jueves, octubre 30, 2008

José Luis va al punto limpio

Queridos amigos,

todo esto es un suponer, que no es poco, pero pongamos que el sujeto se llama José Luis. José Luis está casado con Jose Luisa, una mujer común que comparte con todas las de su género una capacidad extraordinaria para el dominio del hogar: está en todo siempre mucho antes que su marido. Cuando José Luis va, José Luisa ha vuelto tres veces. Esto es indiscutible. No estamos hablando de compartir tareas, que se comparten como corresponde en casa de los joseluises y ancha es Castilla. Estamos hablando de quién se da cuenta antes de lo que hay que hacer para la buena marcha y administración del hogar y de quién sabe siempre cuál es el mejor modo de materializar esas necesidades. Siempre es Jose Luisa.

Esto pasa en todos los hogares. Ellas tienen más capacidad. Es un hecho.

Al mismo tiempo, José Luisa es incompatible con una serie de tareas. Por ejemplo, ir al trastero. José Luisa no recuerda dónde está el trastero de los joseluises, porque siempre que hay que subir o bajar cajas, da una orden que José Luis acata. O echar gasolina al coche o llevarlo a la ITV o al taller. O ir a un cajero automático. José Luisa tiene la sana costumbre de atracar la cartera de José Luis. O, y ya llegamos al quid de la cuestión, sacar la basura.

José Luisa nunca saca la basura. Es ya una tarea propia del género masculino. Todos los joseluises de España sacan la basura. Vamos, amigos, confiesen. José Luis le deja a José Luisa, en plan treta (¡qué listo es José Luis, coño!) la bolsa de basura preparada de manera que, ese día que José Luisa sale antes de casa, se dé con ella de morros y no tenga más remedio que acarrear con ella hasta el contenedor, pero, o tempora o mores, cuando José Luis, que ese día tiene que llevar a los niños al cole, se dispone a salir de casa con: el carrito de la niña, la mochilita de la niña, la guitarra del niño, la meriendilla del niño, la chaqueta del niño (¡JOSE LUISITO, me cago en tu padre, ven aquí a ponerte el abrigo!), la cartera y la madre que lo parió... Se encuentra con la basura exactamente donde la había dejado.

José Luisa tiene un filtro en la vista que le impide percatarse de que la basura está llena y hay que sacarla. Miren que tiene pituitaria fina, fina para detectar a distancia cuando José Luis se echa al coleto un whisky o dos con un amigote. Eso no se le escapa. Pero el olor de la basura...

José Luis comprende que si José Luisa habitualmente le llama pulpo, no es porque sea un sobón, sino porque siempre tiene un brazo más para llevar la basura al contenedor... Quien no se consuela...

Un día la niña pequeña de los joseluises, en un despiste de su padre, engancha con rapidez felina el teléfono inalámbrico del piso de abajo del hogar de los joseluises y, de la misma, lo lanza a tomar por el culo porque sí, porque, al fin y al cabo, es una mujer y ya le mola dar por el saco a su padre o porque está en esa edad en que le parece divertido jugar al yo lo tiro todo y me descojono mientras mi padre dobla el espinazo para recogerlo.

El teléfono queda hecho trizas. Inservible. No se oye nada, lo que está muy bien, según quien llame, pero no es su función.

José Luis descubre una nueva incompatibilidad del género femenino: ellas pueden ir al Carrefour a comprar bodies y calcetines para los bebés (cosa para la que un hombre es total y absolutamente inútil), pero no se le pasa por la cabeza darse una vuelta por la sección de telefonía para comprar un aparato nuevo. Que no es por el dinero, ni por ser ahorrativas (que lo son). Un inalámbrico cuesta 20 euros. Simplemente, no se le ocurre.

No estamos hablando de hacer la compra, que ustedAs pueden recurrir al argumento de ¿y por qué no va José Luis a hacer la compra y ya, de paso, que coja el teléfono nuevo? No. La compra del hogar de los joseluises se hace... Bueno, un momento... Todo esto es un suponer... Eh... No vayan a pensar que... No no no no... Pero la compra de los joseluises se hace en Mercadona y, por norma general, la hace José Luis padre, a veces... A VECES... acompañado.

José Luisa ha ido al Carrefour exclusivamente a por bodies para la niña. Que, al parecer, son un chollo: un paquete de 3 por 6 euros. A José Luis, cuando José Luisa se lo comenta...

-- Total, para dos meses que los va a usar... Fíjate... Tres bodies por seis euros... Es un chollo...

... la verdad es que le importa un pepino. Lo que le molesta es que hace un mes que la Jose Luisa pequeña apisonó el teléfono de abajo, lo dejó hecho fosfatina y que, cada vez que llaman, hay que salir por patas a buscar el teléfono de arriba.

Porque ésa es otra: el género femenino es incompatible con dejar el inalámbrico en su base. Ellas hablan, cuelgan y lo dejan donde caiga. Después, por la noche, el teléfono se arranca a sonar y suena, suena, suena y sigue sonando y José Luis tiene que andar buscándolo por toda la casa desesperadamente, como si al otro lado del hilo estuviera el gordo de la lotería, que, cuando ya sin resuello lo encuentra, acierta a apretar el botón de descolgar justo, justo en el momento en que el que llamaba ha colgado... ¡DIOS QUÉ RABIA ME DA ESO! Bueno, a mí no, a José Luis.

José Luis baja cabreado, con el teléfono en la mano, lo deja caer en el sofá, cerca de José Luisa con un gesto que ya ella, que es lista, lista, lista, entiende que expresa algo que se ha dicho y se ha repetido muchas veces, pero que sigue sin hacerse. Omitimos esta parte de comunicación no verbal conyugal, porque el matrimonio es conocerse.

Lo que sí dice José Luis, y lleva diciéndolo un mes, es:

-- Tenemos que comprar un teléfono. A ver si me acuerdo -frase en la que está implícito el pensamiento de que tampoco estaría de más que fuera José Luisa la que se acordara, al fin y al cabo, no está escrito en ningún sitio que comprar teléfonos sea una tarea típicamente masculina y, que José Luis sepa, de teléfonos inalámbricos ninguno de los dos entiende una palabra. Se va al Carrefour y se compra uno barato. Punto.

-- Sí, es verdad -responde José Luisa mecánicamente, pero le importa como a José Luis el precio de los bodies-. ¿Quién llamaba?
-- Era tu madre.

Ni que decir tiene quién compra, al cabo de quince días más, el inalámbrico nuevo en el Carrefour.

-- ¿Vienes ya para casa? -le pregunta José Luisa por teléfono cuando José Luis sale de la oficina.
-- Sí, ya voy, pero he pensado que me voy a pasar por el Carrefour a por el teléfono, que estoy harto de correr para cogerlo.

Craso error, claro. Mejor hubiera dicho José Luis que se iba a pasar un momentito por un lupanar.

-- ¡Ah, vale! ¡Genial! Pues oye, José Luis, ya que vas, compra un paquetito de bodies para la niña -le dice José Luisa.

(...)

-- Y unos calcetines, que ya anda mal la pobre.

¿Ustedes han ido alguna vez a la sección de bodies de bebé del Carrefour? Siempre hay cuatro o cinco mujeres delante, en un espacio de un metro cuadrado, revoloteando como cuervos ante un cadáver. Cuando José Luis llega a casa triunfante con el teléfono nuevo (21 euros), le larga el paquetito con los tres bodies a su mujer (muy monos los bodies) y sucede justo lo que espera cualquier marido que suceda cuando vuelve de la guerra:

-- Pero, tío, ¡¡¡¡que son de manga corta!!!! ¡Que estamos en invierno!
-- (Sin palabras. Con cara de tonto).
-- ¡Y esto no son calcetines! ¡Son leotardos!

La sección de bodies y calcetines de bebé del Carrefour es un puto infierno. No hay en ese infierno ni una sola concesión al cielo.

-- Es lo que había -trata de huir José Luis-, pero, mira, mira -y saca el teléfono de la bolsa.
-- Y a mí qué me importa el teléfono. En fin, ya iré yo a cambiarlos. Dame el ticket.

Que piensa José Luis: si ella es consciente de que, al final, le va a tocar ir a comprar los bodies, quiera o no, ¿por qué no va ella directamente, en vez de encargármelos, y, de paso, compra el teléfono? Pero no. La mujer es así de complicada. No intenten que yo lo explique.

José Luis instala el teléfono nuevo y mete el antiguo en la bolsa del Carrefour para tirarlo.

-- Esto hay que llevarlo al punto limpio -le dice José Luisa al viento.

Y como ellas saben administrar mejor que nadie el espacio y el tiempo, de la chistera se saca una plancha que se rompió hace dos años y que, desde entonces, estaba guardada en el hueco de la escalera, la mete en la bolsa y agrega:

-- Y ya que vas, lleva la plancha.

¿Ya que voy? El punto limpio del pueblo tiene una característica muy curiosa: equidista con los dos miembros de cualquier matrimonio que aún conviva. Este es un teorema clásico, que formuló en su día Anaximandro, ese presocrático que estaba hasta los huevos de sacar siempre él la basura. El teorema de la equidistancia del punto limpio continúa vigente. Midan la distancia. Está exactamente igual de lejos para el marido y para la mujer. Ya que vas, dice.

-- Vale. Déjalo ahí. Ya iré -acepta José Luis. Tampoco hay que discutir por todo.

Dos meses después, la bolsa sigue en el mismo sitio, con el teléfono y la plancha. Eso no es bueno, porque, la bolsa del punto limpio es un argumento contundente en cualquier discusión doméstica. Si las desavenencias vienen, por decir algo, por otro sarao nocturno de trabajo, Jose Luisa, al final, siempre dice:

-- Y ahí sigue la bolsa que ibas a llevar al punto limpio.

La bolsa de los cojones. Como una carga explosiva eternamente pendiente de reventar. José Luis coge la bolsa de los cojones y la lleva al coche.

Dos meses después, la bolsa sigue en el coche. A José Luis le da igual, porque ese coche, el pequeño, es el que usa él. Cuando José Luisa necesita un coche, coge el grande, que es también el que se usa cuando van en familia. Pero un día, el coche grande no tiene gasolina.

Os recuerdo una de las premisas de las que hemos arrancado la larguísima entrada de hoy: el género femenino es incompatible con echar gasolina al coche. Yo en esto, estoy con José Luis al cien por cien.

José Luis accede a cambiar de coche ese día con José Luisa porque ni se acuerda de que la carga explosiva sigue puesta, desde hace dos meses, en el asiento de atrás del coche pequeño.

