lo mismito. Gracias.
La co-edición.
Queridos amigos (ahora sí):
les voy a contar un curioso fenómeno, por llamarlo de alguna manera, que me ha acontecido, si es que consigo reflejar fielmente en esta entrada la cadena de sucesos que me han conducido a un final tan extraño.
Desde hace unos cuantos años, tantos que ya ni me acuerdo, totalmente gratis et mucho amore, curro para mi padre en la pequeña editorial que, bajo el nombre de Torre de Goyanes, creó en su día para intentar llenar la triste olla con lentejas para todos los sus muchos hijos (reconocidos). La verdad es que el trabajo duro lo hace él. Yo, a lo más que llego, es a componedor de textos y, a veces, si no me da mucha pereza (como, por ejemplo, en el caso de
Montesquieu), se lo edito, más que nada, en busca de erratas. Mi padre está publicando una colección de libros muy interesante, de la que ya han visto la luz 40 títulos, entre los que están gente como... Mira, voy a poner la lista completa al final de la entrada y me dejo de rollos. Verán que es algo de bastante mérito.
Hace un mes, mi padre me dio el texto en bruto de "Confesiones del estafador Félix Krull", de Thomas Mann, un librito corto y ciertamente magnífico, que te deja un poco... Yo lo tenía ahí parado, más por mi escasez tiempo que por la antipatía profunda que siempre me ha despertado su autor, pero siempre que mi padre me preguntaba por él, yo le decía: "
Voy bien", "
Va por la mitad", "
Casi he acabado", mentirijillas que seguramente él no creía, pero que a mí me daban un poco de aire. En verdad, ni siquiera había sacado el disquette del sobre.
Sucedió que el lunes pasado me dispuse a comenzar mi tarea y, ¡oh, sorpresa! ¡El disco no funciona! ¡El documento thomasmann.doc es ilegible (lo que, por cierto, me dice que mi ordenador sabe aún menos de literatura que yo, porque el libro está muy bien, aunque al final, te deja un poco...)! ¿Qué hago ahora? A mi padre le había dicho alguna que otra bola triste, por lo que descarté pedirle sopitas, pero durante tres días, ni mi compañero
José Carlos, con todo lo que sabe de informática, fue capaz de leer el documento.
Como un clavo siempre saca a otro, el miércoles se me ilumina la bombilla. Llamó a
Don Luis y le digo:
-- "
Papá, que me falta un trozo de texto, mándame por email el documento para que te pueda acabar el libro".
-- "
Pero, ¿te falta mucho?", me contesta mi padre.
-- "
No lo creo, pero es que el final te deja un poco...", digo en plan listo.
-- "
Bueno, pues no te preocupes", me tranquiliza. "
Luego me llamas desde casa y lo que falte, que no será mucho, te lo dicto".
-- "
Jeje. Por mentiroso de mierda", pensé.
Metido en un callejón sin más salida que la confesión, al día siguiente acabé confesando que "Confesiones del estafador Félix Krull" era ilegible para mi ordenador. Lo curioso del asunto es que el tal Félix Krull, para joderme el karma, es un mentiroso de un cinismo insultante, que aprende a engañar y a estafar desde bien pequeño. Era como si el propio Mann, en la misma línea moral de su vida de Pepito Grillo, me estuviera recordando mi mala acción. Coño, ya le había pedido perdón a mi padre con mucha más humildad de la que Mann pudo reunir en toda su soberbia existencia de nuevo
Goethe de la Gran Alemania.
No es difícil reconocer al autor de "La montaña mágica" en Félix Krull, un librillo que se me antoja lleno de notas autobiográficas. Mann era un monstruo (quien no haya leído "La montaña mágica" no sabe lo que se pierde) y "Confesiones..." es una novelita breve, que va creciendo y creciendo y atrapándote, mientras el Nobel va dando una verdadera lección de cómo se construye un personaje. El protagonista va soltando, poco a poco, sus pequeñas confesiones, mentiras, engaños orquestados por su propio padre, falsificaciones de firmas, hurtos de caramelos, conyundas furtivas con las criada, todos ellos "delitos" sin importancia propios de un niño y de un adolescente y, cuando va a empezar la confesión de verdad, cuando va a contar el motivo por el cual Krull ha ido a la cárcel, cuando estás llegando al clímax...
Se acaba.
Comprendí lo que siente la amante de un eyaculador precoz. Piensas "
¿Ya?", mientras compruebas que el texto esté completo, y te dan ganas de mentir otra vez:
-- "
Ha sido maravilloso, cariño".
Porque es un libro maravilloso, pero te deja un poco... Insatisfecho. En cierto modo, yo no mentí a mi padre, a quien volví a llamar para preguntarle si era verdad que el libro acababa así...
-- "
¿...anegados en lágrimas, con las manos? Sí, ahí termina", me confirmó.
Un justo castigo. Para ser redondo, para rematar el placer de la lectura, a "Confesiones del estafador Félix Krull" le faltan un par de capítulos. Thomas Mann, después de esto, ya me cae un poco peor.
(Confesiones del estafador) X. Bea-Murguía
1.- El código de Hammurabi
2.- Los cuatro libros de Confucio
3.- La ciudad de Dios.
San Agustín de Hipona4.- Los nueve libros de la historia.
Heródoto5.- Cantigas de Santa María.
Alfonso X el Sabio6.- Cancionero.
Francesco Petrarca7.- El Príncipe.
Nicolás Maquiavelo8.- Utopía.
Tomás Moro9.- Elogio de la estulticia.
Erasmo de Rotterdan10.- Ejercitación de la lengua latina.
Juan Luis Vives11.- La Celestina.
Fernando de Rojas12.- Diario del viaje a Italia.
Miguel de Montaigne13.- La ciudad del sol y Monarquía de España.
Tomás Campanella14.- Areopagítica.
John Milton15.- Del espíritu de las leyes (vol. I) .
Montesquieu16.- Del espíritu de las leyes (vol. II) .
Montesquieu17.- Cándido o el optimismo.
Voltaire18.- Del contrato social.
Jean-Jacques Rousseau19.- Fausto.
J.W. Goethe20.- Veladas de San Petersburgo.
Joseph de Maistre21.- Novelas.
François René de Chateaubriand22.- Carmen.
Prosper Mérimée23.- La democracia en América.
Alexis de Tocqueville24.- Sobre la libertad.
John Stuart Mill25.- Don Juan Tenorio.
José Zorrilla26.- Las flores del mal.
Charles Baudelaire27.- Madame Bovary.
Gustave Flaubert28.- La muerte de Iván Ilich.
León Tolstoi29.- Escritos filosóficos y religiosos.
Francisco Giner de los Ríos30.- Clarinazos.
Leopoldo Alas “Clarín”31.- Viaje a la España negra.
Emile Verhaeren y
Darío de Regollos32.- La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
Max Weber33.- Idearium español y El porvenir de España.
Ángel Ganivet34.- El anuncio hecho a María.
Paul Claudel35.- La corte de los milagros.
Ramón María del Valle-Inclán36.- El cementerio marino.
Paul Valéry37.- El otoño de la Edad Media.
Johan Huizinga38.- Elegías duinesas.
Rainer María Rilke39.- Defensa de la Hispanidad.
Ramiro de Maeztu40.- Confesiones del estafador Félix Krull.
Thomas MannEn preparación
41.- Diario de un poeta reciéncasado.
Juan Ramón Jiménez42.- Tigre Juan.
Ramón Pérez de Ayala¡Un aplauso a mi padre!. Sólo el haberse traducido el Montesquieu lo merece.