Z-pim, Z-pam, Z-pim, pom, pam
Queridos amigos:
la política actual es más aburrida que el tenis cuando el número uno del mundo era Ivan Lendl. Supongo que se acuerdan de aquel checo-americano con cara de draculín que sacaba muy fuerte, se colocaba al fondo de la pista y se podía pasar horas devolviendo bolas, las devolvía todas, todas, hasta el aburrimiento de sus contrarios. Ganaba, claro que ganaba, pero sacaba de quicio al más pintado.
Lo de ayer del Congreso fue algo parecido. Tenemos, por un lado, al perverso Hombre de Goma, un nuevo súper-héroe de la política que es como el blandinblú, que no se deforma por más pelotazos que le dé uno porque, en verdad, es informe, y por el otro al malvado Ro-botijo, único ingenio mecánico con barba y pitorro, digno sucesor de su antecesor, incapaz de refrescarse a la sombra.
Si en vez de tanta charla y tanto derroche de saliva (que no de ingenio), se lo jugaran a piedra, papel o tijera pasaría lo mismo: Rajoy sacaría piedra todas las veces con su contumacia característica y Zapatero mostraría gestos indefinidos, sin significación, lo que centraría la discusión, de nuevo, en las reglas del juego. Lo del Debate del Estado de la Nación, al final, no es otra cosa: dos nenes que, a falta de problemas, que no los hay tan importantes ni tan urgentes, agitan el libro de las reglas en plan "no vale alta ni cañón".
Si me preguntan a mí, el rato que escuché por la radio, que es siempre el divertido, el de las réplicas y contrarréplicas, me gustó mucho la elegancia con que Mariano se daba de cabezazos contra la tarima, mientras Marín, con ese acento de profesor depresivo que se ha pasado con las pastillas porque no aguanta más a sus alumnos, echaba la bronca a un diputado del PP (no entendí el nombre porque el Transilium es lo que tiene, que deja la lengua inservible) por hacer un gesto a la Presidencia. ¿Qué gesto? No lo sé. Uno con la manita. Estos diputados son como los niños en el cole: hacen gestos a la espalda del profesor, juegan a los barquitos, se pasan notitas y comparten risitas cómplices.
Era el turno de contra-contra-dúplica de la réplica a la contrarréplica y estaba ZP en pleno éxtasis del diálogo. No es que el presidente tenga cintura, es que se da la vuelta entera girando sobre sí mismo. Salió el hombre a la palestra, con sus cejas circunflejas y los codos de la chaqueta cosidos al cuerpo y Z-pim, Z-pam, Z-pim, pom, pam, devolvió todas las pedradas con la palabra mágica: diálogo. Para eso sirve el Congreso, amigos, para dialogar sobre el diálogo. Un diálogo que se resumiría en un debate que durara lo que dura un canapé de cadáver entre periodistas del corazón:
JLRZ: "Nosotros queremos dialogar".
MR: "Nosotros también dialogaremos si usted quiere".
JLRZ: "Pues, entonces, sentémonos a dialogar".
MR: "Eso, eso. Empecemos el diálogo".
El diálogo sobre el diálogo da un diálogo de besugos. Al final, van a gastar la palabrita. Yo creo que así convencían a sus novias en la fila de los mancos del cine de su barrio de que se dejaran meter mano y es que cuando los políticos hablan tanto de diálogo, en lo oscuro se pueden ustedes dar por jodidos.
Para mí que el gesto que recriminaba Marín a los del PP era el puño en alto, aunque no porque la muerte de las ideologías haya llevado a la derecha española a disfrazarse de cualquier cosa con tal de ganar un voto (la falta de miras políticas del PP ya quedó sobradamente demostrada con el matrimonio homosexual y el disfraz de Maritere and co.). El diputado Transilium quería decir a Marín:
-- "Piedra, profe, hemos dicho piedra y José Luis no se define. Así no se vale".
Espectáculo bochornoso que ya ni sirve para presenciar un debate de altura. ¿Y el Estado de la Nación, aquello que verdaderamente le importa a la gente? Pues está claro: cerocerismo contra Rusia y a casa en cuartos. Para esto no hacía falta tanto diálogo.
X.Bea-Murguía (se va a fumar un puro para celebrar el Día Mundial Sin Tabaco)