Ese día, por la noche, en algún momento de la conversación y sin que venga a cuento, cae un puñal:

-- Por cierto, José Luis, la bolsa del teléfono sigue en el coche -a los hombres, en el fondo, nos encanta dar motivos a las mujeres para que ellas puedan regodearse en los reproches. Si fuéramos perfectos, se aburrirían o, lo que es peor, buscarían algo que echarnos en cara.
-- ¿Sigue en el coche? ¿Quieres decir que la has visto allí y no la has llevado al punto limpio? -claro, ¿no? Ya hemos contado el teorema de Anaximandro sobre la equidistancia del punto limpio. Y si equidista es que equidista.
-- No tengas morro, tío. Hace un año -esto pasa también, que los números bailan, se ensanchan y encogen dependiendo de la necesidad que tenga la mujer de llevar la razón a cualquier precio- que andas dando vueltas con la bolsa en el coche.

Un año dice. Son cuatro meses. Tampoco es para tanto.

Al cabo de unos días, José Luis, que está hasta las narices del asunto del teléfono (hay que ver la guerra que da el teléfonito), según pasa por un contenedor de basura normal y corriente que pertenece a una comunidad de vecinos desconocida y muy alejada de su casa, se acuerda de la bolsa del Carrefour, mete frenazo, aprieta los warnings, se baja, mira a la derecha, mira a la izquierda y, como no le ve nadie, se deshace del cadáver.

A tomar por el culo. Fin de la controversia. Qué vaya al punto limpio Esperanza Aguirre. No, claro, que Esperanza es mujer. Que vaya su marido.

X. Bea-Murguía (el problema doméstico del reciclado).

Un mes después.

Cuartel general de la patrulla de inspección técnica de basuras para el control y localización de elementos antisociales que se niegan a reciclar de la Comunidad de Madrid. Aquellos cuyo trabajo es multar a las comunidades de vecinos que no reciclan como es debido.

-- Mi sargento, hemos encontrado una plancha y un teléfono inalámbrico en una bolsa de Carrefour en el distrito 9, sector 4, contenedor C.
-- ¡CANALLAS! A esos, me los empapelen.

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miércoles, octubre 29, 2008

Malthus vuelve

Queridos amigos,

Malthus tenía razón. ¡Toma pedazo de arranque para la entrada de hoy! Thomas Malthus, ya saben, este tío de la imagen que tiene cara de tomar el té siempre a las cinco en punto, en la mesa camilla de su casa, pero con tres amigos desnudos de cintura para abajo. Miren que sonrisilla maliciosa de impasible luce el colega.

¿Se acuerdan ustedes de lo que anunciaba Malthus? ¡El cataclismo! El buen hombre, apretando mucho los labios para que sus amigos no se dieran cuenta del negocio que se traía bajo las faldas de la mesa camilla, viendo que Inglaterra estaba conquistando el mundo y en previsión de que los ingleses se pasaran por la piedra a todo lo que se pusiera a tiro, profetizaba el agotamiento de la Tierra, dado que la población crecía en progresión geométrica, mientras que los recursos naturales lo hacían en progresión aritmética.

Malthus advertía de que, de durar mucho el Imperio Británico, las estanterías del Carrefour iban a quedar más vacías que las de una carnicería cubana. Nada que echarse al coleto y, por tanto, la extinción del ser humano. Yo me atrevería a añadir un paso intermedio, entre el vacío total de las cabeceras de góndola del Carrefour y la desaparición del hombre de la faz de la tierra, porque he leído "La carretera" de Conrad McCarthy: en medio está la antropofagia.

Pues, mira por dónde, Malthus ya tenía razón en el siglo XIX, con su Catástrofe Maltusiana, lo que pasa es que ahora nos lo dice WWF/Adena y, claro, acojona bastante más. Pero, para el caso, es lo mismo. Dicen estos de Adena que, para 2030... No, perdón... Es mejor... Para mediados de 2030 (su cálculo es mucho más exacto que el de Malthus, les ha faltado decir que para el 24 de junio de 2030), la humanidad necesitara los recursos equivalentes a dos tierras para mantener el nivel de consumo actual.

Y, luego, una serie de catástrofes maltusianas, a cual peor, aunque, y menos es nada, por lo menos nos hemos librado del Imperio Británico.

Aquí, la noticia.

"La Humanidad necesitará dos planetas en 2030 para mantener su nivel de consumo"

Yo soy ecoescéptico, ya lo he dicho muchas veces, porque estas profecías, así formuladas, no se las cree ni el que asó la manteca. Manejo, cada día, gente supuestamente seria que dedica su tiempo y su prestigio a profecías semejantes, aunque aborden una materia distinta, siempre dependiendo de quien pague. En el caso de Adena, no quiero decir que haya un interés económico detrás, pero sí una clara búsqueda de difusión mediática masiva. ¿Y qué van a decir? Pues que el Apocalipsis es ahora.

El mensaje que utilizan todas las religiones: ¡preparaos! El Día del Juicio llega. Y será el 24 de junio de 2030, el día en que de las estanterías del Carrefour sólo colgaran telas de araña. Antes, al menos, acojonaban a la gente con el infierno después de la muerte; hoy, como somos más sofisticados, nos advierten del infierno en la Tierra, en vida, la nuestra o la de nuestros nietos.

El miedo es y seguirá siendo una eficaz herramienta de marketing.

A mí no me paga nadie (porque no hay ofertas, claro, que estoy totalmente a la venta), pero me voy a atrever a formular mi propia teoría del fin del mundo, con una formulación lógica basada en la evolución circular del pensamiento filosófico humano. ¡Toma ya! Va a ser una gilipollez de las mías, pero qué bien me vendo, ¿verdad?

A.- Si Adena resucita a Malthus.
B.- Si Bush resucita a Keynes.
C.- Si Zapatero resucita a José Antonio.
D.- Y si Garzón resucita a Franco.
E.- Yo resucito a Ava Gardner y, entre los dos, superpoblamos el planeta. ¡Y que llegue el fin del mundo!

X.Bea-Murguía (y nos vamos de compras juntos al Carrefour).

Hablando de superpoblar la tierra, hoy hace 42 años que se casaron mis padres, por si quieren ustedes felicitarles. Besos.

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martes, octubre 28, 2008

Esas cositas que yo nunca haría en público

Queridos amigos,

me van a perdonar, o no, pero hay cosas que no, vamos... Que no las paso.

Llámenme antiguo, pero me irritan. Me descomponen. Me sacan de quicio.

Son esas cositas que yo nunca haría en público porque no me sale hacerlas.

Y si resulta que ustedes sí las hacen, pues tan amigos, pero me van a perdonar doblemente: yo lo veo mal, lo encuentro criticable, desagradable y, aún más, nauseabundo.

No puedo con ciertas actitudes. Perdónenme, de nuevo. Seré pijo, remilgado, cursi o tiquismiquis, pero ciertas costumbres ajenas me superan, me parecen una falta total de respeto a los demás, me dan muchísimo asco. Es innegociable conmigo y no lo pienso razonar. Punto. Punto blanco, además.

Ayer estuve en Ciudad Real todo el día entrevistando a un señor, arreglando el mundo del tabaco y comiendo entrecot crudo con patatas frías. A la vuelta, en AVE, mi jefe, Raimundo de los Reyes, y yo, sentadicos en el vagón número 10, asientos 3A y 3B, cambiábamos impresiones de lo escuchado, buscábamos enfoques a lo que he de escribir mañana, discutíamos sobre la orientación y el peso en la revista... En fin. Lo normal. Al otro lado del pasillo, y no quise decirle nada a mi jefe, porque es capaz de sacarles los colores, en el asiento 3C y 3D, dos franceses homosexuales un poco más que acaramelados, se arrebujaban el uno con el otro y se decían cochinadas.

Hablaban en francés así que, digo yo, serían cochinadas. Para qué coño sirve si no el francés cuando estás con tu pareja: para decir cochinadas muy guturales con boquita de pitiminí, como si estuvieras sorbiendo el final del espagueti.

Y a mí eso me vale, que conste, que con en eso yo no me meto. Algún arrumaco hicieron de más, para mi gusto, cosas que yo no haría en público con mi mujer, pero eso no me escandaliza, ni me llama la atención más porque sean dos hombres. Yo no lo haría porque no me parece el sitio para ciertos magreos. Mi jefe no se dio cuenta, ni yo, como digo, lo puse en aviso hasta que nos bajamos del tren en Atocha.

Menudo es mi jefe. Él sí que no lo iba a entender, ni puta falta que hace, ¡qué coño! Es un señor con una edad ya respetable y la homosexualidad en público le rompe demasiados esquemas.

En una ocasión, en el AVE Madrid-Zaragoza, iba charlando con Fernando Jáuregui, ambos estábamos invitados a participar en el mismo programa de televisión, cuando una escandalosa y monumental chicharra cortó nuestra conversación con un ruido tan ensordecedor que podía morderse.

¡Dios mío! ¿Qué pasará? ¡Un atentado! ¡Descarrilamos! ¡Se le ha estallado una teta a alguna! ¡Han empezado las rebajas!

¡Pero que va!

Un pobre tipo que se había encerrado en el baño para fumar. Menuda escandalera. Yo eso tampoco lo puedo entender. Quiero decir, que de Madrid a Zaragoza el AVE tarda una hora, poco más o menos, y que un colega no pueda aguantarse sin fumar, pues, hijo mío, es para hacérselo mirar. Otro debate es si es justo o injusto que no haya un vagón para fumadores. Que es injusto, sin duda, pero, coño, una hora sin fumar se pasa en un tris, ¿no? Yo creo que si usted no puede aguantarse una hora sin fumar, es mejor que lo deje del todo. Hágase la acupuntura o algo, pero déjelo porque es usted un trozo de carne esclavo del cigarrillo.

Todo esto es plausible, pero ¡menudo escándalo con la chicharra de los cojones! Dimos tal respingo que hasta Jáuregui parecía alto y delgado. Lo más cerca que he estado en mi vida de una alerta roja submarina y tampoco es eso, ¿no? Además, habíamos visto desfilar por el pasillo a toda una comitiva de árabes (sí, de árabes, con la servilleta de cuadros, no moros ni magrebíes) y algún comentario paranoico hubo por la retambunfa del vagón.

-- ¡Vamos a derribar la basílica del Pilar!

Pero la alarma saltó sólo por un cigarrito. Una calada, el humo llega al detector y, pumba, DefCom 5, alerta mundial. No sé si el tío fumaría o no, pero nosotros nos llevamos un susto de aquí te espero. Me imagino que al pavo se le quitarían las ganas al sentir a la policía con el megáfono:

-- ¡El retrete está rodeado! ¡Salga con las manos en alto y el pantalón abrochado!

¡Delincuente! ¡Mira que fumarse un pitillo!

Yo eso nunca lo haría. Quiero decir, fumar en el AVE en un trayecto de una hora. Es absurdo. Nunca lo haría, pero no es eso lo que me enervó de los dos franceses del 3C y 3D.

No es eso con lo que no puedo. Ni que fumen ni que se amen.

