¡NOOOOOOOO!
Queridos amigos:
anoche volví a dar una lección de inutilidad total. Tenía entradas para los toros. Nada menos que la alternativa de Cardenalito de Cisneros, er Niño de la Saca, pero anduve cansado todo el día y me lo estuve pensando. Me vine al pueblo a estar un rato con mi hijo en el parque y reunir ánimos. Estaba seguro de que iba a ser un espectáculo digno de verse y en eso estuve dándole vueltas toda la tarde, voy-no voy, en la indecisión entre acercarme a dar palmas con los amigos o hacérmelo de familia. A eso de la ocho, me decidí: iría, se lo debía a Jesús. Se lo dije a mi señora, me despedí de ella y de mi niño y me fui al cajero automático rascándome la...
-- "¡Coño!", pensé, "¡Si estoy sin afeitar!".
Se lo crean o no, el espectáculo taurino de Er Niño de la Saca era, en parte, un evento de trabajo. Me sentí obligado a irme primero a casa a afeitarme y, quizá por eso, me inundó la pereza. Me di media vuelta y me fui a por mi coche. Estaba casi, casi decidido. El plan alternativo en mi casa era muy tentador: vainas y roncar ante Gran Hermano.
Por la tarde, al llegar al parque, harto de buscar sitio para aparcar, dejé tirado el coche en un carga y descarga con las luces de emergencia puestas (a veces, eso evita que te multen), con la idea de que, como en quince minutos, volvería para apartarlo del peligro del clásico policía local que, cuando está aburrido, es más rápido con el bloc que William Manney en "Sin perdón". Por supuesto, lo olvidé por completo. Cuando fui a por él, llevaba un par de horas deshojando la margarita con sus luces naranjas: me quedo sin batería, no me quedo, me quedo sin batería, no me quedo, me quedo...
-- "¡NOOOOOOO!", dijo el motor cuando giré la llave del contacto. "¡NOOOOOOOO!", insistió con ahogo. El coche había decidido por mí: las vainas.
Como soy un cenutrio, porque hace falta ser imbécil para dejarse el warning encendido horas, y no sé ni abrir un capot, tuve que molestar a mi amigo Vernia. Él se dedica al cable y entiende de estas cosas. Además, tiene pinzas y a mí, por el contrario, se me va la pinza. Estábamos los dos bien cansados (Vernia curra demasiado), pero es buen amigo: me hizo el favor.
Abrir el capot no fue difícil. No me costó ni cinco minutos. Sean comprensivos: era la primera o quizá la segunda vez que lo hacía en cuatro años, pero ya casi soy un experto. Lo demás era cosa de Vernia, porque yo no sé ni dónde coño está la batería entre ese amasijo negro incomprensible. Cuando me planto ante el motor de un coche soy como el tío Aparicio ante un Tapies. Vernia lo hizo todo: aparcó su coche junto al mío, destapó la batería (que estaba tapada, claro, y por eso no se veía) y le dedicó una mirada atenta.
-- "Tienes que limpiarla un poco", me dijo.
-- "Nos acabamos de conocer, Vernia. Creo que sería tomarme demasiadas confianzas con ella", respondí.
-- "Es que con tanta porquería, no se ve cuál es el polo positivo y cuál el negativo".
Era verdad... La batería estaba llena de abandono. No se veía un carajo. De mecánica no entiendo, pero para diferenciar un signo más de un signo menos, tampoco hace falta ser el ingeniero de Frenando Alonso. Uní mis ojos a los de Vernia, escudriñando en la penumbra negra del motor de mi coche, pero, en esas condiciones, no es cierto que cuatro vean más que dos. Ven exactamente lo mismo: nada. Resuelto a parecer útil, se me encendió la bombilla y ¿qué mejor que una idea brillante para vencer a las sombras? Saqué el mechero del bolsillo y lo acerqué encendido a la batería...
-- "¡NOOOOOOOOOOO!", gritó Vernia. Tal fue su grito que retiré el mechero asustado inmediatamente. Hasta pensé que le había quemado el flequillo. "¡No hagas eso! ¡Es lo primero que pone en el manual del coche!", me aclaró.
-- "¡Ah! Pero... ¿El coche tiene manual?", pensé mientras emplazaba mi presencia discretamente a un segundo plano. A partir de ese momento, low profile, Javier, no vuelvas a intentar parecer útil nunca más. Vernia no me necesitaba para nada... Bueno, sí, para calmar la sed.
-- "Ya está. ¿Dejamos el coche en casa y vamos a celebrarlo?".
-- "¡SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ!".
Eran vísperas de San Miguel, patrón de la cerveza, así que nos fuimos de procesión.
X. Bea-Murguía (perdona Jesús, pero me lío, me lío).