Beatriz
probablemente, a la hora en que muchos de ustedes entran en el blog (que no se me olvide darles las gracias), no pregunten cómo ni por qué ni dónde, recuerden lo que dice el libro del Eclesiastés en su capítulo 1, versículo 18 "donde hay ciencia, hay dolor y quien aumenta su sabiduría, aumenta su sufrimiento", yo estaré ingresado en un hospital.
Nada grave. No se preocupen. Es una cuestión de decibelios. Van a decirme si lo mío puede llegar a ser considerado contaminación acústica, en cuyo caso, pasarían a amordazarme.
Ya les hablé de ello en esta otra entrada: CLIC.
Lo único que les puedo adelantar es lo que me va a decir la enfermera. Como si lo viera, como si lo estuviera escuchando ya: "Con pacientes como tú, da gusto". No les digo más.
Fíjense bien en ese cuadro de Lempicka. Bonito, ¿verdad? Yo no lo conocía. Podía haber supuesto, cuando lo vi ayer colgado en el salón de la casa de Elena Escobar, que no era un original, pero, la verdad, no caí. Me acerqué a mirar la firma. Sentía curiosidad, pero la rúbrica no era muy clara. Independientemente de la autora, lo que encuentro de fantástico en ese cuadro es el nivel de conexión que consigue conmigo, que es lo importante para mí.
Ayer tuve la suerte de conocer en persona, por fin, a Elena Escobar y de comprobar, a partir de ese cuadro, lo extrañamente circular que resulta la vida, sobre todo si uno se empeña en buscar coincidencias. La lástima es que me he tenido que marchar, que con muchísimo gusto me habría quedado a comer con ella, cosa que tengo pendiente desde la primera vez que entró en este blog. Eso, Elena, lo apuntamos en el debe para cuando Beatriz esté mejor.
Me he tomado una cerveza en su impresionante casa de techos altos. Me encantan las casas con los techos altos, creo que no tanto por mí como por herencia de mi abuela Mari, la elegante de Bilbao, que contaba ésta entre una de sus muchas obsesiones. Cada vez que entro en una casa de techos altos, me acuerdo de ella y eso ya me condiciona.
Hemos estado charlando un rato muy agradable, aunque, como habrá podido comprobar, en el terreno corto, sin el Éter de por medio (me van a permitir que llame así a internet, pues es como lo llama mi jefe, Raimundo de los Reyes) y de primeras, soy un poco decepcionante. Me lo han dicho muchas veces. Algunos piensan que soy borde, pero lo que me pasa es que, de primeras, me aturullo un poco, así que prefiero callar. Después, cuando cojo confianza, me destapo como el impresentable que soy.
Después he visto el cuadro.
-- ¿Te gusta?
-- Mucho. Me parece precioso.
-- Pues lo ha pintado Helena.
Su hija, Helena de la Joya, a quien he llamado en cuanto he podido para decirle lo impresionado que estaba. Eres una artista. Ha sido Helena la que me ha dicho que el original es de Lempicka.
¿Que si me gusta? Me encanta. Una mujer, que mi capricho quiere que sea una maternidad, una embarazada, con un fondo tormentoso y el codo derecho marcado... Ustedes dirán.
Pasen un buen puente.
X. Bea-Murguía (ronkman)