Con lo que no puedo es con que el AVE no tenga una chicharra de semejante calibre que salte con el aroma de los guarros que acostumbran a descalzarse. A ver, monsieur, ¿por qué narices tengo yo que soportar sus calcetines blancos enmarronados de óxido y ese pestazo a Camembert de la Normandie? Allez, allez, je se lo di pour la paix de cette train, sil vous plait, cálcese, coño, que cette oleur n'est pas possible de soporter, pour Dieux. Quelle voiyage me estás dando, tronco. J'ai unes ganés de vomiter que n'est pas posible de aguanter.

Pues todo el viajecito, los dos amiguitos en calcetos y, además, sucios, que se debieron de haber pateado Sevilla entera. Yo los miraba (y los olía) y pensaba en el pobre hombre arrinconado en el baño del AVE a Zaragoza por echarse un cigarrito a escondidas; esa emoción transgresora que nos lleva de vuelta a la pubertad que se chafa justo cuando revienta la alarma y se le suben de inmediato los huevos a la glotis pensando en que el profe le va a mandar al despacho del director.
-- ¡Gálvez! ¡Al director! Se va usted a enterar, hombre.
-- Señora ministra, que tengo ya cuarenta y pico. Déjeme fumar.

Tentado estuve de parar a la azafata y decirle:

-- Mire, me va a perdonar usted -también, como ustedes, amigos, que espero perdonen este asco instintivo por los pies ajenos-, pero si este señor que tengo a la gauche no se calza inmediatamente, yo me echo un cigarrito.

Et tan amis.

Pero no dije nada. Me callé, no por cobardía, sino por una cuestión de educación, de la que los dos franceses carecían. Llámenme cursi, pero para cursi "Los niños del coro", que es una cosa muy francesa. Es una especie de acuerdo: él se tapa ese par de botafumeiros roñosos con que remata su cuerpo y yo no fumo.
O eso o yo me tiro un par de pedos en su cara y lo presentamos como un intercambio cultural-gastronómico de aromas: para mí el Camembert y para ellos, el entrecot manchego.

X.Bea-Murguía (no se me descalcen en el AVE, por Dios, que eso es una marranada clásicamente angloajona, franca y teutona).

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lunes, octubre 27, 2008

El Día del Pollo Chino

Queridos amigos,

el jueves fue el Día del Pollo y hoy es el Día del Pollo-no. A saber: que me voy a Ciudad Real a pasar una bonita jornada de antiguas culpas y nuevas excusas y me da perezón y, como me da perezón, pero que te cagas, pues eso, "pollo-no" quiero ir. Pero he. Menudo chiste para empezar la semana, ¿eh? Joer. Estoy por volverme a la cama y que le den morcilla al mundo.

Pero el jueves pasado fue el Día del Pollo Chino, y de este importantísimo tema va la entrada de hoy (lo otro es un chorizo que me acabo de sacar de la manga, y conste que lo voy a dejar, aunque ahora pienso que nunca debí habérmelo sacado)... ¡Dios qué lunes más lunes. Otros escriben sobre Wittgenstein, yo sobre el pollo, el chorizo y la morcilla. Así estoy, madrecita, que ayer fui a jugar al fútbol con el Rancing Culebras y el Fernando Hierro del equipo contrario me confundió con el balón.

Hoy me voy a Ciudad Real con agujetas y cojeando, que tengo un tobillo en pepitoria. Pollo-no.

¿No les pasa a ustedes que, a veces, tienen días temáticos? A mí me pasa mucho. Supongo que es una cuestión de estímulo, pero, por ejemplo, cuando a mi mujer le hicieron la omniocentesis, me pasé una semana viendo, en todas partes, gente con Síndrome de Down. No es que hubiera más que normalmente, es que yo tuve ese estímulo.

Pues, el estímulo del jueves provocó que lo declarara el Día del Pollo Chino. Sobre todo después de comer. A partir del mediodía, le dediqué al pollo que me había zampado un recuerdo tras otro, un recuerdo tras otro y otro más y otro y otro más. Todo el Día del Pollo Chino acordándome del pollo y de su polla madre. La polla que engendró al pollo. Me sentó como un tiro.

Y fue el Día del Pollo Chino porque quiero pensar que verdaderamente era pollo. Comí en un restaurante chino, esos comedores clones con cuadros fijos de aguas en movimiento, jarrones Ming irrompibles y bambú de plástico del bazar adyacente, en los que uno entra sin dejar nunca del todo atada la sospecha en el abrevadero de la puerta. Si lo pienso bien, razonando (y eso), el pollo resulta una carne demasiado tierna para poder decir que el jueves, en verdad, fue el Día del Abuelito Chang. Por si acaso, por si la senectud deshiciera en hebras la carne descompuesta, lo diré también: la polla que engendró al abuelito Chang (q.e.p.d.). Me sentó como un tiro. Estuvo el abuelito Chang (q.D.a.G.) toda la tarde revolviéndose en su tumba.

Burp.

Un estímulo para acordarme del pollo chino durante todo el puto día.

Burp.

Estimulado, por el Pollo Chino, sin descartar al abuelito Chang (q.D.r.y.p.), repartimos mi mujer y yo la morfina entre los niños, dulces sueños y a ver si vuestros padres pueden descansar también, e intenté apagar el fuego del abuelito Chang (s.p.m.) con un par de litros de leche. Estuvimos viendo una serie, quizá fuera una película, pero parecía más bien una serie. Como ahora hay tantas. No sé el título (la pillamos empezada), pero me pareció muy, muy buena.

Dos tipos encuentran una pipa de agua en una casa vacía y, como se ve que están esperando a que sucede algo muy aburridos, se ponen muy contentos ante la expectativa:

-- Hace mucho tiempo -dice uno de ellos- que no fumo en narguila.

Entonces, por lo que yo entiendo, carga la pipa con marihuana y, en el siguiente plano, ya están ambos fumando. Generalmente sucede que dos tipos que se encuentran en una casa vacía, a la espera de que algo suceda, fumando marihuana suelen sentir un impulso de confesión. La conversación da un giro cercano, íntimo, revelador, trascendente, tanto que uno de los dos, dejando salir de la boca una enorme nube de humo de la risa, pregunta al otro:

-- Si de esta pipa de agua saliera un genio, ¿qué deseo pedirías?

Tendemos a pensar que todo el mundo puede sacar de sí mismo, a pelo o haciendo palanca con un porro de maría, a un ser profundo y con inquietud, pero no es así: el que es tonto sereno, lo es puesto. ¡Menuda pregunta para un momento trascendente!

Lo mejor, que me estuve descojonando un rato, la respuesta del otro. No fue exactamente así, pero, en esencia, dijo:

-- ¿Recuerdas aquel restaurante chino al que solía ir en San Francisco?
-- Si, claro.
-- Servían un pollo al abuelito Chang que era una auténtica delicia. Tan tierno, tan bien casado con aquella salsa de frutos secos y especias... ¡Qué bueno estaba!

El amigo lo mira con sorpresa. No conocía ese perfil tan humilde y sencillo de su colega. El tío puede pedir al genio lo que quiera, lo que le apetezca, riquezas, poder, fama... Todo lo inalcanzable... Pero, queridos hermanos y hermanas de la congregación, bien es sabido que no alcanza antes satisfacción quien más tiene, sino quien menos necesita. Y, así, el hombre fumado, al estilo de Diógenes el Perro, que deseó que Alejandro Magno se apartara porque le tapaba el sol, en la encrucijada de saciar su apetito espiritual con una solo deseo concedido por el genio de la narguila, se acuerda del pollo de un restaurante chino.

Con lo que repite.

Burp.

-- ¡No me lo puedo creer! -le dice el amigo, sin caer en la cuenta de que, normalmente, a preguntas chorras, respuestas gilipollas-. ¿Puedes tener lo que quieras, lo que te dé la real gana, y pides un plato de pollo de un restaurante chino?

¿Qué no tendrá el plato de pollo que, meses después, el amigo se sigue acordando de él?

Burp.

Y cuando uno está esperando la explicación a tal ramalazo de estoicismo, el colega contesta:

-- ¡No, coño! El pollo estaba delicioso, pero lo que yo deseo es follarme a la camarera.

X. Bea-Murguía (burp, burp).

Dale una calada a la marihuana y expresa tu deseo. Yo no soy un genio, pero haré lo posible.

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viernes, octubre 24, 2008

¿Quién dijo que la química no puede ser una "materia poética"?

Los físicos y los químicos tienen por objeto de estudio algo tan poco poético como la materia. Los físicos analizan los estados en los que se presenta y los cambios que experimentan con la energía, mientras que los químicos se ocupan de las transformaciones que sufre al reaccionar entre sí o con las diferentes fuentes de la energía.

La materia está constituida por átomos -que etimológicamente, significa sin partes, es decir, indivisibles-, nunca la etimología engañó tanto porque éstos, a su vez, están formados por protones y neutrones (en el núcleo) y electrones (fuera del núcleo). El número de protones (Z) es la propiedad más importante de la materia.

En realidad, lo que diferencia unos elementos químicos de otros es el número de protones, neutrones y electrones. Así, si introducimos mercurio (Hg, Z=80) en un acelerador de partículas y hacemos que su núcleo emita (pierda) un neutrón junto con otras partículas podríamos obtener oro (Au, Z=79): el gran sueño de los alquimistas de todos los tiempos; aunque utilizar un acelerador de partículas, con el gasto de energía que hace falta para utilizarlo, no resulta un método demasiado rentable para producir oro, al menos en la actualidad...

Cuentan los físicos y los astrónomos, que justo después de formarse el Universo, justo tras el Big-Bang, prácticamente el único elemento que había en el Universo, y sigue siendo con mucho el más abundante, era el hidrógeno (H, Z=1). El más sencillo de los elementos químicos, con un solo electrón girando alrededor de su núcleo.

Debido a la gravedad, la materia se fue condensando en grandes masas, que se fueron compactando cada vez más hasta formar estrellas, donde, debido a la enorme presión de la inmensa cantidad de materia que hay en ellas, se iniciaron los fenómenos físico-químicos que producen la energía del sol, una estrella más en el universo, las reacciones nucleares de fusión que van convirtiendo el hidrógeno en helio (He, Z=2).

El sol, dentro de muchos millones de años, agotará su hidrógeno y morirá, sencillamente se convertirá en una gigante roja y se apagará. Pero las estrellas más grandes del universo, debido a que la presión de la materia es aún mayor, mantienen las reacciones de fusión cuando el hidrógeno se ha agotado, generándose otros elementos más complejos como: carbono (C, Z=6), nitrógeno (N, Z=7), oxígeno (O, Z=8), calcio (Ca, Z=20) y hierro (Fe, Z=26).

Finalmente, las reacciones son tan violentas que la estrella -si fuera suficientemente masiva, suficientemente grande- se colapsa y estalla, en lo que se llama una nova o supernova, esparciendo la materia transformada por el universo. Esa materia más pesada se reunió a su vez dando lugar a la formación de los planetas, entre ellos, la Tierra y originando, transcurridos muchos millones de años, la vida, es decir, a nosotros.

