Queridos amigos,
como les he dicho en numerosas ocasiones, el landismo es un camino de perfección ibérico y, en el fondo muy fondo de nuestro ser, por muy sofisticados y
europedos que nos pensemos, todo macho hispánico lleva un
Alfredo Landa en su interior que surge, se manifiesta, toma el mando de la situación cuando cruzamos los Pirineos o cuando nos vamos allende los mares.
Hace unos meses que Alfredo Landa,
Paco Martínez Soria y
José Luis López Vázquez (¿o era
Gracito Morales?) fuimos a Nueva York, a dar una vuelta por allí, a ver qué se gusaneaba por la Gran Manzana, a tomar un vermut en la Quinta con Broadway y una Brooklyn Lager (o dos) en Brooklyin. Un viaje cojonudo.
Ansiosos por conocer la movida nocturna neoyorquina, ese sábado fuimos a una
boite que nos había recomendado una s
panish porque "
era un sitio chévere con buena música hispana". Así que allí nos plantamos José Luis, Alfredo y Paco con ganas de seguir el ritmo de la música con el pie, mientras sujetábamos la barra con el codo. Vamos, lo que es la condición del landista que ya lo dijo
Norman Mailer: "
Los tipos duros no bailan". Sin embargo, al llegar a la
boite nos llevamos la sorpresa de que, aún siendo como somos de una juventud envidiable de espíritu, de corazón y de estómago, doblábamos la edad a la mayoría de los que hacían cola para entrar. Azorados, decidimos buscar otro sitio más apropiado para desarrollar en plenitud nuestro landismo. Y lo encontramos. ¡Vaya si lo encontramos!
-- "
Pregunta a ese", me dijeron mis compañeros (que no entienden ni papa de inglés) señalando a uno de los gorilas de la
boite, con pinganillo y cara de malo, "
por un sitio para gente un poco más mayor".
-- "
The Scores", me dice el tronco sin mostrarme ni desprecio. "
34th St. between 7th and 8th Ave.". Creo que ésta era la dirección.
Lo encontramos a la primera. En la puerta, un gorila nos miró de arriba a abajo antes de cobrarnos la entrada, y no precisamente barata, aunque pensamos que eso nos daría derecho a tomar una limonada "gratis" (pero, no) y pasamos al garito que ya por el toldillo de plástico que quiere ser bueno y la moqueta de feria comercial, tenía un tufillo casposo de aquí te espero. Efectivamente, nada más alcanzar la barra y pedir tres zarzaparrillas, nos dimos cuenta de que el garito estaba prácticamente vacío, de que había una chati desnudándose en un proscenio instalado al efecto en el fondo y de que, en definitiva, "
The Scores" era un lupanar cutre pero con pretensiones y, encima, con una política comercial muy agresiva. Nunca he dicho que no a tantas mujeres en tan poco tiempo, porque, además, mis compañeros simpáticos, como demostraron que de "inglé" sólo saben "
I prefer don't see", me señalaban a mí en cuanto se les acercaba una lumi y he aquí que descubrí una gran desventaja de saber idiomas: cuando te vas de viaje con dos paletos, te caen todos los marrones.
Un viaje, como he dicho, inolvidable gracias, sobre todo, a mis amigos
Rodrigo y
Cristóbal, con los que pienso repetir. Ya está próxima la segunda excursión landista del macho-machote "
Con faldas y a lo loco". Imprescindible pelos en las piernas de más de un centímetro. Se llevará regla.
Con lo dicho, el no saber el inglés es, sin embargo, enormemente desventajoso si le paran a usted en la aduana en Inglaterra. A uno de mis dos compañeros de viaje, que ha ido recientemente a Manchester porque tiene allí un negociado, le dieron el alto en la aduana y le hicieron pasar al célebre cuartito lleno de espejos (un estilo "
The Scores", pero más espart-ano), ese lugar luminoso y blanco en el que un tío se pone un guante de látex y dice algo en inglés que no se entiende pero que acciona un resorte automático que cierra herméticamente el esfínter. Por si acaso, que los guantes de látex los carga el diablo.
Con risa nerviosa, me cuenta Cristóbal que, al final, entendió que lo que querían los polis eran abrir su maleta (y no su maletero) porque el perro (o quien fuera) había detectado algo sospechoso. Cristóbal abre la bolsa y lo primero que saca la poli es una botella embalada con papel de estraza y cinta de embalar.
-- "
What's this?", le dice el del guante de látex señalando el asunto sospechoso.
-- "
Spanish oil", responde Cristóbal con perfecto acento de Stratford Upon Avon. Y es que el hombre me llevaba en el equipaje unas cuantas viandas para que su negociado no pasara hambre en la Pérfida Albión.
-- "
And this?", vuelve a preguntar el policía, esta vez con una bola grande de papel de estraza, que en una fiesta de disfraces podía haber pasado por un pequeño alijo de cocaína.
-- "
Spanish coffee", responde Cristóbal.
En ese momento, es probable que en el cuartito donde se tapa el agujerito ya hubiera un cachondeo importante a costa de Alfredo Landa.
-- "
And THIS?", insiste Scotland Yard.
Ahora sí que la he liado, piensa Cristóbal, a ver cómo se dice en inglés esto... Ya me imagino a mi amigo tratanto de explicar la naturaleza de tal vianda a un guiri que lo más parecido a eso que ha visto en su vida es el
roast beef. Se me antoja que Cristóbal se haría entender de la misma manera que hablaba mi madre a los estudiantes de intercambio que pasaban una temporada en casa, que como no hablaban bien cristiano, se dirigía a ellos a gritos y separando mucho las sílabas, como si fueran lo mismo la incomprensión y la sordera.
¿No ven a ese Alfredo Landa diciendo:
-- "
LO-MO I-BÉ-RI-CO".
a berrido limpio en la aduana de Manchester? Pues yo sí. Además, lo veo imitando al cerdo a cuatro patas por el cuartito
-- "
DE CER-DO. OINK OINK".
y señalándose a la espalda,
-- "
LO-MO DE CER-DO".
ataviado con unos calzoncillos blancos y con la camiseta de tirantes arremetida por dentro. De ser yo, lo habría hecho así. Landismo es tradición.
X. Landa-Murguía