Los físicos y los químicos cuentan que la materia-energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma y que todos los átomos de los que estamos hechos, el calcio de nuestros huesos, el carbono de nuestra piel o el hierro de nuestra sangre, esos mismos átomos, se formaron, hace millones de años en las estrellas. Por lo tanto podemos decir que, en realidad, todos nosotros estamos hechos de polvo de estrellas.

Luis Blanco Urgoiti

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jueves, octubre 23, 2008

En una oscuridad desconocida

Queridos amigos,

fíjense si seré idiota, cabeza-buque... Más no se puede ser.

Paro en una gasolinera de estas de prepago por necesidad perentoria (del coche) y por los pelos no me piro sin repostar, pero con la gasolina pagada. ¿Qué les parece? Estoy empezando a preocuparme. Voy, prepago la gasolina, digo mis gilipolleces de turno, arranco, avanzo y sólo una mirada instintiva al manómetro del depósito me hace darme cuenta de que he pagado pero he echado la sopa.

Menos mal que no se me pegó la impaciencia de nadie al culo. Si no, problema. Matata, que dicen en Kenia. Matata sana. Eché marcha atrás y reposté.

Iba a Toledo, a la inauguración del Club Tristán, de mi amigo Pedro Pablo Gamero, un bolo, rebolo, chapeau. Otro día les digo por qué. El plan era dormir allí. El año pasado, volviendo de un acto de fumadores de puros, organizado también por Pedro, tuve una mala experiencia en la carretera. La conté aquí, si lo recuerdan.

"Toledo-Madrid"



Recordando aquello, decidí dormir en Toledo y fresco, bien madrugado (que no, que a mí no me cuesta nada madrugar), poner ruta a mi casa. La idea era llegar en torno a las 8:00 horas a Tres Cantos.

Me puede la obligación, qué quieren que les diga y no me estoy poniendo una medalla, ni mucho menos. Me duele tener que dormir fuera de mi casa, donde me siento tan necesario, sobre todo por las mañanas, cuando actúo de desayunero oficial. Herencia de padre, ¿qué le vamos a hacer?

Así que dije que no al copeo posterior al acto. Era medianoche cuando me acosté. Los amigos, Fran, Alberto, Juanjo, Eduardo... Pedro mismo... Se iban a quemar la noche toledana (nochecita toledana que fue...). Yo opté por la partenidad. No es desinteresado, no se crean. Esperaba la recompensa de mi mujer. Esperaba su gesto de sorpresa al levantarse y encontrarme allí, haciéndole el desayuno, exprimiendo naranjas, batiendo biberones y dándole vueltas al nesquick como si hubiera dormido, una noche más, a su lado. Esperaba su sonrisa cálida. Esperaba el tacto de sus manos, pintadas por el Greco, en mi espalda.

Dije que no a la juerga y los oí llegar a las cinco y pico de la mañana al hotel. (Coño, ya me he chivado). Había sido de las buenas. No es que me arrepintiera. El arrepentimiento es inherente a toda decisión, pero mi objetivo era más alto y más satisfactorio: sorprender a mi mujer, decirle sin palabras lo mucho que pienso en ella, lo duro que es dormir en un hotel en una oscuridad desconocida.

A las seis de la mañana, me levanté animoso. Sé que parece raro pero, insisto, no me cuesta madrugar. A las cinco había oído llegar a la patrulla nocturna porque andaba en duermevela, nervioso, alterado, con miedo a no oír el despertador, a dormirme y no llegar a tiempo de mi sorpresa en casa. La única ventaja de dormir fuera de casa, por trabajo, es precisamente esa: poder descansar, pero yo ni me fui de juerga con los amigos, ni descansé. Dormí seis alteradas horas pendiente del móvil, de que sonara su martillo musical en mis oídos con fuerza suficiente para despertarme y darme tiempo de llegar a mi casa.

Me duché y me fui del hotel sin tomar siquiera un mal café. No había nada que echarse al coleto a esas horas y no me importó fumar en ayunas, mientras escudriñaba la carretera, con picor de ojos, bajo una lluvia intensa, en la oscuridad tenebrosa de un día que aún no se había atrevido a asomar.

El trecho entre Toledo y Madrid se me hizo eterno. Iba mirando el reloj y calculando mentalmente: a este ritmo, a las siete y media estaré en casa. Es perfecto. A esa hora, hasta me da tiempo a tomarme un café con tranquilidad antes de que empiece la actividad matutina de mi familia.

Pero Madrid es un atasco. Un atasco enorme y gusano, una tumba para las prisas, un panorama desolador de luces rojas que se suceden hasta la desesperación. Llegué, porque al final llegué pese a que en algún momento de la mañana pensé que no lo conseguiría, y eran más de las nueve. Mi mujer notó que la llave rascaba la puerta y me abrió.

-- ¡Hola! -me dijo-. ¡No te esperaba! ¡Qué bien me vienes!

Ya ven que es un claro caso de hagas lo que hagas, te arrepentirás (incluso sin necesidad de unirte a Worren Sánchez). Al final, no me fui de copas con los amigos, no descansé y no llegué a tiempo de ser útil en casa como esperaba y todo el esfuerzo de la mañana quedó esparcido en el tiempo muerto inacabable y desesperante del atasco de la M-30. Y, sin embargo, qué momento más dulce es el encuentro inesperado.

¿Verdad?

X. Bea-Murguía (bonitos túneles los de la M-30, Gallardón. ¿Para qué dices que sirven?)

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martes, octubre 21, 2008

Una cuestión estética

Queridos amigos,

traten de imaginar a un personaje especial entrando en un estanco, ataviado con su indumentaria reglamentaria de tribu urbana, para hacerse el abono transporte. Eran los tiempos en que había que llevar una foto y rellenar unos formularios, que se metían en un sobre y se mandaban al Consorcio de Transportes. Una semana o quince días después, había que volver al estanco a por el carnet.
Esto ya no funciona así, claro, con el Interné y toda la pesca. Supongo que la técnica ha avanzado lo suficiente para que, por el camino, no se crucen hechos inexplicables, fenómenos extraños que pudieran dejar boquiabierto al personal.

Esto es una cuestión de estética. Conmigo no tiene mérito ninguno compararse, porque yo me confieso un desastre total. Y lo peor es que no me importa. Mi mujer se desespera conmigo: me mancho la camisa en una de cada dos comidas, combino mal los colores (Beatriz, cariñosamente, me llama daltónico gilipollas), nunca me acuerdo de sacar lustre a los zapatos hasta que me los pongo y ya no tengo tiempo y me sucede muchas veces, muchas, que me pongo calcetines desparejados. Por eso siempre he pensado que un punk de postal, con su pinta de alérgico al heno (de Pravia), su cadenamen, sus collares de perro y sus muñequeras de pinchos, con sus botas militares, sus piercings y esa bola rematada en cresta de pelo de coloricos, cuida su aspecto mucho más que yo. Quiero decir que está atento al detalle con precisión, que todo en su forma de vestir es parte de un mensaje a su interlocutor: soy ácrata, antiestablishment, antisocial...

Que un punk entre en un estanco a hacerse el título oficial de transportes ya es chocante. Dan ganas de decirle: “Hijo mío, aféitate la cresta que hacerse el abono transportes es una manera como otra cualquiera de comenzar a aceptar el establishment”. Yo tenía la idea, quizá equivocada, quizá producida por mis pequeños prejuicios, de que los punks irredentos se colaban con descaro en el metro. Se ve que no todos.

Mientras me contaban la anécdota, pensaba que daría dinero por ver la foto del abono. Aposté, anticipándome al final, a que el punk en la foto del abono transportes vestiría su jerseicito de rombos y su camisita solapón y que aparecería sonriendo cetrino con la raya blanca del pelo bien marcada a la izquierda. Estaba casi seguro, porque presagiaba que un gran final para la historia sería el comentario a tiempo, rápido, agudo y fino del estanquero, que mira la foto, mira al sujeto y dice:

-- La foto es de antes de la operación de estética, ¿no?

El estanquero tiene estas cosas. Una vez apareció por su estanco una cliente asidua para despedirse. Había dejado de fumar.

-- Estoy embarazada –le explicó.
-- No me extraña –replicó el estanquero rápido de reflejos, inmensamente simpático.

Sin embargo, ese no era el final. En su foto, el punk había posado con su cresta de colores al viento, sus piercings y su cara de fantasma malo. Me vino a la cabeza la imagen del punk agachando la testud para entrar en el fotomatón sin troncharse el pelo, mirando su reflejo en el cristal con la enorme cresta de colores cortada por el límite de la foto y encogiendo el cuello para procurar que su orgullo se viera completo en la imagen. También pensé en un abono transportes con un pequeño añadido por encima de la imagen del titular, para que entrara el plano completo de la cresta. El antisocial entregó la documentación, todo en regla, pagó, fue emplazado para quince días y se marchó.

Pasado el plazo, el punk reapareció por el estanco a recoger su abono acompañado por una chica de su mismo movimiento social. El estanquero andaba ocupado, como siempre, porque el ritmo en la tienda es vertiginoso, sobre todo a ciertas horas.

-- ¡Toma! –y le largó la caja de puros donde guardaba los abonos pendientes de recoger-. Mira a ver si estás por aquí.

Entre los carnets que el punk y su señora revisaron, manejándolos con las yemas de los dedos como quien cuenta dinero, les sorprendió encontrarse con un título oficial de transportes hecho a nombre de un perro… Sultán… Con su foto y todo…

-- ¿Y esto? –preguntó al estanquero-. No sabía que los perros se pudieran hacer el abono transportes.
-- Claro que pueden –contestó el estanquero sin mirarle-. No van a entrar gratis en el metro, ¿no?

El punk y su señora se cruzaron una mirada perpleja ante la lógica aplastante del estanquero y continuaron escudriñando en la caja, buscando su cara y su cresta inconfundible en aquel bosque de rostros matados por el flash. Cuando por fin la encontró, su sorpresa no fue menor:

-- ¿Y esto? –le preguntó al estanquero mostrándole el carnet con un asomo de indignación.
-- ¿Qué le pasa?

La señora de punk se meaba de risa.

-- ¿Cómo que qué le pasa? ¿Y esto qué es?

Alguien había pintado en la foto del punk un tupido bigote propio de un artista de la Motown.

-- ¿Ese bigote? –dijo el estanquero tan sorprendido como el titular-. No lo sé. ¿Te has afeitado?
-- ¡Qué coño afeitado! Si yo no he llevado bigote en mi vida. Además, está pintado a boli. Míralo.
-- ¡Anda, coño, qué graciosilla es la gente!
-- ¿Y ahora qué hacemos?
-- Pues no lo sé… ¡Déjate el bigote! Así nadie lo notará.
-- No te queda mal –le dijo su señora.

Pero ese bigote hasta la barbilla no era punk. Es una cuestión de estética y la estética aunque estudiadamente descuidada, no deja de ser la estética.

En esta parte de la historia, mis propias carcajadas me impidieron oír el final. Yo no sé si el punk aceptó el abono tal cual, con el bigote pintado a boli, si decidió dejárselo crecer o si pidió que le repitieran el carnet. Lo que sí sé es que, cuando ya estaba ahogando en grandes suspiros neumáticos mi risa, con lágrimas en los ojos y dolor de tripa, el estanquero me dijo:

-- La verdad es que mi primera opción fue pintarle un bigote en plan Dartañan, ya sabes, con caracolillos en los extremos, pero sabía que no iba a colar.

Es una cuestión de estética, claro.

X. Bea-Murguía (ese es el bigote que a mí me gusta!!!).

lunes, octubre 20, 2008

A Garzón quitado


Queridos amigos,

el juez Garzón, con su nombre de rey pintado de negro, va a juzgar a Franco. Nada menos. Y a Serrano Súñer. Y a treinta y tres altos cargos más del régimen franquista. En el auto judicial hay más fiambre que en una fregoneta de Elpozo Murcia. Es como un juicio a la mortadela, pero rancia. El asunto es tan extravagante que, a su lado, hasta ZP ha conseguido parecer sensato: "El franquismo ya está absolutamente juzgado por la historia", ha dicho. Tiene razón.

Me sorprende que con lo mal que anda la justicia en España, Garzón invierta su valiosísimo tiempo en darse un paseo por los círculos del Infierno. Yo pensaba que los juzgados estaban sobresaturados de trabajo, que tenían mucho lío, pero va a ser que no, que lo que está lleno es el bar de enfrente de la Audiencia Nacional, al que los funcionarios acuden para mantener reuniones maratonianas, durante horas y horas, tomando café, echando el pitillo y comentando lo "liaos" que están.

-- Qué lío tengo, qué liao estoy... ¡Chico un café con churros! -que es lo que dicen todos los vagos en España.
-- Y el Madrid, en el minuto 96 y de penalty. Dame fuego, anda.
-- Como siempre, Jose Luisa, como siempre. ¡Qué lío tengo! ¡Qué lío!.
-- Una mujer caliente y un hombre frío. Eso sí que es un lío.

Y en el juzgado de Garzón, mientras tanto, echando partidas on-line con los funcionario del juez Tirado. Es un pique interprovincial. Im-por-tan-tí-si-mo.

-- ¿Seguro que no tenéis que meter en la cárcel a ningún pederasta?
-- ¿Dos en un año? ¡No jodas! Eso no viene en el convenio. Tira, anda, que es tu turno.

La justicia en España funciona mal porque los funcionarios están sobresaturados. Tienen tanto lío que Garzón procesa a Franco, a Pinochet y a Videla. Más lío para la justicia española. Lo que le falta a este hombre es pelearse con el Tribunal de La Haya por la competencia de enchironar a Radovan Karadjic. ¿No hay por ahí etarras con las manos llenas de sangre fresca? ¿No hay narcotraficantes que ennecorar? ¡Ah, no! Que lo de la Nécora salió mal, que ya no me acordaba. Debe de ser por eso que le han dado a Garzón algo con lo que entretenerse.

-- Dejadle con eso, que es mejor que no haga nada... Sí, sí, Balti... No te preocupes... Uno, no... Dos. Dos ministerios.

Y no es que estos tipejos deban salirse de rositas, pero ¿es que el súperjuez se va a dedicar a levantar el polvo de la historia de España hasta desenmascarar a los criminales de guerra de Numancia, desentrañar la verdad de las razias del Cid, que ya están documentadas, o sacar a la luz a los culpables de los Desastres de la Guerra (de Independencia)? Pues vaya lío para meterse, así, de buenas a primeras, a Garzón quitado.

X. Bea-Murguía (me voy que tengo mucho lío. ¡Uff! ¡Qué lío tengo!).

viernes, octubre 17, 2008

El alcalde de Dubai


Queridos amigos,

solía repetirme un amigo, cuyo nombre no voy a decir (más que nada porque lo hacía en plan irónico y, luego, reproducir por escrito el tonillo de guasa es difícil y vienen las malas interpretaciones y todo eso), que Dios había hecho bien las cosas: había puesto a los negros en África y a los blancos en Europa. Sabrá Dios.

Pueden ustedes pensar que es una frase racista, pero yo la considero anticolonialista.

Anticolonialista bidireccional.

Y, si me apuran, un canto a la gilipollez de la integración social, que tanto buscamos los humanos del norte y que, en el fondo, no es otra cosa que una desintegración cultural, una mimetización de costumbres, que al que sea de fuera se le note poco, porque integrarse, en el fondo, es adoptar las costumbres del anfitrión; integrarse es el examen de españolidad que quería hacer Rajoy a los inmigrantes; una imposición más. Ese ansia que tienen algunos por que los nigerianos coman con pan y vino es, en verdad, una excusa:

-- Si yo no digo que no vengan, pero que se integren, coño, que es que no se integran.

A alguien que viene de fuera se le puede exigir que respete las costumbres de casa, pero no que las adopte. ¿Por qué? Que las adopte si le da la gana.

Yo sí soy partidario de adoptar costumbres. Yo, he dicho, yo para mí. De hecho, me integré en el pueblo de mi mujer bebiendo botellines, que era la costumbre local. ¿Otro botellín? Pues otro. Y otro y otro y otro y los que hagan falta... ¡Viva la integración de los inmigrantes y una mierda para el pueblo de al lado! ¡Te quiero, tío, te quiero! ¡Ven en fiestas y te hacemos de la peña! Y mi mujer buscándome por el pueblo...

-- ¿Habéis visto a Javier?
-- Sí, está participando en un debate sobre la integración socio-cultural de los inmigrantes.

Entendería que un abstemio rechazara el primer botellín y, también, el vigésimo tercero. Y el cuadragésimo quinto. O que prefiriera tomarse un botellín sin alcohol. Bueno, un botellín sin alcohol es duro. No sé. Tendría que verme en la barra pidiéndolo.

-- ...y un botellín sin alcohol para el raro este.

Más que integración social, lo que hay que buscar es una cierta armonía social, que nos molestemos lo menos posible entre nosotros. Esto es lo difícil, porque no es cierto que la libertad de uno acabe donde empieza la del prójimo. Este planteamiento es simplista y está muy bien como proclama facilona para los niños en el colegio. Pero, después, hay que crecer, hay que hacerse adulto y hay que comprender que convivimos en un mundo en el que las libertades y los derechos se solapan.

Por desgracia, los hay que de beber botellín sin alcohol (o de no fumar) hacen su cruzada visionaria y tratan de imponer por la fuerza su limitada concepción del mundo. Y para inmiscuirse y corregir las costumbres de los demás, no dudan en soltarte que las libertades de uno acaban en pararí, parará, por el culo te la hinco.

Excusitas.

En Dubai, Emiratos Árabes Unidos (pero no revueltos) acaban de meter en la cárcel a dos ingleses gilipollas que estaban follando en la playa. Los cargos, además de incómoda fornicación playera (que también está prohibido en España, ojito con lo que hacéis), son, digamos, poco respetuosos con las costumbres de los demás: ingesta de alcohol y mantenimiento de relaciones sexuales fuera del matrimonio.

Dan ganas de ir a hacer turismo en EAU (pero no revueltos), ¿verdad? Estoy esperando a que alguien diga que cuando uno va al extrajero, tiene que respetar las costumbres de ese país... Pero yo creo que los países son, más que un territorio, un conglomerado de gente diversa y que son los países, estén donde estén, los que tienen que respetar las costumbres de las personas.

Se puede criticar que dos adultos sean tan idiotas de no saber a qué mierda de país han ido (pero esto lleva consigo colleja, no cárcel) y, también, dependiendo de la hora en que se produjera la conyunda, se puede decir que no parece apropiado ese aquí te pillo, aquí te lo lleno de arena... Habiendo camas... Intimidad... En fin... Esto es discutible, es el lugar en que se solapan los derechos.

Vale.

¿¿¿¿¿ Pero que el sexo sea extraconyugal o que hubieran bebido alcohol ?????

Pues tres meses de cárcel. Allí. En EAU. Con la caló que hace y, como mucho, un botellín sin alcohol. Separaditos, cada uno en su jaula.

Me viene a la mente la frase de mi colega, pero con otro significado que es "cada cual tiene su sitio", y digo yo que si en España, en Madrid, tenemos a un señor ha decidido que ser hombre anuncio es deningrante y lo ha prohibido, podríamos, en la búsqueda de esa convivencia armoniosa, en pro de la integración y de la comunión de costumbres, exportarlo para que fuera alcalde de Dubai.

¡Ese es su sitio! ¡Un desierto para agujerear a gusto! Y qué importante es en la vida, Alberto, encontrar nuestro sitio.

X. Bea-Murguía (tira para allá, anda. Tiraaaaaaaaaaaa, tira).

Para que luego digan, que Gallardón no es un déspota. Madrecita. Lo engañada que tiene a la gente este tío.

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jueves, octubre 16, 2008

El placer es ahora


Queridos amigos,

ayer conocí a un hombre que posee cien relojes de pulsera, todos buenos, que guarda en su casa expuestos en una vitrina. Me enseñó la foto de la vitrina que lleva en su móvil con la misma ilusión con que yo muestro las de mis criaturas.

-- Mira, mira -me espetó ilusionado por una respuesta llena de admiración.
-- ¡Qué guapos!- estuve a punto de decir-. Se parecen mucho a ti.

Pero me limité a asentir conforme, con la perplejidad que me producen las pasiones ajenas cuando no las comparto y, por tanto, tampoco las comprendo. Como soy persona educada, sí puse en mi respuesta un punto de admiración impostada. Tampoco pienso que él estuviera esperando a que yo le hiciera una fiesta a su vitrina de joyería casera. Él me pareció un tío muy majo y fumador, pero a mí no me interesan los relojes. Lo siento. No gasto.

David Torres, que estaba allí con nosotros, como es de San Blas, dijo que él colecciona calcetines negros.

Le pregunté a Javi, el coleccionista de relojes, si se los ponía todos y me dijo que sí y que, incluso, daba cuerda a no sé qué reloj de una marca muy buena y muy antigua y prestigiosa, cuyo nombre ha hecho ya tic tac en mi memoria (lo siento, no me da para más).

David Torres aseguró que él también se pone todos sus calcetines. El chico es aseado. No lo digo yo. Se le ve.

En apenas treinta segundos, la conversación sobre la relojería de Javi se situó en un lugar que sí despierta mi interés: el momento de elegir qué réloj va a ponerse.

A David Torres, medio inclinado sobre el cajón de su cómoda, le pasa lo mismo.

A mi amigo Rafael Bernardo, en jarras frente a su humidor de puros, le sucede igual.

A mi sobrina Amaia (la persona más lectora que conozco) en la biblioteca del cole, se le presenta la misma encrucijada.

A mi suegro, mirando por encima de las gafas el armario de las galletas, le asalta la misma pregunta...

¿Cuál me dará el placer que busco?

La respuesta es cada uno de ellos, pero en el momento de la decisión del placer, no sólo cuenta el que obtendremos gracias a nuestra elección: hay que descontar el placer que desechamos con los descartes. Es muy duro decantarse por un hijo cuando se tiene cien.

A Javi le cuesta un rato decidirse por su reloj. Dijo treinta segundos, tic tac, de ingeniería suiza, pero yo creo que será más, porque en ese instante de vitrina abierta, el tiempo no puede medirse. Todos los relojes sonríen a las diez y diez, como escolares que levantan el brazo tan alto como son capaces, esperando a oír su nombre salir de los labios del profesor, porque saben la respuesta. Me imagino a Javi señalando uno y optando por el de más allá, mientras su mirada está puesta en el de más acá. El placer es ahora, en ese tic tac, y se alarga en la víspera de la satisfacción, en el ansia del goloso ante una bandeja de pasteles.

David Torres confesó que a él le cuesta también decidir qué calcetines negros va a ponerse ese día.

El hecho en sí de ponerse el reloj sólo es la culminación. A Javi le maravilla sentir el peso frío y metálico del elegido en la muñeca. Rafa enciende su puro. Amaia percibe el olor de la primera página del libro. Mi suegro muerde la galleta. Torres siente la caricia limpia del hilo en el empeine.

¿Y yo qué? Yo colecciono tareas pendientes. Últimamente tengo tantas acumuladas que no acabo de decidir cuál de todas ellas emprender al comenzar mi jornada, tan estrecha es la línea que separa el placer del sufrimiento y el deseo del temor.

X. Bea-Murguía (tic tac, despierta mi niña, me voy a hacer un biberón).

Hoy es el cumpleaños de mi concuñada Wenneke. Por si no lo saben, en Holanda es costumbre felicitar a toda la familia cuando es el cumpleaños de uno de sus miembros, así que felicidades Diego, Milo... Gefelitiet Anneke, Ninke... A todos los Chillón-Hund y a los Douze. Felicidades a todos (espero no dejarme a nadie).

A mí no me feliciten porque, aunque me llevo francamente bien con mi concuñada, como saben ustedes, y ésta es una vieja discusión contra el "cerrajón", Wenneke y yo no somos exactamente familia. La persona que está casada con mi cuñado no es mi cuñada.

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miércoles, octubre 15, 2008

A punto de estallar

Así, como cuando la dinamita se prepara para el ahora,
ahora, AHORA, sin que cambie la forma exterior del cartucho
”.

"Luz de agosto".
William Faulkner.




Queridos amigos,

parece que esto se anima un poco, ¿no? Es que llevamos un mes de septiembre y medio octubre un poquito aplatanados, como si no hubiéramos acabado de sacudirnos de encima la pólvora del verano. Siento decirles que me parece que hoy yo les voy a dar poca cera. Ayer tuve un día perfectamente olvidable. No me pregunten qué me pasó, porque no fue nada en absoluto, pero lo fue todo. Un encadenamiento de decepciones, tal vez. Una serie de pasos mal dados. Un par de caídas inexplicables. Una palabra desorientada que nunca debí decir. Un pensamiento no nacido que rompe el silencio.

Perdí al mus.

Iba a profundizar en el sentido de mi derrota, pero para qué hacer más sangre si en esas tres sencillas palabras de sujeto omitido ya ríe un universo de humillación, un big-bang del honor perdido. Prefiero contar que llegué a mi casa y hallé consuelo, que mi mujer me esperaba sonriendo, que mi hija cumplía diez meses y que mi hijo me enseñó lo bien que toca "Smoke on the water" con la guitarra eléctrica que le ha regalado su tío Diego.

Hice mis tareas, las de San José en Belén viviente que me corresponden por derecho, que no por obligación, bailé y canté con mi hija en el baño. Mi niño me agarró de la oreja mientras nos entregamos juntos a esos apasionantes dibujos animados que tanto nos gustan (zzzzzzzzzzzzzzzzzzz). Acostamos a los niños, Beatriz se marchó a andar y, con todo hecho, con las derrotas y los fracasos colgados del perchero de la entrada, dueño por fin de mi tiempo, me entregué a la lectura.

Estoy leyendo un libro de John Irving que es una montaña rusa sobre la estructura del fracaso. "La epopeya del bebedor de agua" tardó en animarse dos líneas, después se ralentizó hasta el punto en que no sabes si es que la mecha es demasiado larga o que hay un fallo en el mecanismo. Ese silbido siempre tenue y lejano, cerca de la extinción y de la deflagración, que tan bien maneja un artificiero como Irving y que estalla de manera impredecible, pero perfectamente medida, en el momento justo en que estás decidido a ir a comprobar que la carga esté bien colocada.

Impresionante.

Sirvan de recomendación sincera. Las dos cosas: el libro y que no hay como llegar a casa cuando se está a punto de estallar.

X.Bea-Murguía (no hay tiempo para más)

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martes, octubre 14, 2008

Un coñazo de un par de tardes


Queridos amigos,

en mis tiempos de romántico empedernido, aquellos en que sostenía ideales que, luego, la realidad se encargó de catalogar en la "g" de "gilipolleces" y en la "y" de "yacrecerás", fui un aguerrido periodista de primera línea... Bueno... Fui becario de la sección de nacional de Onda Cero, a las órdenes de Félix Madero y de Ernesto Sáenz de Buruaga. En aquel tiempo, que prefiero olvidar, me tocó en suerte cubrir un desayuno en Ferraz, cuando el secretario de organización del PSOE era Cipriá Ciscar... Bueno... Me tocó cubrir... Es una forma de hablar... Digamos que cubrí la silla, porque fui, me senté, desayuné a costa del presupuesto del Partido Socialista y poco más. Y acompañé a un redactor que se encargó de cubrir la noticia. Lo mío fue, más bien, un come y calla.

Algún día contaré mis vicisitudes como becario en Onda Cero, de mis horas muertas leyendo teletipos... Bueno, no todo fue malo. Algunas cosas, como Javier Fernández Arribas, fueron buenas.

¿Se acuerdan de Ciscar, ese inolvidable personaje de los Simpson? Yo no sé si es una cuestión de ética o, simplemente, que la técnica ha avanzado mucho en estos trece años, pero entonces, en los desayunos en Ferraz, se celebraban dos actos seguidos distintos. En el primero, los sesenta periodistas acreditados arrojaban las armas al suelo y se entregaban, con la escasa elegancia que nos caracteriza, sobre el croisant. Los cámaras tomaban imágenes de apoyo mientras los demás desayunábamos con las grabadoras apagadas y los bolígrafos encapuchados. Entonces, en un clima distendido y amigable, se hablaba de todo lo que quisiéramos, la gente hacía muchas preguntas y Ciscar, agradable y hasta simpático, contestaba a todo.

Terminada la primera ronda, con los cadáveres despedazados de los croisants aún calientes y sangrando migas sobre el mantel, Ciscar salía un momento de la sala y volvía a entrar con atuendo inconsútil, hierático, más tieso que la estatua de cera de Antonio Gala, hecho una Macarena pero teotocos y definitivamente muy señor Barnes, y hacía unas declaraciones que sí se podían grabar.

De lo que se decía en el desayuno (y lo que dijo en las declaraciones oficiales no distó mucho de lo comentado en el despedazamiento de los croisants) no se podía grabar nada.

De este evento, saqué tres conclusiones:

A.- Qué listos son los políticos.
B.- Qué tontos somos los periodistas.
C.- Un croisant es como Orfeo a merced de las bacantes.

Hoy, la técnica ha avanzado mucho (o la ética ha retrocedido) y nos podemos descojonar pillando en renuncio a los políticos, en esos momentos en que, de verdad de la buena, dicen la verdad de lo que piensan. Lo de Rajoy del coñazo de las fuerzas armadas es buenísimo y yo le apoyo al cien por cien:

-- Di que sí, Mariano, que eso es un coñazo intragable.

Hay que echarle imaginación, para animar un poco el cotarro. Propongo, por ejemplo, que la soldada se siente en las gradas y que desfilen los políticos, con el rey al frente. O, que contraten unas majoretes. O que suelten unas vaquillas detrás de la tropa. O que se junten con el orgullo gay. O que lo junten con el orgullo gay y el rosario de la aurora. ¡Eso sería la hostia! O que lo presente Jordi González. O que la ministra encabece el desfile dando de mamar a la criatura. O yo que sé... Hagamos un Brain Storming... Que vengan las Mamachichos...

No se trata de acabar con el desfile, ¿vale? Responda, ¿qué haría usted para que el desfile de las fuerzas armadas no fuera un coñazo total?

Que le echen un poco de imaginación, porque esto de las fuerzas armadas es de risa en los tiempos que corren. Deberían poner un muramen alto, como el de la Plaza Roja de Moscú en tiempos de Chernienko, y que en vez de los políticos hagan un guiñol o un show de los Teleñecos o algo.

Lo novedoso de Rajoy y el coñazo, aparte de que ha caído en una contradicción muy jodida (que ya ha aprovechado Pepiño "Perro de Presa" Blanco) es que hemos descubierto que a la derecha española moderna no le van los desfiles.

Pero este, siendo llamativo, no ha sido el único caso gracioso de micrófono traidor. Recuerdo el día, antes de ganar las elecciones de 2004, en que Jordi Sevilla le decía a Zapatero que todo lo que necesitaba aprender sobre economía, "lo aprendería en dos tardes".

Ya sabemos que la culpa de la crisis no es entera de Zapatero, ni es lo que se pretende decir, PERO...

A.- Él se han empeñado personal y absurdamente durante demasiado tiempo en negar la crisis (mientras buscaba a quién echarle la culpa, claro).
B.- Cuando uno tiene la responsabilidad máxima, no puede escabullirse de los fracasos, porque obtiene en el paquete la misma proporción de triunfos y de culpas (sin excepción) y, si me apuran, más culpas que triunfos. Es jodido, José Luis, pero es así.
C.- Según está la cosa, o ZP no aprovechó las dos tardes o Sevilla se equivocaba y, en verdad, su jefe necesitaba, al menos, tres o cuatro tardes.

X. Bea-Murguía (me ha salido un grano en el cu... Oye, oye. ¿no estará abierto ese micrófono? Me cago en la leche).

jueves, octubre 09, 2008

En defensa del paleto

Queridos amigos,

hay días en que el periódico, por la mañana, es un erial. Es desesperante. Acostumbro a echarle un vistazo antes de escribir el blog porque no siempre me suceden cosas dignas de ser contadas (hace mucho que no me para la Guardia Civil) o no me da la cabeza para inventarme tantas trolas. La economía me da poco juego, por regla general no entiendo mucho y, además, es demasiado aburrida, y la política, cada vez más, me pone de mala leche.

Así que en esos días... ¿Esos días?¿Periódico? ¿Regla general?¿Mala leche?... ¡Me está quedando esto como un anuncio! Hago un viaje y me encuentro con un señor que vende castañas y me lleva volando a Nueva Delhi... Pu pu... Pu pu... Pupupú

Así que en esos días en que me levanto y, por más pitillos que me fume, la página en blanco me abruma demasiado, recurrir al periódico y no encontrarme con nada digno de hacer un chiste, me desespera.

En otras ocasiones, como hoy, a pesar de que tengo un tema que me ha brindado un comentario crítico con una entrada escrita hace unos días, leo el periódico y sorpréndanse:

Definitivamente, "miembras" no existe
La decisión adoptada quiere "respetar el castellano"

El Diario del Congreso suprime intencionadamente esa palabra del acta oficial de la comparecencia de la ministra Aído el pasado 9 de junio.

Con el juego que da la Aído, vaya. Algo que ha dado también vidilla al blog:

Anulado el concurso de parquímetros en Madrid que Calvo adjudicó a un amigo
El concejal no tenía potestad para concederlo

La Justicia anula el proceso al considerar que la decisión la tenía que haber tomado el Pleno del Ayuntamiento de Madrid y no el concejal de Seguridad del Consistorio.

Que digo yo que el tal Pedro Calvo dimitirá ¿no? ¿Apostamos a que no dimite? ¡Con lo que hemos dicho en Wells & Bea-Murguía de los parquímetros de Madrid! El tal Calvo tiene un punto de soberbia testicular, que está bien que le den un buen repaso. Hablando de testículos:

Los testículos humanos, otra nueva fuente de células madre
Científicos logran células similares a las embrionarias a partir de las biopsias de testículo de 22 hombres.

Este tema sí que daba de sí. Con la pasta que se han gastado algunos en congelar los cordones umbilicales de sus critaturas para almacenarlos en el extranjero y resulta que las células madre están también en los testículos... ¡Manda huevos! Sabíamos que (chiste fácil) las células madre eran, en verdad, células puta madre, pero ahora nos hemos enterado de que, además, son unas células cojonudas. Yo no sé si esto hará que la Iglesia cambie de opinión al respecto, aunque, por otro lado, lo que dice la Iglesia no debería ser importante más que para los católicos ¿no? La iglesia católica anglosajona tiene problemas bastante más graves en qué pensar ahora:

Detienen a un cura acusado de 22 abusos sexuales a menores
Un sacerdote católico y otro hombre fueron detenidos acusados de abuso sexual contra menores cometidos desde 1970.

¿Detienen? ¿En qué sentido "detienen"? ¿Lleva el tío abusando de niños desde 1970 y lo detienen en 2008? ¡Pues lo podían haber parado hace 30 años! ¿Lo han detenido justo en el momento dándole una toba en el culo? Esto ha sucedido en Australia, que está en el culo del mundo.

Este titular me llama mucho la atención, porque es muy auténtico. La autocensura cursilona, como es anticlerical, aún no ha alcanzado a borrar la palabra "cura" de titulares relacionados con el abuso de menores, un delito al, últimamente, se les liga bastante. Esto perjudica a todo un colectivo humano que, en un 99% (tal vez 98%), está total y absolutamente libre de pecado.

Yo estoy de acuerdo en que la palabra "cura", en ese titular, aporta un montón de información al lector. Pero cuando un cafre mata a su mujer a cuchilladas, la palabra "rumano" o "ecuatoriano" también ofrece un montón de información. Lo mismo que cuando se meten en una casa y no sólo roban sino que reparten hostias pero bien, la palabra "albano-kosovar", ciertamente, parece que aporta información.

Otras razas y procedencias han sido suprimidas del titular y del cuerpo de información, como "gitano", porque los cursis, los bienpensantes creen que no es necesario, que no aporta nada, que predispone al público contra colectivos humanos y, por el bien del pueblo, censuran (sí, censuran) esa parte de la información. Salvo para los curas, claro.

No quieren fomentar el racismo, que es irracional, pero no les importa fomentar el anticlericalismo, que es igual de irracional. Tan tonto que Almodóvar contribuyó con una película a acrecentarlo. La gente es bastante más lista de lo que consideran estos "inteletualoides", que son amigos del pueblo como quien da de comer a las palomas en la plaza de Cataluña con amable desprecio, y sabe que no todos los dominicanos son pandilleros que se acuchillan por la calle, que no todos los rusos están metidos en la mafia marbellí, que no todos los colombianos participan en ajustes de cuentas y, por supuesto, que no todos los argentinos son psicoanalistas.

Hay colectivos humanos que gozan de esta especial protección, sobre los que, a la hora de opinar, todo el mundo se la coge con papel de fumar, porque, dependiendo de lo que se diga, te pueden tachar de racista, xenófobo, homófobo, machista... Y otras lindezas que, inmediatamente, te relacionan con la palabra maldita: facha.

Y así estamos, que como meterse con los curas ofrece, precisamente, ka etiqueta contraria, pues leña al cura hasta que crea en Lenin. El anticlericalismo es igual de sinsentido que el racismo y no tiene nada que ver con posturas abiertas ni progresistas ni, desde luego, con el laicismo. Yo soy partidario de un estado totalmente laico, pero no odio a los curas.

Sin embargo, hay aún un colectivo humano que es el peor tratado, el peor de todos. Sin ninguna corrección política, sin compansión, el mensaje siempre va dirigido al mismo sitio, con un menoscabo cruel hacia la boina o txapela, prenda que ha adornado cabezas bien doctas (ahora mismo recuerdo a Don Pío Baroja, con esa boina eterna, pero hay más).

He aquí el comentario que me dejó el otro día Daniel (no sé qué Daniel, pero Daniel) a la entrada "Nuclear, sí por favor" (CLIC):

"Di que si, chato. Vuelta de rosca a la boina, y pa'lante. Daniel".

Perdona, Daniel, ante todo, quiero que sepas que me gusta mucho tu comentario y que esta respuesta no me la dicta el resquemor. Te tengo que poner dos objecciones, si me lo permites: la primera, que la entrada era bastante exagerada en respuesta a las exageraciones ecologistas y al lavado de cerebro generalizado, contra el que me rebelo; la segunda, en defensa del paleto (ese colectivo humano maltratado), te diré que, hoy día, en mi opinión, la inmensa mayoría de los paletos ni vive en el pueblo ni lleva boina. Es más, los paletos modernos son urbanitas y quieren salvar a las ballenas.

Sirva, pues, la entrada para reivindicar el respeto al colectivo humano "paleto" o "aldeano" y, de paso, para como acto de reivindicación de la txapela, esa prenda maltratada por los verdaderos paletos.

X. Bea-Murguía (y la boina se lleva de medio lado, no me seáis paletos).
Muchas felicidades, María de las Cruces. Un beso.

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miércoles, octubre 08, 2008

Siglo XXI


Yo de pequeño, me refiero a cuando tenía menos edad, porque sigo siendo pequeño en estatura y por eso vivo en los Países Bajos, me imaginaba el siglo XXI más cercano a la ciencia ficción, un poco como en la película de Blade Runner, con coches voladores y rascacielos de kilómetros de altura y pantallas gigantes anunciando bebidas refrescantes por suripantas orientales.

La realidad es bien diferente, nadie va vestido con papel de plata ni se alimenta de soma, ni tampoco va volando por ahí .Se trata de un “futuro” distinto de lo imaginado cuando éramos pequeños. Un futuro casi cutre, con lugares comunes como Internet, que ha sustituido a la TV, gadgets como el I-phone, que merece una entrada aparte, aparatos milagrosos para reducir abdominales…y para colmo, el GPS para ir al súper de la carretera de circunvalación.

La idea de futuro, puede confundirse con la idea de modernidad, y ahí ya me engorilo, me mosqueo, me convierto en Súper Mosca TNT. Después de mucho tiempo he llegado a la conclusión de que la modernidad es un concepto vacío y cretino en su acepción “vox populi”. La modernidad se confunde demasiado con lo chabacano o vulgar. Tal vez la ignorancia, el no acceder a ciertos conocimientos por desidia o falta de medios pueden cubrirse con la excusa de “modernidad” o de ser un seguidor de lo “moderno”.

La “modernidad’ produce individuos en serie prácticamente fotocopiados, teledirigidos por los medios de comunicación que dictan lo que comemos,lo que vestimos, lo que leemos… en definitiva lo que se denomina opinión pública. Si Usted decide un buen día vestir como algunos de nuestros conocidos en plan “Blas de Lezo” le tomarán por loco o por lo menos por anticuado y nada moderno.

Por lo tanto la modernidad se convierte en una maldición para la originalidad del individuo, en una dictadura absurda y en el conformismo más casposo. No confundan criticar la modernidad con convertirse en un individuo retro, anclado en costumbres rancias.

No sé si Ustedes de pequeños se imaginaban un futuro sin tener que ir a trabajar, con robots que suplantasen nuestra personalidad en las tareas más desagradables de la vida, yo de pequeño, quiero decir cuando media más o menos lo mismo que ahora pero con menos edad, todavía desconocía el futuro del día de hoy. No sabia que iba a ser un tipo grande, quiero decir, con un presente grande y un futuro muy prometedor.

Y sin trajes de papel de plata.


Hormon Wells

Desde París



La niña del abrigo rojo

Queridos amigos,

hace algún tiempo, en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Madrid, di con un libro sobre la historia de los campos de exterminio nazis que ofrecía un pormenorizado compendio de las barbaridades que hizo esta gente. No sé si les pasa a ustedes, pero a mí, da igual las veces que las vea, esas imágenes siempre me estremecen. La falta de humanidad, su crueldad, su indiferencia insolente ante el sufrimiento y la muerte sistemática fue tal que no se puede ni alegar obediencia debida.

Sólo encontré el primer tomo, "Historia de los campos de exterminio nazis (I)", y era bastante grueso, pero recuerdo que, al comprarlo, me detuve a pensar para cuántos tomos más de compendio del horror absoluto dio de sí el Holocausto si de cada muerte se pudiera escribir una línea. Esto ya lo hizo Robert Conquest, refiéndose a las víctimas de Lenin y Stalin, pero no está mal que se vuelva a decir, las veces que haga falta, para darle una dimensión justa a unos hechos que no deben ser olvidados ni minimizados por el paso del tiempo.

Leí en aquel libro testimonios como el de la noche en que los prisioneros de Auschwitz-Birkenau escucharon gritos terribles: se había acabado el gas y estaban arrojando niños aún vivos a los hornos. O como la frase del doctorJosef Mengele en una carta a un mentor: "es maravilloso, he sido testigo del funcionamiento de un estómago" y no, no había rayos X en Auschwitz... Mil veces se ha dicho que allí, en Auschwitz, se masacró a un millón trescientas mil personas, pero esa cifra vertiginosa no tiene valor si no se le pone cara, si no se humaniza con el relato de los que sobrevivieron.



Hace un par de sábados, en La 2, vi un documental (sí, ¿qué pasa? Vi un documental de La 2 y no me dormí) titulado "La persecución de los nazis" (CLIC) sobre la caza de nazis después de la guerra, protagonizado por tres "cazadores" bastante conocidos: Simon Wiesenthal y el matrimonio formado por Serge y Beate Klarsfeld (en la foto). Beate Klarsfeld se hizo internacionalmente conocida por atizarle una bofetada al entonces canciller de la RFA, Kurt Kiesinger, que fue miembro del Partido Nazi, aunque absuelto de crímenes de guerra en los tribunales de desnazificación posteriores a la contienda.

Allí estaban, en el juicio de Nüremberg, Herman Goering, Rudolf Hess, Von Ribbentrop (el que firmó, no lo olviden, con Molotov el pacto de no agresión germano-soviético, que provocó que la causa nazi despertara cierta simpatía entre las filas comunistas)... Esa pandilla de asesinos con excusa visionaria y delirante. Así, en frío, no estoy a favor de la pena de muerte en ningún caso, pero reconozco que con ciertas cosas me hierve la sangre y me vuelvo un poco partidario, un poquito, de rebanar los cojones y hacerlos comer en su jugo.

Los Klarsfeld y Wiesenthal, con el lema "Justicia, no venganza", han dedicado sus vidas a asegurarse de acabar con la impunidad de algunos de estos carniceros. Para ello, incluso, se han pasado por el forro soberanías nacionales y leyes internacionales, como cuando el Mosad secuestró a Adolf Eichmann en Buenos Aires, le sirvieron un catering de comida kosher en el vuelo a Jerusalén, donde fue juzgado y condenado a muerte. En el juicio, este tipejo que era el responsable de las deportaciones, por supuesto, quiso alegar la obediencia debida en tiempos de guerra. No le sirvió de nada: fue ahorcado.

Otros nazis destapados, sobre todo por los Klarsfeld, que vivían su vida tranquilamente en Sudamérica, Siria o, incluso, en la misma Alemania, fueron Klaus Barbie, Walter Rauff, Alois Brunner, Kurt Lischka, Herbert Hagen , Ernst Heinrichsohn (estos tres, como los crímenes los habían cometido en Francia, vivían tan pichis en Alemania. Incluso Heinrichsohn era el alcalde de su pueblo)... En el documental no se ahorraba ni un detalle sobre sus crímenes: estaban perfectamente documentados, con fotos, con películas, con testimonios de víctimas que les sobrevivieron.

De todos ellos, el que más me llamó la atención fue Albert Speer, el arquitecto de los nazis, amigo personal de Hitler, que negó conocer la naturaleza los campos de exterminio, mientras le enseñaban una foto de su persona, ataviado con el uniforme de las SS, paseando por Mauthausen (unos 300.000 muertos). Ignoro si ésta es la foto, pero el sujeto es el que está en primer plano. Speer, preguntado por un periodista tras su salida de la cárcel de Spandau (donde estuvo 20 años con Rudolf Hess), se atrevió a declarar que estaba convencido de que la Solución Final consistía en deportar judíos a los campos de concentración como paso intermedio antes de la creación del Estado de Israel. Digo yo que cada uno tiene su mecanismo para liberar la conciencia de peso, pero cómo se puede ser tan rata y tan hijoputa. Es posible que Speer estuviera convencido de que la creación del Estado de Israel era inminente, pero en el Reino de los Cielos.

A pesar de toda la documentación, de las películas que grabaron los aliados a medida que iban liberando campos en el frente occidental, de los testimonios, de todo el material que los mismos nazis no tuvieron tiempo de destruir, que dan fe de que todo aquello ocurrió y que, además, no tendría ningún sentido inventárselo (¿para qué?), todavía hay gente que niega el Holocausto. Me encantaría discutir con un tipo así, lo juro. Escucharía todo su argumentario mirándolo con extrañeza, como cuando alguno de Herri Batasuna me ha explicado por qué "piensa" lo que "piensa". Es una especie de reto permanecer callado ante el rebuzno procedente de un resorte averiado del cerebro, porque los que niegan el Holocausto aportan una serie de pruebas indiscutibles para iluminarnos a los demás, pobres víctimas de la manipulación de la historia de la que ellos, que son más listos, se han librado.

Me he ido por las ramas. Hoy no quería meterme en este lío, pero, bueno, ahí que va. Esta entrada fue escrita en su mayoría hace un par de semanas y estaba pensada para llegar a que el otro día empecé a leer "El niño del pijama de rayas", ese best-seller que es un insulto a la inteligencia del lector. Yo lo recomiendo para leerlo sentado en el trono, porque hiede. Lo devolví a su sitio haciendo pinza con dos dedicos pensando en que todo lo que se podía decir sobre la infancia y el Holocausto nazi, lo expresó mucho mejor que "El niño del pijama de rayas" Steven Spielberg con "La niña del abrigo rojo" (en "La lista de Schindler").

X. Bea-Murguía (disculpen el coñazo. A ver si otro día estoy más inspirado).

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martes, octubre 07, 2008

Nuclear, sí por favor

Queridos amigos,

odio las etiquetas y las clasificaciones. De esto hay toda una ciencia, que es como la entomología, pero humana y es que nos sentimos más tranquilos si todo el mundo lleva su etiqueta puesta, si podemos clasificar a la gente en un grupo. Bueno, en fin, los hay que ya en el momento "que me pongo", en su casa, buscan precisamente que todo el mundo los identifique como miembros (con perdón) de una corriente o ideología.

Los más llamativos: los activistas ecológicos. A estos no hay quien los confunda. Me parece muy bien, que conste. Cada cual que defienda lo que cree que es justo. Aquí una foto de activistas ecologistas y antiglobalizadores. Me da la impresión que estos no son los mejores clientes de Heno de Pravia.


Yo soy ecoescéptico: me lavo la cabeza todos los días; me ducho con agua bien calentita y froto sin pensar en otra cosas que sentirme limpio y sin poner el tapón para regar las plantas con mi ñañas; no reciclo las pilas porque se me acumulan cuatro bolsas de ellas durante meses, no sé qué hacer con ellas y, al final, las mando a la mierda; no me creo lo del agujero de ozono y el único hielo que no quiero que se derrita es el del whisky; el lince ibérico y yo nunca nos hemos llevado muy bien... En fin. No estoy concienciado. Es decir, no me han convencido. Es más, soy muy crítico con las exageraciones de los ecologistas. Item plus, me toca las narices ese lavado de cerebro generalizado y me revuelvo contra él.

Sobre todo porque aquí, amigos y amigas, de lo que se está hablando no es de conservar el planeta. O no sólo. Esto es cuestión de dinero. Que se lo digan a Al Gore, si no.



Una de las clasificaciones que más odio es la de la Generación X, que nunca he sabido si me atañe o no, aunque pienso que la toco de refilón. Los nacidos en los setenta, hijos de la Transición, éramos gente sin inquietudes y blablabla. Nos llamaban así, en mi opinión, porque la tele ya no era en blanco y negro y eso, a algunos, les costó digerirlo.

Ahora viene la Generación A. Los acabo de bautizar yo. Generación A de A-crítica, A-nodina, A-meba. Educamos a nuestros hijos con proclamas indiscutibles. Nos les estamos enseñando a pensar, a sacar sus propias conclusiones, a ser críticos, a preguntarse por qué un menda con el pelo sucio viene (en jet privado) a contarte su milonga tan desinteresadamente.

Llega el niño del cole y te da el coñazo con la ecología (entre otros temas, que no quiero hablar del tabaco), porque en clase están todo el día machaca que te machaca con el medio ambiente (y con el tabaco); los programas infantiles están bombardeando sin piedad con que hay que cuidar los ríos y no contaminar y ahorrar energía y no tirarse pedos con CO2 y tener una ballena en casa y cuidar a los animalitos.

Madre mía. ¡Qué lavado de cerebro!

Yo estoy hasta los cojones. Ya basta, por favor, déjenme vivir la vida tranquilo. Machaquen a las grandes industrias. Fabriquen coches eléctricos ya. Yo veo por ahí taxis y autobuses que funcionan con gas. ¿Para cuándo estarán esos coches a disposición del público? Claro, se me olvidaba el pastón que ingresa el estado con las gasolinas. Si, bueno, contamina un poco, pero mantiene el statu quo.

Se están cargando el paisaje con tanto molino y tanto panel solar que NO VALE PARA NADA. Por mucho que pongan, la energía que se consigue de esto no mueve ni el exprimidor de casa. Porque, claro, energía nuclear nooooo, que es caca. Pero ¿cómo solucionamos nuestro déficit energético? Importando energía de Francia. ¡Ah! Y en Francia, ¿cómo es que tienen energía para exportar? Centrales nucleares.

Nuclear sí, por favor.

Conmigo, desde luego, lo han conseguido: soy un ecoescéptico total. ¡Una etiqueta para mí! Ya no me creo nada. Es más, cada vez estoy más a favor de que dejen el Amazonas más pelado que la cabeza de Kojak, casi deseo que se extingan las ballenas ya, de una puta vez, a ver si me dejan de dar el coñazo.

Estoy harto y cansado de reciclar. Señores políticos y ecologistas del mundo: mi terraza no llega a dos metros cuadrados. ¿Me quieren explicar cómo coño voy a meter en ella SEIS cubos distintos de basura? Seis cubos: vidrio, metales, papel, orgánico, plástico y resto.



Reciclen ustedes. Háganlo en el punto limpio, en el vertedero, donde les dé la gana. No me pidan que me encargue yo de su trabajo. Gástense la tela de mis impuestos en que haya una cuadrilla de separación de basuras. Mecanicen el sistema (que se puede hacer). Inventen algo. Me da igual: yo no pienso tener seis cubos de basura en mi casa.

Me niego. Así se derritan los polos. Cuando Estados Unidos cumpla con Kioto, cuando los coches eléctricos (que existen) se pongan en el mercado, yo reciclaré. Mientras tanto, déjenme en paz. Estoy a favor del cambio climático y del calentamiento, no sé si global, pero, desde luego, sí local.


X.Bea-Murguía (vale, he exagerado un poco, pero es verdad que estoy hasta las narices y también que como se les ocurra implantar lo de los seis cubos, yo no voy a colaborar. Bastante lío tengo ya con orgánico, envases, papel y vidrio más las pilas).

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